El prejuicio
religioso, tan presente en Occidente, y durante tantos siglos, paralizó la
investigación científica, al ser fiel al lema paulino: “¿para qué quieres
conocer todas las lenguas del mundo, si pierdes tu alma?”
El objetivo, la
meta del hombre en esta vida es salvarse para estar eternamente en el cielo, al
lado del Padre.
Salvarse, no
saber ni conocer, que distraen al hombre de su objetivo.
Ya lo expresaba S.
Agustín (y lo defendí en la tesina de fin de carrera): “Nos hiciste, Señor,
para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Venimos – estamos
– volvemos.
Mis alumnos
recordarán lo que comentábamos en clase.
Cuando Napoleón
se le acerca al Astrónomo Laplace para que le explique la maravilla del
universo y le pregunta: ¿Y dónde está Dios, en todo esto”?
Y la respuesta de
Laplace: “No me hace falta la hipótesis “Dios” para explicarlo”.
Es más, aunque la
hipótesis “Dios” podría explicarlo todo (lo que pone de manifiesto que una
hipótesis que todo lo explica no explica nada) nada puede predecirse.
Y es que los
feligreses se basan en creencias sin posibilidad alguna de demostración
(dejarían de ser creencias y entrarían en la categoría de “conocimientos”)
Y es que la fe
nunca puede ser algo evidente, mientras la ciencia se basa en la evidencia,
directa o indirecta.
¡Son tantos los
fenómenos que antes se explicaban con/por la fe pero que, un buen día, la
ciencia empezó a explicarlos de manera racional, sin intervención divina, lo
que fue alejando el papel asignado a Dios en el nacimiento, estructura y
funcionamiento de la naturaleza!.
Dios dejó de ser
necesario para las explicaciones (no para otras cosas), ya lo hacía la razón
humana.
Así la ciencia
fue, poco a poco, segando la hierba a la religión.
El científico, en
cuanto científico, cuando entra en su laboratorio, en su trabajo, debe dejar a
Dios en la puerta y no meterlo en sus explicaciones de la naturaleza.
Al ponerse la
bata blanca debe desnudarse de Dios en su labor, no en su vida.
Porque otra cosa
es el científico, en cuanto hombre, que puede tener o no tener una u otra
creencia religiosa, porque son dos planos distintos: el del conocer y el del
creer.
La racionalidad y
la lógica versus el seguidismo acrítico de los predicadores y sus enseñanzas.
Acabo de ver la
película Altamira, sobre la
Cueva descubierta en 1.868 por un cazador, buscando a su
perro, y que se lo comunica a D. Marcelino Sanz de Sautuola, un mero aficionado
en Paleontología.
Un descubrimiento,
posteriormente denominado “la Capilla
Sixtina del arte rupestre” y que es interpretado por D.
Marcelino de manera racional pero que tanto la Iglesia, en su relato
bíblico al pie de la letra y con su creacionismo a cuestas lo interpretará como
un ataque a los cimientos de la
Religión y una manifestación de ateísmo al tiempo que la
comunidad científica con su Teoría Darwinista evolucionista, preñada de
prejuicio lo verá con indiferencia y escarnio ya que “prehistoria” y
“salvajismo” van de la mano y esas pinturas de bisontes y demás no pueden haber
sido pintadas por hombres salvajes.
Ya en el siglo
XVII, el Arzobispo anglicano James Usher, tras varios cálculos, había llegado a
la conclusión que la creación de todo había comenzado el 22 de Octubre del año
4.004, y a las 20 horas y de las cuevas ya se hablaba de 10.000 (hoy entre 15.000 y
20.000)
(Es lo que me
contaba mi abuela: 4.000 antes de Cristo, 2.000 después de Cristo y el Séptimo
descansó: fin del mundo)
Es verdad que la Prehistoria estaba en
mantillas.
Sólo comenzó a
tomarse en serio el descubrimiento cuando, años más tarde, también se
descubrieron otras cuevas rupestres en Francia.
Ni la comunidad
religiosa (con su verdad revelada) ni la comunidad científica (con su cortedad
de miras, pues el hombre antiguo era un animal y no podía ser el autor de las
pinturas).
El milenio de la
Edad Media, desde quemando por herejía a
Giordano Bruno o con arresto domiciliario a Galileo por decir que era el sol y
no la tierra quien estaba en el centro…
¿Cómo no iba a
estar la tierra en el centro del universo si en ella había nacido, nada menos
que, el Hijo de Dios?. He ahí el argumento.
Con estos y otros
antecedentes ¿quién era el guapo que se atrevía a proponer y defender, con la
razón, argumentos que pusiesen en duda o fueran contrarios a la palabra
revelada?
¡Menudos
“incentivos” para practicar la crítica e interpretar laicamente la realidad¡
Suele afirmarse
que ni Copérnico ni Galileo tenían pruebas fehacientes que demostraran lo que
afirmaban.
¿Es que la Iglesia sí las tenía de lo
contrario?.
Ya lo de los
siete días, literalmente, de la creación nadie lo defiende pero sobre el origen
de la vida y del hombre…
No se defiende,
expresamente, el “creacionismo” pero ha surgido, con un giro lingüístico, su
sucedáneo, lo llaman “la teoría el diseño inteligente” como oposición central a
la teoría evolucionista darwiniana.
Si hay “diseño”
tiene que haber un “diseñador” y, además, “inteligente”, y ¿quién, sino Dios,
es ese Diseñador Inteligente por excelencia?
Pero los
defensores de esta teoría del “Diseño Inteligente” siguen instalados en la
creencia.
Incluso se afirma
que ha sido la estrategia para poder impartir el creacionismo camuflado en las
escuelas, ya que el creacionismo puro, como religión, debe estar fuera de las
aulas.
¿Es que nuestro
cuerpo, o nuestro cerebro, son diseños? ¿Son lo que son y como son por ser
fruto de un diseñador?
Digamos,
simplemente, que “funcionan”, Y no siempre de manera correcta, falla muchas
veces, es imperfecto.
Por ejemplo: el
parto.
¿Puede ser
considerado un diseño inteligente que esa cabeza y ese cuerpo de una criatura
tenga que salir por ese hueco femenino tan pequeño, a base de dolor y más dolor
en la dilatación de unos músculos?
¿Es un “diseño
inteligente el “dolor del parto” para traer al mundo a un hijo?
¿No está diseñada
más inteligentemente la forma de traer seres de su misma especie los animales
“ovíparos”?
Ponen sus huevos
en el nido, fuera de su cuerpo, los incuban y, a los pocos días vienen a este
mundo. Y sin dolor.
Pero eso de que,
tras la fecundación, permanezca en el útero femenino, durante 9 meses,
creciendo y creciendo, para luego tener que salir de esa manera…
Y aunque dos de
las religiones clásicas, las del Libro, están en declive. perdiendo vitalidad
(no así el Islamismo) ante la avalancha de secularización que nos invade, están
naciendo otros tallos religiosos, a veces de lo más extravagante y pintoresco,
las nuevas sectas.