lunes, 5 de noviembre de 2018

PALABRA DE UN AGNÓSTICO (3)



A lo largo de toda la evolución humana, y del desarrollo propio, los sentidos han servido y sirven para captar, con la mayor exactitud posible lo que hay ahí, fuera e independientemente de mí.

¿Qué garantías de veracidad ofrecen las religiones y cómo pueden justificarse?
Es verdad que tienen una utilidad social como calmante de sus iras y frenos a los deseos de malas acciones o de matar a alguien.

Recordar a Marx y su sentencia de “la religión es el opio del pueblo” es afirmar, incluso hoy, que la religión ha sido (¿sigue siéndolo?) el estupefaciente insustituible, de momento.
Pero lo que en otro tiempo sirvió de aglutinante social, hoy, en las sociedades democráticas, ha dejado de serlo, siendo, al revés, causa de enfrentamientos.

Otra cosa es que sean las Iglesias de las distintas religiones el mejor fundamento de los valores morales.

Suele afirmarse, superficialmente, que la “crisis de valores” es el efecto del abandono de las prácticas religiosas.
Y es verdad que han entrado en crisis muchos de los valores que se creyeron que eran universales y permanentes y han sido sustituidos por otros.
Los valores se han puesto al día.
Unos fenecen, ya gastados por el tiempo, y otros nacen, más acordes con los tiempos que vivimos.

El “ateo” ha gozado de mala fama durante toda la historia porque era considerado como “inmoral”, ya que los preceptos morales, tanto los obligatorios como los prohibitivos, provenían de Dios y si la única moral es la moral religiosa, al no creer el ateo en Dios…

Así como la teología es dogmática, la filosofía ni debe, ni puede serlo, porque su respuesta nunca es la respuesta definitiva.
El filósofo convive con su pregunta, siempre, nunca desaparece ni puede abandonarla, aunque vaya dándole respuestas temporales, nunca “canceladotas”.

Suele afirmarse que, mientras las ciencias “progresan” lo que la filosofía hace es, sólo, “ahondar” en su pregunta.

Recuerdo lo que, cada comienzo de curso, les leía y comentaba un texto de B. Russell de la filosofía como “tierra de nadie”, como “no man´s  land”, entre la ciencia por un lado y la teología por el otro recibiendo presiones.
Los filósofos están instalados, como pueden, en la incómoda zona mental que separa el firme suelo de la Ciencia del etéreo y enigmático, pero “dogmático” cielo de de la Teología Religiosa.

Mientras las creencias dispensan de seguir pensando, la filosofía es el acicate para no dejar de pensar.

Le preguntaron a Russell que haría si, tras morir, resucitase y despertase ante la presencia de Dios, a lo que respondió: “le diría: Señor, no nos diste suficientes pruebas”.

Me gusta más la respuesta que dio nuestro Francisco Ayala a esa misma pregunta: “le estrecharía cortésmente la mano, porque soy una persona educada pero, francamente, quedaría muy sorprendido”

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