Ante la nula consolación que
puede proporcionar la filosofía, la oferta que ofrece la fe religiosa es tan
potente, por contraria que sea a la razón, que uno se lanza a por ella.
¿Qué puede perder, si no, y
qué puede ganar, si sí? y ¿ante la realidad de ninguna pérdida y la posibilidad de toda la ganancia…?
(Pascal)
El ser humano habita este
mundo como un prisionero de la necesidad y lo irremediable, sometido a la
injusticia, al aplastamiento de los más débiles y, finalmente, a la fatalidad
de la muerte.
Su destino, para la mayor
parte de la humanidad es nacer, vivir sufriendo o sufrir malviviendo y,
finalmente, desaparecer para siempre.
Lees, ves, oyes las noticias
a diario de las muertes, de los asesinatos, de las torturas, del hambre, del
fanatismo religioso, de las dictaduras mortíferas por el hecho de ser
sospechoso de no comulgar con el tirano,… ¿Y qué ves? ¿A qué conclusión llegas?
Sentirse esclavizado, tú
mismo, yo mismo, que somos esclavos del capital, del consumismo, de los medios
de comunicación que nos manejan como a peleles,… y desearíamos y anhelaríamos
“ser libres de” para poder “ser libres para” pero como la mosca no puede
soltarse de la tramposa tela de arañas, así somos nosotros, que nos creemos
libres sin serlo, sin poder serlo.
Pero todo esclavo se siente
merecedor de la libertad y, puesto que se siente esclavo en este mundo
temporal, si le prometen la libertad eterna tras esta perra vida que lleva y de
la que no ve salida, se lanza a las promesas del más allá que los vendedores de
humo le ponen en su mente a través de sus discursos en los púlpitos, en los
micrófonos, en los platós televisivos,…
¿Qué puedo perder si ya lo he
perdido todo y yo mismo estoy perdido?
Y se lanza a lo divino,
aunque nada sepa de los dioses o, precisamente, porque nada se sepa ni pueda
saberse de ellos, pero consuela verse con la imaginación en ese cielo libre y
feliz.
¿Qué puedo perder, allá
arriba, si no existe, si ya lo tengo todo perdido aquí abajo donde estoy?
No lo sé, nadie lo sabe, no
puede saberse, por eso lo creo (y me recuerda a Tertuliano, allá en el siglo II
D.c.: “creddo quia absurdum est”
La única manera de derrotar a
la necesidad en este mundo es creer y apostar por la libertad en el otro mundo.
No podremos borrar que no
haya sido lo que ya ha sido, en este mundo, pero sí podremos escribir, en el
otro mundo, lo que con la imaginación anhelamos.
¿Es posible esa liberación
transmundana? Nadie ni nada puede verificarlo pero, con la falacia de que ni
nada ni nadie puede falsarlo, lo creo porque me hace feliz y me consuela la
simple creencia (inconsciente de que es el que afirma el que debe demostrar la
verdad, porque sobre él recae la carga de la prueba, y no del que niega, que
nada tiene que demostrar
Yo no tengo que demostrar que
no existen los marcianos, eres tú, si afirmas que existen, quien debe
demostrarlo.
¿Cómo podremos ser rescatados
de la muerte que la necesidad natural nos garantiza, aunque no sepamos ni su
cuándo ni su dónde? Creyendo en lo que la lógica y la razón, en esta vida nos
lo muestran imposible.
Me gusta la idea de que lo
ilógico, lo irracional, lo imposible, en esta vida no sólo sea posible en la
otra, sino que creo que es verdad, que existe y que allí viviré eternamente.
De nuevo la apuesta de Pascal:
¿qué puedo perder si no…?
Porque lo que es imposible
para los hombres no lo es para Dios, lo inevitable es evitable, lo absurdo es
racional,… En esto consiste la lucha de la fe, la loca lucha por la posibilidad
de lo imposible.
Sólo la posibilidad allana el
camino de la salvación, sólo es el alimento de la fe.
No se cree sino cuando no se
descubre otra posibilidad aquí abajo.
Dios es ajeno y está por
encima de la lógica humana.
Para Dios nada es imposible.
Dios significa eso, que todo
es posible, este es el significado de Dios ¿acaso no interesa, no es rentable,
creer y creerlo?
¿Qué puede importarme a mí
las verdades universales y necesarias de la Ciencia , de la Lógica , de la Ética si yo soy este ser individual
y concreto insignificante para los demás y, por si fuera poco, contingente, que
existo, pero que podría no haber existido y con la garantía de que ya nacemos
con la fecha de caducidad impresa en el momento mismo de salir de la fábrica,
del claustro materno?
Ese Dios en el que creer es
el que se salta hasta la Ética más elemental y es capaz de ordenarle a su fiel
creyente Abraham que le sacrifique a su único hijo, Isaac, (y que debido a su
vejez ya no será padre de nuevo) tras haberle prometido que será padre de toda
una descendencia mayor que las estrellas que hay en el cielo; o que parezca que
disfruta sádicamente amargándole la vida al paciente y creyente Job,
despojándole de todo, de familia y de bienes y, todo sin pretexto lógico
alguno.