Y sabemos que para muchos
ateos y anticlericales (si no para todos) las doctrinas religiosas no son más
que inventos de los clérigos para embaucar a los incautos y crear y mantener un
poder sobre ellos, convirtiéndolos en feligreses, manteniéndolos infantilizados
y siempre necesitados de tutores, que son, precisamente, ellos.
Quizá no sea totalmente así
(aunque mucho sí lo sea) porque ¿qué decir de la falsa Donación de Constantino
o la Sábana Santa
de Turín, del Santo Grial y de la Santa Cruz ,
del paño de la Verónica ,
de….de…?
¿Hasta qué punto puede ser
creído como real y verdadero lo incomprensible, lo indemostrable?
Pero es verdad que son muchas
las personas que creen en eso y uno se pregunta por qué y a lo que, muchas
veces, se contesta con que es una “falacia conativa” de G. Puente Ojea.
Creer es asumir que algo es
verdadero o que alguien existe sin tener constancia alguna de que exista.
Siempre me ha gustado la
definición de creencia que daba el sevillano-malagueño José María González
Ruiz: “creer en algo es exponerse a que aquello en lo que se cree no exista”
No me creo que un creyente
entienda mejor la vida humana, ésta de aquí abajo, mejor que un ateo o un
agnóstico, ni que la vivan mejor, creo que es exactamente al revés.
El creyente en la otra vida
hipoteca, si no toda, sí parte de su vida terrenal pues cree que la recompensa
será infinitamente mayor, el 100x1.
Es la apuesta de Pascal: “Si,
luego, no existe, es poco lo que pierdes, pero si sí existe es TODO lo que
ganas”
Camus, en su obra La Peste enfrenta las dos
visiones de la misma: la del cura –el Padre Panelous – con su visión del mundo
desde la religión, que la ve como el castigo divino porque Dios aparta la
mirada y deja de ser misericordioso por lo que sólo el arrepentimiento puede
conseguir que Dios vuelva a mirar al pueblo de Orán (donde se desarrolla la
novela) y desaparezca la peste.
En el otro extremo de la
novela está el doctor Rius, ateo, representante del conocimiento científico que
lucha denodadamente, junto a otros no creyentes, contra la peste para
erradicarla, convencidos desde esta perspectiva que ni la peste, ni la vida, ni
la muerte tengan que ver nada con Dios y sólo son cuestiones humanas.
Hay creencias humanas, las
que pueden ser verificadas o falsadas (mi paternidad respecto a mis hijas, o la
existencia de Alaska, o esa otra creencia de la que antes he escrito, la
solidez de la calle y mi creencia de que no va a hundirse cuando baje de la
acera y eche el pie fuera).
Y hay creencias (voy a
llamarlas “divinas”) religiosas en las que nada puede ni verificarse ni
falsarse, lo que supone un salto en el vacío sin saber si al otro lado de ese
salto hay algo o nada hay.
En la vida real, de cada uno,
¡cuántas creencias en algo sólo por la remota posibilidad (no probabilidad) de
que me toque el euromillón (al que juego semanalmente) porque lo deseo y por lo
que quiero creer y me veo millonario¡
¡Cuántas falsas esperanzas¡.
Cuántas decepciones no habremos tenido cada uno pero seguimos creyendo que
cualquier día..,
Las creencias justificadas
son aquellas que vienen envueltas en parámetros científicos (la creencia en que
si suelto esta piedra caerá verticalmente a la velocidad X y tardará en llegar
al suelo en el tiempo Y.
Y si es verdad que la
extensión y la mejora de la educación está haciendo cotizar a la baja las creencias
religiosas, también es verdad que se están colando creencias paranormales
(desde la para-psicología a los ovnis, desde la homeopatía al espiritismo
pasando por todas las terapias alternativas varias (piedras de no sé que,
aromaterapia,… o los milagros por las aguas de los santuarios de Lourdes,
Fátima,…descuidando y desconfiando de la medicina de corte científica).
(Yo, confieso que, si la
medicina y la cirugía, científicas, me fallaran de manera absoluta, pediría
cita hasta con el diablo)
Yo creo que existe la
“experiencia religiosa” y que no puede ser contrastada con metodología o
procedimiento científico, porque ni es intersubjetiva ni es reproducible a
voluntad.
No es, por lo tanto,
científica, pero no puedo ir más allá y afirmar que es, por lo tanto, falsa,
porque darse, se da, ocurre.
A veces la fe te impulsa a la
acción. Si crees que puedes saltar, en longitud, dos metros puedes intentarlo y
conseguirlo, pero si crees que puedes volar porque ese minúsculo pájaro lo hace
y te lanzas al vacío para poder batir las alas, esa creencia te lleva a la
muerte segura.
La fe sirve en el ámbito de
lo posible, pero no más allá.
La fe de conseguir resultados
posibles siempre ayuda, pero lo que no hace esa fe es convertir lo imposible en
posible.
El gran problema de la fe
religiosa es que la tierra firme está, siempre, del lado de allá de la muerte y
nunca podrás comprobarlo en vivo y en directo.
“Si Dios no existe, todo está
permitido” –dice un personaje de Los Hermanos Karamazov, de Dostoievski o “sin Dios y lo sobrenatural la vida no
tiene sentido”. Dos sentencias tan repetidas y tan manidas y, sin embargo,
falsas.
¿Cómo va a estar TODO
permitido si….o cómo que no tiene sentido la vida para un ateo o un agnóstico?
Quizá ambas sentencias sean,
tan sólo, la manifestación de unos deseos.
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