Todavía recuerdo al fallecido
Gustavo Bueno y su airado cabreo, en una tertulia, en la que una vidente, sin
estudios, recurría a la Física Cuántica
para sustentar su actividad engañosa.
El embustero, en cambio,
conoce la verdad, la valora, pero la oculta y la desfigura para conseguir
alguna ventaja, pero reconoce la autoridad de la verdad, lo que no hace el mero
charlatán.
El mentiroso conoce, o cree
conocer, la verdad y, a partir de tal conocimiento, falsea lo que tiene por
verdadero, el charlatán, en cambio, se despreocupa de la verdad, por lo que la
charlatanería es peor enemigo de la verdad que la mentira, aunque el charlatán
intenta aparecer ante los demás buscando sólo el afecto que pueda causar a sus
oyentes (de ser una persona sabia, honrada, piadosa, conocedor de los secretos
del universo,…)
Alejado y sin preocuparse de
la verdad quiere aparentar ser tenido por “amigo de la verdad” y de acuerdo con
la cuarteta de Campoamor: “en este mundo traidor // nada es verdad ni mentira.
// Todo es según el color // del cristal con que se mira”.
Pero el charlatán no es un
monstruo sino que actúa como un comodín y, en su relativismo de la verdad, en
su escepticismo, si es verdad lo dicho por Nietzsche en La Voluntad de Poder de que
“no hay hechos sino interpretaciones” y como las interpretaciones les corresponden
a cada intérprete, está justificada la renuncia a “una interpretación” que sea
una descripción válida, objetiva e interpersonal de la realidad.
Y si no hay verdad, ni puede
haber veracidad, “vivan la sinceridad y la autenticidad”
El charlatán desnuda su alma
ante el público y hasta se ríe, mirándolos por encima del hombro, de quienes
trabajan para dar cuenta de aquello de lo que se dan cuenta.
Varias veces he escrito que,
contra la creencia y la defensa de la sinceridad, “un hijoputa sincero es
doblemente hijoputa”.
¿Le ocurre a la “verdad” lo que a la “democracia”, que se mide su
valor por el mayor número de votantes o es la verdad algo objetivo que no
depende de nuestro gusto, que se nos escapa y se nos escapará al ser tan
escurridiza por la dificultad del asunto, por lo limitado de nuestras
capacidades cognoscitivas y por las muchas pasiones que nublan nuestro
entendimiento?
La “dificultad” no es
“imposibilidad” sino una “nada cómoda y trabajosa posibilidad” pero a la que no
hay que renunciar sino perseguir, perseguirla constantemente, como un buen
perro de caza.
Renuncia al concepto de
verdad y respóndeme si puedes hablar, porque lo que digas, sea lo que sea, nada
vale.
¿Qué sentido tendría hablar y
hablarnos, preguntando y respondiendo si la verdad no está ahí, en medio del
emisor y del receptor?
Incluso el que engaña tiene
presente el concepto de verdad, de lo contrario ¿cómo podría hacerlo?
Lo que no quiere decir que
sea unívoco el concepto de verdad (en otro lugar he escrito sobre los 5 tipos
de verdad y sus opuestos)
A la verdad le ocurre lo que
a los mapas, que pueden ser distintos (económico, físico, político, social,…)
sobre una misma realidad, España misma.
Todo depende de la
perspectiva desde la que se haga.
Muchos de los postmodernos,
que rechazan el concepto de verdad, es porque quieren que ésta sea como el mapa
inventado que proponían los sabios de la anécdota de Borges, que querían
construir un mapa de las mismas dimensiones que la realidad.
¿Os imagináis un mapa de
España de las mismas dimensiones que España?
Además de imposible ¿no sería
inútil?
El mapa representa la
realidad, pero en su calidad de mapa, como un mapa de España, con sus escalas,…
Igualmente la verdad
representa la realidad pero en su cualidad de representación.
¿Cuánto de charlatanes tienen
los sermones de los curas desde sus púlpitos? ¿De qué realidad hablan, a qué
realidad se refieren? ¿Su lenguaje es informativo, representativo? (y pido perdón
a los creyentes de buena fe que pudieran sentirse heridos, aunque nunca
menospreciados).
Muchas veces he afirmado que
ninguna religión es verdadera, como que ninguna religión es falsa, porque las
religiones son ajenas al esquema de verdad-falsedad.
El lenguaje religioso no es
un lenguaje fáctico, que se refiera a hechos, sino un lenguaje simbólico,
alegórico, con implicaciones morales, algo totalmente ajeno y distinto al
lenguaje científico.
Ya lo dijo Wittgenstein, que
no puede el discurso científico dar cuenta del discurso religioso, porque
pertenecen a juegos del lenguaje diferentes.
Lo fáctico y experimental vs
lo simbólico y alegórico.
No deben ser rechazadas las
creencias religiosas porque sean diferentes a los hechos científicos.
Pero no todos los mapas son
representativos de la realidad o de parte de ella, también hay “mapas
imaginarios”, como los que aparecen en una novela de aventuras en busca de un
tesoro, que no existe, como no existe esa “isla del tesoro” y que sólo tiene
sentido en cuanto se refieren a la novela, que es fruto de la imaginación del
novelista y no representa, ni intenta representar, a algo real, sino a algo
imaginario.
Y mi pregunta, y mi duda, va
por ese camino: ¿serán las creencias religiosas en la otra vida posterior, y demás
contenidos religiosos, como esos mapas imaginarios de una realidad que no
existe y que sólo tienen sentido, y valen, en tanto que hay una novela que
describe esa imaginaria e inexistente realidad?
¿Para qué sirve el mapa de la Isla del tesoro fuera de la
novela?
Es decir, sabemos que Don
Quijote de la Mancha
realizó sus aventuras en distintos parajes de la tierra manchega, pero cuando
pisamos y recorremos las localidades manchegas sabemos que Don Quijote nunca
estuvo en Puerto Lápice.
Don Quijote no existe fuera
de la novela y prescindir de ésta lleva a prescindir de nuestro héroe.
¿Quién puede dudar de las
influencias de todo tipo, de la relevancia cultural, artística, antropológica,
política,… de las religiones?
Yo mismo he defendido (y sigo
haciéndolo) la importancia de conocer y de impartir la materia de Cultura
Religiosa si queremos entender muchos aspectos de nuestra historia.
Y, todo ello, porque han sido
millones de personas que han creído la verdad de tantos dogmas, aunque hayan
sido y sean, ni verificables ni falsables.
Y cuando se afirma que lo
religioso es simbólico ¿de qué realidad es símbolo? Porque las banderas de
España o de Andalucía son símbolos de dos realidades, de España y de Andalucía.
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