lunes, 11 de abril de 2016

RELIGIÓN Y CIENCIA (CLASE PRIMERA)



El prejuicio religioso, tan presente en Occidente, y durante tantos siglos, paralizó la investigación científica, al ser fiel al lema paulino: “¿para qué quieres conocer todas las lenguas del mundo, si pierdes tu alma?”

El objetivo, la meta del hombre en esta vida es salvarse para estar eternamente en el cielo, al lado del Padre.

Salvarse, no saber ni conocer, que distraen al hombre de su objetivo.

Ya lo expresaba S. Agustín (y lo defendí en la tesina de fin de carrera): “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

Venimos – estamos – volvemos.

Mis alumnos recordarán lo que comentábamos en clase.
Cuando Napoleón se le acerca al Astrónomo Laplace para que le explique la maravilla del universo y le pregunta: ¿Y dónde está Dios, en todo esto”?
Y la respuesta de Laplace: “No me hace falta la hipótesis “Dios” para explicarlo”.

Es más, aunque la hipótesis “Dios” podría explicarlo todo (lo que pone de manifiesto que una hipótesis que todo lo explica no explica nada) nada puede predecirse.

Y es que los feligreses se basan en creencias sin posibilidad alguna de demostración (dejarían de ser creencias y entrarían en la categoría de “conocimientos”)

Y es que la fe nunca puede ser algo evidente, mientras la ciencia se basa en la evidencia, directa o indirecta.

¡Son tantos los fenómenos que antes se explicaban con/por la fe pero que, un buen día, la ciencia empezó a explicarlos de manera racional, sin intervención divina, lo que fue alejando el papel asignado a Dios en el nacimiento, estructura y funcionamiento de la naturaleza!.

Dios dejó de ser necesario para las explicaciones (no para otras cosas), ya lo hacía la razón humana.

Así la ciencia fue, poco a poco, segando la hierba a la religión.

El científico, en cuanto científico, cuando entra en su laboratorio, en su trabajo, debe dejar a Dios en la puerta y no meterlo en sus explicaciones de la naturaleza.
Al ponerse la bata blanca debe desnudarse de Dios en su labor, no en su vida.

Porque otra cosa es el científico, en cuanto hombre, que puede tener o no tener una u otra creencia religiosa, porque son dos planos distintos: el del conocer y el del creer.

La racionalidad y la lógica versus el seguidismo acrítico de los predicadores y sus enseñanzas.

Acabo de ver la película Altamira, sobre la Cueva descubierta en 1.868 por un cazador, buscando a su perro, y que se lo comunica a D. Marcelino Sanz de Sautuola, un mero aficionado en Paleontología.
Un descubrimiento, posteriormente denominado “la Capilla Sixtina del arte rupestre” y que es interpretado por D. Marcelino de manera racional pero que tanto la Iglesia, en su relato bíblico al pie de la letra y con su creacionismo a cuestas lo interpretará como un ataque a los cimientos de la Religión y una manifestación de ateísmo al tiempo que la comunidad científica con su Teoría Darwinista evolucionista, preñada de prejuicio lo verá con indiferencia y escarnio ya que “prehistoria” y “salvajismo” van de la mano y esas pinturas de bisontes y demás no pueden haber sido pintadas por hombres salvajes.

Ya en el siglo XVII, el Arzobispo anglicano James Usher, tras varios cálculos, había llegado a la conclusión que la creación de todo había comenzado el 22 de Octubre del año 4.004, y a las 20 horas y de las cuevas  ya se hablaba de 10.000 (hoy entre 15.000 y 20.000)
(Es lo que me contaba mi abuela: 4.000 antes de Cristo, 2.000 después de Cristo y el Séptimo descansó: fin del mundo)

Es verdad que la Prehistoria estaba en mantillas.

Sólo comenzó a tomarse en serio el descubrimiento cuando, años más tarde, también se descubrieron otras cuevas rupestres en Francia.

Ni la comunidad religiosa (con su verdad revelada) ni la comunidad científica (con su cortedad de miras, pues el hombre antiguo era un animal y no podía ser el autor de las pinturas).

El milenio de la Edad Media, desde quemando por herejía a Giordano Bruno o con arresto domiciliario a Galileo por decir que era el sol y no la tierra quien estaba en el centro…

¿Cómo no iba a estar la tierra en el centro del universo si en ella había nacido, nada menos que, el Hijo de Dios?. He ahí el argumento.

Con estos y otros antecedentes ¿quién era el guapo que se atrevía a proponer y defender, con la razón, argumentos que pusiesen en duda o fueran contrarios a la palabra revelada?

¡Menudos “incentivos” para practicar la crítica e interpretar laicamente la realidad¡

Suele afirmarse que ni Copérnico ni Galileo tenían pruebas fehacientes que demostraran lo que afirmaban.
¿Es que la Iglesia sí las tenía de lo contrario?.

Ya lo de los siete días, literalmente, de la creación nadie lo defiende pero sobre el origen de la vida y del hombre…

No se defiende, expresamente, el “creacionismo” pero ha surgido, con un giro lingüístico, su sucedáneo, lo llaman “la teoría el diseño inteligente” como oposición central a la teoría evolucionista darwiniana.
Si hay “diseño” tiene que haber un “diseñador” y, además, “inteligente”, y ¿quién, sino Dios, es ese Diseñador Inteligente por excelencia?

Pero los defensores de esta teoría del “Diseño Inteligente” siguen instalados en la creencia.
Incluso se afirma que ha sido la estrategia para poder impartir el creacionismo camuflado en las escuelas, ya que el creacionismo puro, como religión, debe estar fuera de las aulas.

¿Es que nuestro cuerpo, o nuestro cerebro, son diseños? ¿Son lo que son y como son por ser fruto de un diseñador?

Digamos, simplemente, que “funcionan”, Y no siempre de manera correcta, falla muchas veces, es imperfecto.

Por ejemplo: el parto.

¿Puede ser considerado un diseño inteligente que esa cabeza y ese cuerpo de una criatura tenga que salir por ese hueco femenino tan pequeño, a base de dolor y más dolor en la dilatación de unos músculos?
¿Es un “diseño inteligente el “dolor del parto” para traer al mundo a un hijo?

¿No está diseñada más inteligentemente la forma de traer seres de su misma especie los animales “ovíparos”?
Ponen sus huevos en el nido, fuera de su cuerpo, los incuban y, a los pocos días vienen a este mundo. Y sin dolor.
Pero eso de que, tras la fecundación, permanezca en el útero femenino, durante 9 meses, creciendo y creciendo, para luego tener que salir de esa manera…

Y aunque dos de las religiones clásicas, las del Libro, están en declive. perdiendo vitalidad (no así el Islamismo) ante la avalancha de secularización que nos invade, están naciendo otros tallos religiosos, a veces de lo más extravagante y pintoresco, las nuevas sectas.



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