miércoles, 13 de abril de 2016

MONOTEÍSMOS Y FUNDAMENTALISMOS.(CLASE TERCERA)



La conclusión es sencilla y fluye por sí misma: “si sólo hay un Dios verdadero, que es el mío (y todos los demás dioses (los vuestros) son falsos, son ídolos) y el único Dios nos ha revelado su palabra, estamos absolutamente convencidos de poseer la verdad y estar instalados en ella. Pero, además, tenemos la obligación moral y humanitaria de predicaros e imponeros la auténtica verdad, derribando vuestros ídolos y prohibiendo la difusión de vuestras falsedades y mentiras. Y todo, por vuestro bien”.

Esta lógica maldita ha sido la tentación y puesta en práctica de los tres monoteísmos o religiones del Libro a lo largo de la historia y que todavía colea en uno de ellos.

El Libro, sea la Torá, la Biblia o el Corán, es la autoridad absoluta a la que hay que someterse y decir “amén”, “así sea”.

Y uno (yo mismo) acostumbrado y enviciado en leer mucho y reflexionar más, cuando leo los tres Libros…

Uno lee el Antiguo Testamento y las incalificables órdenes (pasar por la espada a mujeres y niños, en primer lugar, unas para que no paran más y los otros para que no lleguen a ser adultos) que Yahvé le ordena a su pueblo en su marcha a la conquista de la Tierra Prometida, en la que manan ríos de leche y miel…. (Y, todo esto, prometido a un pueblo peregrino y muerto de hambre…)

Pero, luego, uno lee la interpretación que hace el otro monoteísmo, a través de la casta sacerdotal, y prometiendo la salvación eterna a todos aquellos que mueran en la batalla por la conquista de los Santos Lugares (estoy refiriéndome a las Cruzadas) y me echo las manos a la cabeza de tanto sinsentido.

Y es que, descontextualizas un hecho, lo sacas fuera de contexto, y no entiendes nada, y se nos muestra como una barbaridad ordenada por un Dios que se supone que es Bueno.

Como si Dios se dirigiera a su pueblo, en el pasado, y a todos los nacidos después no les queda otra tarea que repetir lo que ese Dios ordenó a los fundadores.

Y es verdad que los tres pilares que debe tener en cuenta toda religión son: los orígenes, la tradición y el momento presente.
Y, siempre, contextualizado.

Empeñarse en sólo los orígenes y la tradición, en los “fundamentos”, en los “cimientos” de la religión, ignorando el edificio que sobre ellos se ha construido en los tempos presentes, empeñarse en sólo mantener los cimientos, en no sólo volver, en instalarse en el pasado, es el Fundamentalismo.

Lo que ordenaron los dioses antiguos lo ordenaron al pueblo que, en ese momento, existía, pero no a la posterioridad.

Y es que el Fundamentalista es un obseso por la “seguridad”, no puede vivir en la improvisación, en el tener que pensar y decidir, quiere “estar y vivir seguro”, por lo que recurre a ese pasado, como si nosotros, hoy, tuviéramos que recurrir a la moral, a las costumbres, a la economía, a la forma de vivir y de pensar de nuestros abuelos.
El Fundamentalista es una persona insegura, miedosa, por lo que busca y persigue la “seguridad” y, una vez en ella, es capaz de cualquier cosa, porque como a él le va bien…

Afirmar, como creen los Fundamentalistas, que la fe produce, causa, la verdad es no entenderla.

La fe sólo es “con-fianza”, pero nunca “certeza” y, menos aún, “evidencia”.

La duda habita en el meollo mismo de la fe.
La verdad siempre es huidiza y nunca estabilizada.
“Confiar” en alguien, o en algo, es exponerte a una decepción, porque siempre es posible que falle.

José María González Ruiz, ese sevillano-malagueño, afirmaba que “creer es exponerte a que aquello en lo que crees sea falso, o no exista”.

Quien, en su fe, todo lo ve clarísimo vive en la oscuridad.

Todavía recuerdo aquel primer libro de texto de Sexto de Bachillerato, en mis primeros años de enseñante, en que exponía y comentaba al filósofo Bergson y sus dos tipos de Religión: la Religión Estática (la del Fundamentalista) y la Religión Dinámica (la de los Místicos)

Este fundamentalismo, estático, está más o menos presente hoy día en los tres monoteísmos pero será el fundamentalismo islámico el que está más vigoroso. En los otros dos, el laicismo está debilitándolos.

El método histórico-critico, aplicado al Cristianismo, comenzó con la Ilustración que fue desprendiendo, despegando, las callosidades adheridas a lo largo de la historia y mostrando, dejando ver, así, un Cristianismo más puro.
La aplicación de este método es lo que no se da en el islamismo radical y su interpretación literal del Corán.
Son a los que yo acostumbro a llamar “islamistas”, para distinguirlos de los “islámicos”, no tan aferrados al pasado, a los orígenes, al “fundamento”, más en consonancia con los tiempos actuales.

Y, así como el cristianismo actual es consciente de que en la vida no todo es religioso y existen zonas francas seculares, eso es lo que no hay en el “movimiento islamista”.
Todo debe ser islámico
Y hay que intentar conseguirlo, no con la “convicción” sino con la “lucha armada”.

Y si el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no puede ser el mismo que el del judaísmo actual.
Y si el Dios medieval y el del Concilio de Trento no puede ser el mismo que el de los cristianos actuales.

¿Por qué Alá tiene que seguir siendo el mismo que el del siglo VII?

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