DIOS Y LAS RELIGIONES.
Pocas veces he estado más de
acuerdo con el tema “Dios o dios” como según lo interpreta Sampedro.
Hemos dicho (yo, al menos,
muchas veces) la frase de “yo creo en Dios (o dios) pero no en los curas”
Sampedro lo afirma de otra
manera:
“Yo respeto a
los creyentes, pero rechazo al clero”
Yo también, respeto a los
creyentes y a los no creyentes, respeto a todos los hombres por el mero y
simple hecho de ser “personas”, porque toda persona, en sí misma, es
respetable, es “digna de respeto”, aunque soy “intolerante” con opiniones,
ideas, creencias, doctrinas,.. “intolerables”
Con la persona, la religión,
la doctrina,… que proclame y defienda que la mujer es inferior al varón y que
debe estar sometida, en todo, a él, soy “intolerante” porque es “intolerable”
lo que dice y/o hace.
Es el clero el que adoctrina
y se instala en las mentes infantiles, sembrando y grapando esas creencias
absurdas, intolerables.
Respeto al clero, en cuanto
personas, lo rechazo en cuanto clero (“Y eso que estudiaste en el Seminario” –
me dicen algunos, lo que es verdad y lo que le agradezco es que me introdujeran
en el mundo de la cultura sacándome del mundo rural, del arado, allá, en mi
pueble salmantino)
Y, en esto, creo que todas
las religiones supervaloran al varón e infravaloran a la mujer.
O con quien defienda la
esclavitud,…
¡Cuántas veces no habré
escrito y dicho que si no distinguimos entre “Jesús de Nazaret” (posiblemente
un personaje histórico, que nació, vivió y murió en una provincia romana llamada
Judea, bajo el Imperio Romano) y “Cristo” (el “Ungido”, el “Hijo de Dios”, el
“enviado del Padre”…) que nada tiene que ver con la historia y sólo es objeto
de fe, de creencia; o si no distinguimos entre “Cristianismo” (que es una
religión, entre otras muchas y que no es una doctrina de Jesús, el Cristo, sino
que surgió y fue materializándose, concretándose, a través de varios siglos,
por sus seguidores) e “Iglesia” (que es una jerarquía de poder, con centro en
el Vaticano y con un Papa que es la cima de la jerarquía piramidal, muy
escalonada, y que es la que propone e impone unos dogmas (verdades a creer),
una moral (obras o conductas a practicar) y unos ritos y liturgias
(comportamientos externos a ejecutar).
Si no se distinguen esos
cuatro conceptos estamos condenados a liarnos, a no entendernos, incluso a
pelearnos.
Tengo publicado en el Blog
muchos artículos sobre esto, pero sobre todo hay uno que se titula: “Dios ha
muerto” y respuestas a la pregunta ¿qué entendemos por ese “Dios” que ha
muerto? Y que es una de las entradas más vistas por los seguidores.
Igual que he distinguido
entre “religiosidad” y “religión”, como cuando alguien afirma, alegremente, “yo
soy ateo, no creo en Dios, pero a mi Virgen del Rocío, ni tocarla”, con su
romería, su vivencia a flor de piel, con una auténtica creencia, con lágrimas
de por medio, con gritos y vivas ante la imagen y pidiéndole favores (salud,
trabajo, amor,….)
Afirma Sampedro, al hablar de
Dios:
“(…) Sentimiento espiritual. Lo que
tiene el hombre es sentimiento espiritual. Yo creo en la vida espiritual como
experiencia personal, pero la religión ya es otra cosa. Supone una relación,
con un supuesto ser, una colección de
dogmas y de ritos, y eso es otra cosa distinta (…) El ser que nos vende el
Vaticano (la Iglesia
como jerarquía y poder) es un ser antropomorfo, completamente creado a imagen y
semejanza del hombre, y no es admisible…”
Contra lo que siempre se nos
ha dicho, que Dios nos creó a su imagen y semejanza, ya Feuerbach y Marx, en el
siglo XIX, habían sentenciado que era “el hombre el que había creado a sus
dioses a imagen y semejanza de ellos”, pero sublimándolos.
Dios o los dioses (porque hay
muchos, tantos como culturas y, dentro de cada cultura, diferenciados) no son
sino las imágenes de los hombres, pero no como son, sino como ideales.
Dios es el hombre sublimado.
Si el hombre es bueno
(limitado) Dios es el Bien Absoluto.
Si el hombre tiene poder
(limitado) Dios es Omnipotente.
Si el hombre es más o menos
justo, Dios es Infinitamente Justo.
Si el hombre sabe algo, más o
menos, pero nunca todo, Dios es Omnisciente, “infinitamente bueno, sabio, justo
y poderoso” como nos inculcaban los curas en las catequesis, siguiendo el
catecismo de Ripalda o de Astete.
Dios es la imagen ideal y
deseada del hombre, por lo que adorar a Dios es adorar al hombre ideal.
Por lo que “imitar a Dios” es
“querer ser como ese hombre ideal que no soy, pero que me gustaría ser, que
deseo ser”.
