jueves, 18 de mayo de 2017

EL AMOR EN PLATÓN: EL BANQUETE: EL MITO DEL ANDRÓGINO (2)

Además, Platón atribuye El Banquete al ateniense Apolodoro, que es el que cuenta a varias personas (que no se citan) la historia de una comida, dada por el anfitrión, el poeta trágico Agatón (por haber sido premiado en un concurso por su primera tragedia) y a la que son invitados seis comensales elegidos: 1.- Sócrates. 2.- El joven filósofo Fedro, seguidor de Sócrates. 3.- El maduro Pausanias (amante de Agatón y defensor de la pederastia), que sabe, por su experiencia, lo que no sabe el joven. 4.- El médico Erixímaco. 5.- El elocuente poeta cómico Aristófanes; y 6.- También aparecerá Alcibíades, de unos 34 años y que está, entonces en lo alto de la popularidad.

Pero Apolodoro, en boca del cual se pone el argumento del Banquete, no asistió a la comida como invitado, sino que a él se lo ha contado uno de los invitados, Aristodemo, cuya veracidad está comprobada con el testimonio de Sócrates, que entra, por fin, en casa de Agatón cuando ya ha terminado la comida.

Siguiendo el consejo del médico, de Erixímaco, los convidados habían acordado beber moderadamente. Sócrates no está desde el principio y, cuando llega, ya están en la sobremesa y  despiden a la tocadora de flauta, comenzando la conversación.

Platón ha ideado el escenario perfecto, con un Sócrates sobrio, frugal, meditativo,… (¿Era así? NO, pero Platón lo presenta como el no afectado por la bebida sino en el completo uso de la razón, para poder argumentar sabia y fríamente).

Además, como en todos sus Diálogos, tras haber puesto sus pensamientos o teorías los intervinientes, será, siempre, Sócrates el que, en último lugar y tras haber oído a los anteriores, pone el broche final, en un lenguaje maravilloso, propio de un sabio, de un inspirado.
(¿Se nota, demasiado, la admiración que el de “amplias espaldas u omóplatos” (Platón) sentía por su maestro, Sócrates?)

Erixímaco, el médico, al que le habría tocado, en un sorteo, ser el maestro de ceremonias, el moderador (diríamos hoy) recogiendo una idea de Fedro, propone el tema: EL AMOR y que cada uno haga un discurso de alabanza, en honor a Eros (amor), iniciativa que es apoyada por Sócrates y que todos los invitados aceptan.

Ya tenemos el escenario, ya tenemos los personajes, ya tenemos el tema, se abre el telón y comienza la función.

El primero en tomar la palabra es FEDRO, el joven discípulo de Sócrates, que hará un discurso sobre Eros en la mitología y que recuerda el carácter divino de Eros y cómo este provoca una doble acción en el enamorado: inhibir los actos vergonzosos e incrementar los actos nobles.
Pero la acción divina se sitúa en el alma del amante, no del amado (como luego recalcará Sócrates)

El segundo en tomar la palabra es PAUSANIAS, que afirma la existencia de DOS Afroditas, dando lugar a dos tipos de “eros”, pero que los “hijos del espíritu” son superiores a los “hijos de la carne”

Ahora le toca a ARISTÓFANES, el gran poeta cómico, pero como le sobreviene un ataque de hipo le cede su turno a

ERIXÍMACO, el médico, que, apoyándose en lo que ha dicho Pausanias, entiende el amor como una fuerza cósmica, dando lugar a dos tipos de amores: el “amor bello” y el “amor morboso”.
Mientras el primero, el “amor bello”, hace unirse a los contrarios entre sí (entiéndase “varón” y “mujer”) y es causa de salud, el segundo, el “amor morboso”, que favorece la unión de los semejantes (entiéndase “varón-varón” y “mujer-mujer”) y representa una búsqueda egoísta de lo que es similar y que conduce a la enfermedad.

ARISTÓFANES, ya recuperado de su hipo, toma la palabra, no sin antes la advertencia del médico moderador de que debe hablar seriamente (recordemos que él es un cómico).
Va a exponer uno de los pasajes más conocidos del Diálogo, “EL MITO DEL ANDRÓGINO” (y que tan ampliamente he expuesto en spots anteriores, al acompañar a J.L. Sampedro y su ideal sexual del “andrógino”) considerando al amor como una búsqueda de la otra mitad complementaria.

Según Aristófanes, en el comienzo no eran dos sexos (varón y mujer) sino tres, también el “andrógino”.

En el comienzo las personas reunían en su cuerpo los atributos de los dos sexos conocidos en la actualidad.
Cada ser humano era un todo completo, redondo: la espalda y los costados formaban un círculo (eran dos unidos o adosados por la espalda, como pegados), tenía cuatro manos y cuatro piernas, dos caras idénticas, encima del cuello, y que miraban en direcciones opuestas, cuatro orejas, dos partes genitales,.. (Todo duplicado).
Caminaba girando las piernas, haciendo volteretas, como hacen los acróbatas.
Pero los dioses comenzaron a desconfiar de estas criaturas, felices en su autarquía, en su autonomía, en su independencia.

Entonces Zeus y los otros dioses del Olimpo se pusieron a deliberar de cómo castigar la insolencia de los habitantes de la tierra que se atrevían a cuestionar su poder, y que disfrutaban de una vida plena, sin invocarlos ni necesitarlos para nada.

(Es un poco el mito al revés: mientras los hombres, ignorantes e impotentes, necesitaron a los dioses a los que recurrir para que les solucionaran sus problemas de todo tipo (desde la salud a las riadas, desde el hambre hasta la fertilidad,…) ahora son los dioses los que necesitan a los hombres para que los adoren, los reverencien, los reconozcan capaces de solucionarlo todo,… pero como los hombres que expone Aristófanes son autárquicos, autónomos, independiente, felices y no necesitan a los dioses, éstos se ponen celosos e idean la manera de que se sientan necesitados).

Zeus, entonces, propone como estrategia y escarmiento “partirlos por la mitad para que sean más débiles y así los dioses no sólo se sentirán necesarios sino que tendrán el doble de adoradores y de “pedidores” o “postulantes” de favores)
De esa manera, caminarán sobre dos piernas y “como sigan insolentes, los partiremos, otra vez por la mitad, y andarán sobre una pierna y sólo tendrán una mano” (no sé si también, le partirían la cabeza por la mitad)

Entonces, una vez partidos en dos, cada mitad sentía añoranza de la otra mitad y se buscaban y si, por casualidad, se encontraban “se abrazaban y enlazaban sus cuerpos necesitados de fundirse en uno, como estuvieron en un principio, y era tan potente esa abrazo que hasta se morían de hambre porque no querían hacer nada una parte sin la otra”

Y si una de las partes moría, la que seguía viva buscaba ansiosamente un sustituto para enlazarse.

Eso es el amor: el deseo y la persecución de esa unidad perdida, una fuerza que de dos seres hace uno al juntar las dos partes que, por celos, habían dividido los dioses.

“Cada uno de nosotros es, por lo tanto, la contraseña de un ser humano ya que, como los peces azules, somos el resultado de una partición de un ser en dos, por eso cada uno busca su contraseña”.


(No sé a qué peces azules se refiere Platón)

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