Aquí
nos encontramos nosotros. Con 30 ó 40 años más allá de la reproducción.
¡Vosotros me diréis qué vais a hacer!
Si
antes era demasiada la inversión que se hacía en la especie, era a costa de la
salud, de la felicidad, del individuo.
Uno
acababa arruinado, pero como uno acababa, al mismo tiempo….
Y
como el niño venía con dos manos para trabajar, siempre llegaba con un pan bajo
el brazo.
La
felicidad quedaba aplazada para la otra vida, después de la muerte.
Además,
una vida eterna, no como ésta, temporal y llena de lágrimas.
Así
que ¡mira tú qué bien!
Pero
ahora, que nos hemos secularizado cantidad, por si acaso, queremos empezar ya a
disfrutar en esta vida.
“Salud,
dinero y amor”, pero aquí abajo, mientras estamos vivos, que quién sabe si
después habrá algo o no habrá nada.
Y
ahora debería analizar el concepto de felicidad como “fertilidad” (en
tantísimos campos: científico, educativo, poético, artístico… pero en esta
vida) y felicidad como “bienaventuranza” (fundamentalmente aplazada para la
otra vida. “bienaventurados los…. y los…. y los….).
La
felicidad no es una meta del vivir, sino la acompañante de la vida.
Ser
feliz “mientras”, no ser feliz “cuando”.
Igual
que lo fundamental no es tanto la libertad como sentirse libre. Si uno se
siente libre es libre.
Lo
fundamental no es tanto la felicidad como sentirse felices. Si uno se siente
feliz, es feliz.
El
método, casi infalible, para medir (si es que pudiera medirse) el grado de
felicidad de una persona consiste en el experimento de imaginar que le quedan
pocos días de vida y comprobar si continuaría haciendo las mismas cosas que
estaba haciendo o las dejaría y haría otras distintas.
El
algodón no engaña.
Si
cambia es que no era feliz haciendo lo que hacía.
Porque
la felicidad no es un ente abstracto que está ahí, esperando que lo cojamos.
La
felicidad es la acompañante de una actividad. Y como no a todos les gustan las
mismas actividades, las felicidades no son idénticas para todos.
Oímos,
a veces, decir: “lo mejor, para ser feliz, es no saber, para no tener que
preocuparse”, porque la preocupación asfixia la felicidad.
Y
no es verdad.
MARINA,
en una entrevista a la pregunta “si la ignorancia da la felicidad” responde,
taxativamente, que NO.
“Para
ser feliz –dice él- hacen falta TRES elementos: SALUD, SUERTE e INTELIGENCIA,
pero sólo la INTELIGENCIA
nos permite disfrutar de las otras dos.
Para
la Salud es
fundamental la
Inteligencia , Hay que ser Inteligentes para no perderla y
dejarla escapar (si ya se la tiene) o para conseguirla y recuperarla (si se la
ha perdido).
Cada
vez Sabemos (Inteligencia) más y mejor de los alimentos que debemos ingerir
para no espantarla o que debemos tomar para cogerla, acercarla, disfrutarla.
El
Ignorante NO sabe cómo hacer ninguna de las dos cosas. El Inteligente SÍ. Por
lo tanto la Inteligencia
es un requisito para la salud.
Por
otra parte. la Suerte. Que
siempre está a la vuelta de la esquina. Pero hay muchas esquinas y hay que
Saber a la vuelta de cuáles puede estar, para hacerse el encontradizo con ella
y atraparla y Saber de las esquinas en que seguro-seguro que no puede estar,
para esquivarla.
La
lotería y las quinielas no le tocan a casi nadie, a muy pocos, pero sólo les
toca a quienes juegan.
Los
que no juegan que no se quejen de que no les toca.
Pero
los que juegan, que no reclamen, si pierden, porque están jugando.
El
Inteligente Sabe que la Banca
siempre gana.
Además,
se puede jugar inteligentemente o estúpidamente.
Más
aún, se puede jugar a juegos inteligentes y a juegos estúpidos.
¿Qué
hacer, ahora que la prole abandonó el nido familiar y tenemos por delante
muchos años?, ¿ahora que ya no coinciden la edad fértil, la edad laboral y la
edad vital?
¿El
“síndrome de nido vacío” para la mujer y el “síndrome de tiempo vacío” para el
varón?
NO,
¡por favor!
La
búsqueda de la felicidad debe ser ya felicidad.
Hay
que ser amante de los caminos y olvidadizo de las metas.
La
meta de la vida es la muerte, a la que llegará aún sin proponérselo, y nadie
puede ser su amante.
¿Cuál
es esa actividad/actividades felicitante/s para ti? A por ella/s, a
ejercitarla/s, a desarrollarla/s.
-“Maestro
– le preguntaron a Sócrates – SABER ¿para qué?
-Para
OBRAR bien.
-Y
Obrar bien, ¿para qué?
-Para
SER feliz.”
Ese
es, nada más y nada menos, el secreto de la felicidad:
SABER
MÁS
OBRAR
MEJOR
SER
FELIZ.
¿No
os dais cuenta, amigos mayores, que somos los privilegiados que podemos hacer
que nuestra “vacación” continua, como jubilados, y nuestra “vocación”
felicitante vayan agarradas de la mano, que sean compañeras de cama, que
nuestro hobby sea hermano siamés de nuestro trabajo lúdico y no oneroso?
“Hacedme
el favor de ser Inteligentes, de Obrar mejor, de Ser felices.
O,
al menos, inténtenlo.
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