Cuando, alguna vez, se
enfrentan a mi mente ideas tales como la creación del mundo, el origen y
destino del alma, la
Omnipotencia y absoluta Bondad de Dios, las catástrofes con
sus múltiples muertes de personas pobres e inocentes (se me viene a la mente el
terremoto de Lisboa, de 1.755, y el tsunami asociado (“la catástrofe perfecta”
por el añadido incendio en Lisboa y sus más de 100.000 muertos (de los que casi
10.000 fueron españoles)…
¿Qué quieren que les diga?
Era el día 1 de Noviembre, el
día de Todos los Santos, en un país devotamente católico, con las iglesias
repletas de fieles creyentes…
¿Por qué? Era la pregunta que
“todo dios” se hacía. ¿Por qué?
¿Por qué en una nación
católica, repleta de creyentes?
¿Es que se lo merecían o
habían hecho deméritos para ello?
¿Cómo explicar esa “cólera de
Dios”?
Si Dios PUDO evitarlo y no
QUISO, no es Dios, no es Bueno.
Si QUISO evitarlo y no PUDO,
no es Dios, no es Omnipotente.
Si ni QUISO ni PUDO evitarlo
¿por qué seguir llamándolo Dios?
Luego ¿hay que concluir que
PUDO evitarlo y no QUISO?
Se lo preguntaron algunos
Ilustrados (sobre todo Voltaire) y puede
preguntárselo cualquiera, hoy, creyente, ateo o agnóstico.
¿Qué pensar ante ese triple
desastre: terremoto, tsunami e incendio) y la creencia en ese Dios Omnipotente,
Bueno, Justo,…?
¿O es impensable y el
creyente tiene que cerrar los ojos del pensamiento, correr la cortina de su
mente (algo que nunca la mente debe tener, “cortinas”), y volcarse, columpiarse
plácidamente en su fe y taparse en esa bandera, como cualquier fanático
autonómico, creyente en que esa bandera es el “curalotodo” presente pero, sobre
todo, futuro?
Pero no hay que remontarse a
tanto tiempo atrás, basta con asomarse a la múltiple y variada información
diaria y contemplar los acontecimientos en cualquier lugar del globo terráqueo
y seguir lanzando la pregunta del “porqué” y ver si hay alguien que la recoja y
la conteste, o intente, al menos, contestarla, adecuadamente.
Yo conozco la filosofía de
San Agustín (no en balde hice mi tesina sobre él) y conozco la Teodicea de Leibniz, que
no es una “explicación” (de las “causas”), sino una “justificación” (de los
“motivos”)
Muchas veces he dicho, y
repetido, que quien cree en Dios, en el Juicio Final, en el Cielo y en el
Infierno (Purgatorio intermedio, incluido), en la resurrección de los muertos
(o de la carne)…y en todo ese ultramundo sobrenatural, es “verdad que cree”, es
“una verdadera creencia”, pero nada puede concluirse de que “sea verdad lo
creído”.
¿No creen los niños en los
Reyes Magos y en el Ratoncito Pérez? ¿No viven entusiásticamente esa creencia?
¿Es que existe, realmente, lo creído?
La “estación propicia para la
fe” –en palabras de Borges, es aquella en que el conocimiento científico está
en germen y que, además, está prohibido y/o perseguido.
“Creer” vs “saber”.
Y todos, desde San Agustín a
Kant, pasando por Descartes y Newton, creyeron en todo ese mundo sobrenatural,
totalmente inverificable.
Es difícil (muy difícil) soltarse
del ambiente, del clima cultural, en el que se vive y si, además, el vigilante
(la Iglesia )
está pendiente de lo que escribes y de lo que dices… teniendo en su mano
preparado el castigo, que pasando por la excomunión (y lo que ella significa) y
la cárcel inquisitorial podía llegar a la hoguera del fuego purificador…
¿Y después de Marx,
Nietzsche, Freud (los filósofos de la “sospecha”….?
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