Creer, pues, en Dios, como un
Ser ahí, en la realidad, fuera de mí, en el cielo, capaz de castigarme o de
premiarme, es estar “alienado religiosamente”.
A veces, mis alumnos me
preguntaban si creía en el alma, a lo que yo les respondía que no, porque el
“alma”, en castellano, es el “anima” latina y la “Psique” griega.
Y esos tres términos
significan “Vida” y en la “vida” no creemos, la vemos, la palpamos, notamos que
nos movemos, que cambiamos, y eso es el alma.
“Vida” es automovimiento, no
como el avión o el coche que si se mueven es porque, desde fuera, lo empujan,
tienen no “auto” sino “extra o hetero”, los mueve el motor, mientras que el
alma es “el motor del cuerpo”.
El árbol, el perro y yo
tenemos vida, nos movemos, cambiamos, crecemos, pero desde dentro, porque somos
“seres animados”, “seres vivos”, aunque distinto tipo de vida: vida vegetativa
o vegetal, vida sensitiva o sensual y vida humana o racional.
Yo no “creo” en el alma, la
noto, la palpo, la sé, lo sé.
¿Y su inmortalidad? NO.
Cuando el árbol se seca o se lo corta, cuando el animal muere o se le mata,
cuando el hombre fallece, el alma, la vida, desaparece.
Otra cosa es el “espíritu”.
Igualmente, cuando los
alumnos me tiraban de la lengua y me preguntaban si creía en Dios, cual gallego
(aunque soy salmantino de nacimiento, andaluz de adopción y malagueño de
corazón), respondía con una pregunta: ¿en qué Dios?
Respondo con Sampedro:
“Se puede creer en Dios, pero no en ése.
Se puede creer en Dios, llamando Dios al que desata y desencadena la inmensa
energía vital, que pone la vida en marcha y que la impulsa. Eso sí, un ser de
quien no podemos describir las cualidades que describen los teólogos (como las expuestas arriba), del que no podemos decir si es
compasionado (compasivo, cualidad humana)
o no, racional o no, porque es mucho más que eso y es incomprensible...
En ese dios que es energía pura, que
pone en marcha el universo, que es luz y materia pura, en eso podría creer.
Eso es la vida espiritual, la percepción
de esa energía, pero un Dios que negocia con Abraham, y que le dice: “si tú
haces esto (recordáis,
el sacrificio del único hijo que ha tenido, ya viejo) yo hago lo otro (tendrás una descendencia mayor que las
estrellas del cielo y las arenas del mar)…
¡Eso es un
negociante detrás de un mostrador!
Y la religión (las religiones) implica(n)
ese tipo de dios, como Alá, Jehová, Manitú, Baal, Ra… y como todos.
Eso no me interesa. Y a estas alturas de
la vida y de la ciencia, no es aceptable”.
¡Chapeau¡ Maestro, no puede
explicarse mejor. ¡Chapeau¡
¿Creer en ese Dios
antropomórfico, con cualidades humanas, aunque elevadas al infinito, en ese
Dios que puede castigarte y condenarte o puede premiarte, como cualquier
hombre, aunque para toda la eternidad, en ese Dios que, cual policía
omnipresente lo ve todo, lo que haces, aunque estés sólo, lo que dices, aunque
nadie te oiga, lo que no haces o no has hecho y deberías haberlo hecho, en ese
Dios que ve hasta tus propios pensamientos,…?
Ahora (y siempre) se
comprende mejor la obsesión de la
Iglesia por la presencia de la religión, como materia
obligatoria, en la Escuela
y a lo largo de todo el currículum, cuando la mente, la razón, en estado de
inmadurez está como una esponja, que todo lo absorbe, que todo lo traga, que
todo lo asume.
En palabras de Sampedro:
“Cuando yo era niño, en el catecismo que
nos imponían, el Ripalda o el Astete, se nos planteaba el sentido de la
existencia con la pregunta: “¿para qué nos creó Dios?” y la respuesta
categórica: “para servirle y adorarle en esta vida y, después, gozarle en la otra”
Naturalmente, con el tiempo (no, de niño, con mente infantil) comprendí el alcance de tamaña
barbaridad.
Me parece una afirmación tan monstruosa
que, en sí, es suficiente para destruir la creencia en ese Dios.
Imaginar que el Dios, Creador de los
cien mil millones de estrellas y demás, de pronto, un día, se da cuenta y dice:
“¡anda!, que no me adora nadie, a ver, necesito que alguien me adore”, y
entonces crea ese gusano que es el ser humano y le dice “adórame”, es lo más
impropio de la idea divina.
Para eso no se necesita ser Dios, es una
visión magnificada del ricachón del pueblo, que exige adulación todas las
mañanas”
Tierno Galván, un gran
intelectual, “el mejor alcalde de Madrid, en la democracia” (el otro es Carlos
III) solía decir que no creía en la existencia de Dios pero que si Dios existía
y era como los curas decían que era, omni… no podía castigarlo a él, porque era
un buen marxista, un humanista humanitario, que no sólo no había hecho mal a
nadie sino que le había procurado el bien a cualquiera.
