Hemos
“cumplido” con la especie y, además, nos sobran 40 años que tenemos por delante.
Nosotros
sí que tenemos futuro, futuro personal, más allá del futuro específico, que ya
hemos dejado sembrado y que está, ya, reproduciéndose.
Tenemos
futuro (“somos seres futurizos” –decía un filósofo español no ha mucho
fallecido) por delante y debemos “planificarlo” para “plenificarlo”.
No
sólo para vivir “más” (que también) sino para, sobre todo, vivir “mejor”.
Y,
además, nosotros, los mayores, no sólo hemos dejado atrás la “vida
reproductiva” sino también la “vida laboral” pero no, nunca, la vida auténtica,
la “vida personal”.
Ser
feliz aquí y ahora, hoy, sí tiene sentido como “pro-yecto”.
Nosotros
no sólo estamos “yectos” (“echados”) en la vida presente, sino que también nos
“pro-yectamos” hacia el futuro.
Sé
que, en este momento, muchos lectores estarán pensando en las “barbaridades y
atrocidades que nos ha traído la
Razón ”. Y los comprendo pero no comparto su pesimismo.
Todos
sabemos que un cuchillo es un instrumento que puede servir para cortar el pan o
la cuerda que te tiene esposado pero también para clavárselo a alguien.
Una
cosa es el cuchillo en sí, como instrumento, fruto de la razón y otra muy
distinta es el uso que de él se haga.
La
razón es un cuchillo, un instrumento.
Podemos
hacer uso de él/ella de manera beneficiosa o de manera fatal. Pero nunca le
echemos la culpa al cuchillo, él nunca es homicida.
Pero
justo al lado de esa crema solar, que te protege de los rayos ultravioletas,
está el agujero, el descosido, que le hemos hecho/que estamos haciéndole a la
capa de ozono.
Justo
al lado de ese producto anestésico que impide que el dolor haga acto de
presencia en tu cuerpo está la droga mortal.
Junto
al hospital está la guerra y las vacunas duermen, pared con pared, con las
armas nucleares y químicas….
Todo
eso es fruto de la Razón.
Lo
que te permite vivir más y mejor duerme en el mismo lecho con lo que te puede
matar más de prisa.
Juntos
caminan el climatizador y el cambio climático.
Juntas
van una más y mejor vida y una más pronta muerte.
Ahora
que podríamos emprender, jubilosos, el camino de la felicidad justo ahora, el
miedo, el temor, entorpece el camino, poniéndonos piedras.
Parece
que no tenemos remedio.
¡La
madre que nos parió!
Cuando
uno es consciente de que fumando se te atoran los pulmones; que bebiendo
demasiado alcohol te regalan, en el lote, sin pedirla, una cirrosis; que
hartándote de panceta y de chorizo al infierno el colesterol se te instala como
una maldita compañía y quiere (y consigue) obstaculizar las carreteras
sanguíneas; que atiborrándote de mantecados y de mazapanes, de tartas, pasteles
y turrones, la glucosa deja de ser dulce y te amarga la vida….
Cuando
uno es consciente, con la Razón ,
de éstos y de otros peligros, uno puede, conscientemente, tomar la decisión de
dejarlos aparcados y, así, ir de la mano y en compañía de Doña Salud.
Sabes
lo que no debes hacer. Sabes lo que tienes que hacer. Allá tú y tu decisión.
Eres libre.
Pero
volvamos a la “mantenencia” y al “juntamiento”. Al yo y a la prole. Al
individuo y a la especie.
¿Cuánto
de tiempo, de esfuerzo, de dinero, de recursos, a cada uno de ellos?
¿Cómo
lo hemos invertido y cómo estamos invirtiéndolo?
¿En
qué proporción? ¿80/20, 60/40, 50/50, 10/90?
Nunca
TODO a UNA de las partes, nunca todo a una carta. Acabaríamos con el yo o
acabaríamos con la especie. Y los dos se necesitan.
Demasiada
inversión en una es correr el riesgo de debacle en la otra. Energía gastada y
consumida en una es energía no disponible para la otra. Y el presupuesto es el
que es. Hay lo que hay. A ver, ahora, cómo lo distribuimos.
Cuando
apenas se vivían 30 años la naturaleza, con su estrategia, ponía el peso en la
balanza del sexo, en la reproducción, para que no desapareciera la especie (a
la naturaleza nosotros, los individuos, le importamos un pimiento, a ella igual
le da Juana que su hermana, ella lo que busca es que la especie siga).
Pero
ahora…. hoy…. con 40 años demás, con 40 años más allá de la etapa reproductora
o reproductiva, nosotros, con la razón, hemos puesto y seguimos poniéndolo el
sexo en el seso.
Hacer
el amor, sí, pero con la cabeza, no sólo con los genitales (o como me decía un
alumno: “Profe, dígalo, “follar con cabeza”).
Pues
eso
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