LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS.
Las nuevas tecnologías han
ampliado inmensamente nuestro círculo potencial de relaciones humanas.
Las fronteras, físicas,
espaciales y temporales, con sus funciones separadoras, han desaparecido con la
llegada de las nuevas tecnologías.
Ahora mismo, desde aquí,
puedo entrar en comunicación con ciudadanos australianos y asistir a la ola de
sus incendios, compartiendo sentimientos con ellos.
Avanza una globalización
creciente, cada día y nuestro planeta tierra se ha convertido en una red de
comunicaciones vertiginosas hasta poder mandar dinero a tu hijo, en Nueva
Zelanda, donde se encuentra de Erasmus.
La pantalla del ordenador
constituye, cada vez más, el eje en torno al cual gira la vida de muchas
personas.
Esta situación ofrece
oportunidades fabulosas pero, a la vez, despierta tentaciones con consecuencias
nefastas.
Podemos utilizar los nuevos
avances técnicos para crear una comunidad universal respetuosa de todo lo
verdadero, bueno y bello que hemos adquirido en el seno de las distintas
culturas a lo largo de la historia, o para manipular y dominar a los otros
hasta extremos aterradores.
Porque “globalización
técnica” no equivale, por desgracia, a “solidaridad humana universal” aunque (y
hay que reconocerlo) también puede servir a ella.
Con ellas es posible lo mejor
y lo peor.
Las nuevas tecnologías, a la
vez que enriquecen nuestra información, en vivo y el directo, y nos permiten la
relación con innumerables personas, pueden privarnos de la clase de relaciones
interpersonales que nos es fundamental.
Puedes comprobarlo saliendo a
la calle y ver, sentados a una mesa tomándose una cerveza a 5 amigos, pero cada
uno con su móvil y chateando con alguien ausente, so haciendo caso a los
presentes.
Y digo en la calle como
podría decir en el autobús, en el paseo marítimo, hasta en los museos (que
podría aprovecharse para informarse de la obra que tienen ante ellos, pero no,
están hablando con alguien ausente y quedando a una hora para ir de copas.
Una de las situaciones que me
cabrean, y mucho, es cuando, tras haber estado un buen rato, en la cola, para
la ventanilla del Banco y cuando comienza a atenderte suena el teléfono y
atiende ale teléfono antes que a ti, y entra en una cuenta para decirle al
ausente que la factura del agua que le han cargado es de…cuando tú ibas
precisamente a pedir explicaciones de la factura del agua.
Una relación humana,
plenamente satisfactoria, requiere además de la presencia inmediata del otro,
con su palabra y su gesto.
Por esto la multiplicación de
relaciones a través de Internet puede afianzar, en vez de superar, el
aislamiento de los individuos humanos.
Existe el peligro de que una
sociedad informatizada equivalga a una sociedad deshumanizada.
Todos conocemos casos, a
montones, de suplantación de personalidad, de crear perfiles falsos, de quien
se llama Rosa pero es Francisco y en vez de tener 23 años tiene 56.
Los timos y las amistades que
se crean por Internet (un día sí y otro también) lleva a la pederastia, al
chantaje, a…. a…
Quizás nunca más que ahora ha
necesitado el hombre, con mayor urgencia, un suelo firme en que asentar su
caminar intelectual hacia la verdad, una verdad auténtica, lejos del artificio
de la realidad virtual.
Se nos crea el problema del
hombre creador y destinatario de la técnica.
El gran enigma del mundo no
es la ciencia ni la técnica, sino el hombre.
¿Qué es el hombre? ¿Qué es la
naturaleza de la que ha surgido el hombre? ¿Cuál es el fundamento último de
todo?
Pues las Nuevas Tecnologías
ni se plantean, ni resuelven esos problemas.
Su ámbito sigue siendo el
terreno de los medios y no tienen por qué determinar a la sociedad.
La misma tecnología es
compatible con diversas sociedades. Podemos optar por una o por otra. Y donde
quiera que haya que elegir, la reflexión filosófica puede jugar un papel
orientador.
¿Qué tipo de sociedad
queremos construir?
Porque existe el peligro (y
lo sabemos) de que el “creador” se convierta en esclavo de su “criatura”
Y la filosofía, o es
humanizadora, o no vale la pena.
Habrá que desenmascarar las
falsificaciones de lo real, transmitir coordenadas de sentido y relativizar las
nuevas tecnologías y todas las creaciones humanas.
Creo que era J. A. Marina el
que decía que “un burro, ante y con un ordenador, seguía siendo un burro”.
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