Así expone esta idea
Sampedro:
“ (…) No sé si hay un Dios o no hay
Dios, pero me tiene completamente sin cuidado: por una razón: porque si hay un
dios como Dios manda, claro, no como manda el Vaticano (aunque el nuevo Papa en nada se parece al clásico Papa
de toda la vida) es imposible que me juzgue culpable.
Primero: porque yo no pedí venir a este
mundo, él me ha hecho.
Segundo: porque si le he salido mal, es
culpa suya, que construya mejor el juguete y
Tercero: porque aun siendo consciente de
haber hecho mal muchas cosas en mi vida, y que puedo haber perjudicado
involuntariamente a alguien, tengo la plena seguridad de no haber hecho daño
deliberadamente a nadie.
Maquinar, maquiavélicamente, cómo
hacerle la puñeta al de enfrente, no lo he hecho.
No, no lo he hecho porque hacerlo me
hubiera degradado a mí.
Por mí mismo, jamás he incurrido en esas
prácticas”
Y estoy seguro que ninguno de
los lectores de estas reflexiones lo han hecho, obrar maquiavélicamente contra
alguien.
Considerar esta vida como un
examen, para el que tienes que dedicar todo el tiempo en estudiar y que hay que
aprobar para salvarte eternamente, o considerarla como un valle de lágrimas en
vez de como un parque de atracciones en el que hay que divertirse, es de
personas y de religiones tristes, enlutadas, tétricas, impropias de un Dios
decente.
“Hay que sacrificarse,
resistir a las tentaciones, no caer en el vicio, practicar la virtud, pensar en
la otra vida, tener los hijos que Dios nos dé, aceptar que “lo que Dios ha
unido, que no lo separe el hombre” (¿pero esto qué es?, ¿en qué mundo vivimos?).
Cuando se afirma,
alegremente, que “Dios creó al hombre, a su imagen y semejanza” ¿qué estamos
diciendo? ¿Luego Dios es semejante al hombre?
¿No será al revés?
Y si somos los hombres los
que creamos a los dioses (para, después, creer en ellos) ¿Por qué no te creas
tu propio dios, a tu imagen y semejanza?
“Sí. Hay muchos dioses y diosas. Pero si
alguna vez necesitas a uno o a una, invoca al que/a la que quieras. Todos son
nombres y formas diferentes de lo mismo”
Repasas la historia de las
culturas y en todas aparecen sus mitos, tan distintos, con sus divinidades, tan
distintas, con…
Egipto, Babilonia, Grecia,
Roma, Escandinavia,…
Y es que el concepto de
“verdadera-falsa” no puede aplicarse a ninguna “religión o mitología”, sólo son
útiles y benefactoras o perjudiciales.
Ninguna religión es verdadera
porque no hay ninguna religión falsa. Ellas están, viven, en otro orden.
¿Cómo, en qué figuras han
sido representados los dioses?
“!Condenadas mitologías¡Me han atribuido
las formas y naturalezas más inverosímiles y ante todas ellas se han
prosternado los hombres adorándome.
He sido cocodrilo, volcán, serpiente,
río, cóndor, trueno y hasta transformista. Tan pronto me tenía que convertir en
águila para gozar de un muchachito (cosa que muchos hombres lograban sin
problemas), como volverme toro, cisne o lluvia de oro para poseer a una joven…
¡Qué trabajos! Y no quiero acordarme de tener que dejarme crucificar,
descuartizar, castrar, o cosas semejantes…”
Y un reproche o un desafío:
“Si habías creado a los hombres y te
habíamos salido tan defectuoso, no tenías derecho a castigarles: la culpa era
tuya…
Y una reflexión:
Si Dios es creador del Universo entero
¿puede sentirse ofendido por una sabandija que le salió mal y que araña la
superficie de un pequeño planeta?...
No olvides que el dios de las mitologías
es una creencia valiosa para muchos desgraciados ansiosos de esperanza. Por eso
está presente, con variantes, en todas las culturas, lo cual no prueba –como se
dice- la existencia de dios, sino la ventaja de inventarlo, a falta de algo
mejor, ofreciendo otra vida cuyo acceso administran (he aquí al múltiple clero) los que se erigen en
intérpretes y administradores de la divinidad.
Así surgieron Marduk. Allah, Ra, Odín,
Jehová y todos los demás”
(“El amante lesbiano”)
El mismo clero que,
“en su nombre, si es necesario, desata guerras o
dicta sin escrúpulos la pena de muerte. (…)
Los inquisidores han mandado a la
hoguera, tranquilamente, a los enemigos de su fe”
Y, para terminar:
“El problema no son los dioses, la
religión o las creencias de cada cual. El problema está en el fanatismo de una
mayoría y la astucia de la minoría en manipular y aprovechar en beneficio
propio la fe ciega en esa futura vida inmortal.
Se atemoriza a la gente con el tránsito
a la otra vida en vez de defender y disfrutar la terrenal, que es la suya por
nacimiento”
¿Se entiende, ahora, mejor la
sentencia del principio: “respeto a los creyentes, pero rechazo al clero”?
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