EL ERIZO Y LA ZORRA.
Así se titula la obra de Isaías
Berlín en la que reflexiona sobre la metáfora del Erizo y la Zorra al reflexionar sobre Tolstoi
y su Teoría de la Historia.
Esta metáfora viene de muy
antiguo, remontándose al poeta griego Arquloco que, en uno de sus versos dice:
“La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”.
El profesor Isaías Berlín,
muerto en Oxford, en 1.997, muestra que un erizo y una zorra pueden convivir en
una misma persona.
Eso es lo que sucede en
Tolstoi, el genial novelista de lo “particular” y feroz impugnador de todas las
“abstracciones” de los filósofos e historiadores que pretendían explicar dentro
de un sistema racional el desenvolvimiento humano.
El ensayo que acuñó una de
las dicotomías más populares de la historia de las ideas
Sinopsis de El erizo y el
zorro:
«Entre los fragmentos
conservados del poeta griego Arquíloco, uno dice: “Muchas cosas sabe el zorro,
pero el erizo sabe una sola y grande”.
La fórmula, según Isaiah
Berlin, puede servir para diferenciar a dos clases de pensadores, de artistas,
de seres humanos en general: 1.- Aquellos que poseen una visión central,
sistematizada, de la vida, un principio ordenador en función del cual tienen
sentido y se ensamblan los acontecimientos históricos y los menudos sucesos
individuales, la persona y la sociedad, y 2.- aquellos que tienen una visión
dispersa y múltiple de la realidad y de los hombres, que no integran lo que
existe en una explicación y orden coherente, pues perciben el mundo como una
compleja diversidad.
Isaiah Berlin, luego de
formularla, se apresura a prevenirnos contra los peligros de cualquier
clasificación de esa naturaleza.
En efecto, ellas pueden ser
artificiales y hasta absurdas. Pero la suya no lo es.
Todo lo contrario: muerde en
carne viva y resulta iluminadora para entender dos actitudes ante la vida que
se proyectan en todos los campos de la cultura.»
(Mario Vargas Llosa, en el
Prólogo a la obra).
“EL ERIZO Y EL ZORRO”
Es un ensayo de 1953 en
el que el filósofo Isaiah Berlin, conocido fundamentalmente a raíz de su
distinción entre la libertad positiva y la negativa, divide al mundo, sobre
todo a pensadores y escritores, en dos categorías: los Erizos y los Zorros.
Aunque estos animales tengan
ya ciertos valores asociados (baste recordar lo erizos de Schopenhauer (en P.D.),
Berlin los eligió de una forma un tanto aleatoria, basándose en un proverbio
atribuido al poeta griego Arquíloco que dice «Mientras que el zorro sabe de
muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola cosa».
Esta misma idea se recogería
tiempo después (aunque con moralina) en la fábula de Esopo titulada: «El Zorro
y el Gato».
Los Erizos simplifican la
complejidad del mundo y reúnen su diversidad en una única idea; los Zorros, por
otra parte, son incapaces de reducir el mundo a una sola idea y están
constantemente moviéndose entre una inmensa variedad de ideas y de
experiencias.
En la fábula de Esopo el Zorro
representa lo “negativo” y el Erizo (convertido en gato) lo positivo.
Cuando hablan de lo que
harían en caso de que vinieran cazadores a por ellos el Zorro se jacta de tener
muchas artimañas para poder escapar; el Gato, en cambio, reconoce tener solo
una artimaña.
Poco después llegan los cazadores y el Gato
lleva a cabo “su única” táctica o artimaña, subiéndose al primer árbol que
encuentra, mientras que el Zorro, que no sabe por cuál decirse, es rápidamente
capturado por los sabuesos.
Isaiah Berlin, sin embargo,
ofrece ejemplos de personajes en ambas categorías, sin entrar en valoraciones.
Entre los Erizos encontramos
a figuras como Platón, Lucrecio, Dante, Pascal, Hegel, Dostoievski, Nietzsche,
Ibsen o Proust; mientras que los Zorros estarían representados por personajes
como Herodoto, Aristóteles, Erasmo de Rótterdam, Shakespeare, Montaigne,
Molière, Goethe, Pushkin, Balzac o Joyce.
Un caso aparte, al que Isaiah
Berlin dedica bastante espacio, es León Tolstoi.
El escritor ruso parece, en
principio, inclasificable en ninguna de las dos categorías porque tiene el
talento de un Zorro y las creencias de un Erizo, era un “Zorro por naturaleza”
y un “Erizo por convicción”.
Bajo esta premisa hace un
análisis de su novela “Guerra y paz”.
En su ensayo “El Erizo y el Zorro” Isaiah Berlin, basándose en la conocida fábula griega, divide a las personas en zorros y erizos.
El zorro trata de cazar
erizos y es capaz de diseñar múltiples de estrategias complejas para
conseguirlo. Sin embargo el erizo, carente de elegancia, camina lentamente
buscando comida.
Cada vez que el zorro ataca,
el erizo se encierra en si mismo convirtiéndose en una bola de pinchos que hace
desistir en su ataque una y otra vez al zorro.
Las personas, equipos y organizaciones
que actúan como zorros se caracterizan por la complejidad de sus estrategias y
por la dispersión de sus acciones.
Sin embargo quienes actúan
como erizos destacan por la sencillez y simplicidad de sus estrategias.
No importa lo complejo que
sea el entorno en el que se mueva, ya que sus acciones tienden a ser sencillas,
tanto como que ya nada sobra.
Tan sencillo y evidente que
parece mentira que nadie se hubiera dado cuenta antes de ello.
Es curioso cómo frente a la
complejidad, triunfa la sencillez de lo evidente.
El filósofo Peter Hacker le
daría la vuelta a esta idea para hablar de Wittgenstein, afirmando que era un “Erizo
por naturaleza” pero que después de 1929 hizo un gran esfuerzo por convertirse
en un “Zorro paradigmático”.
La superioridad del Erizo
frente al Zorro, que ya estaba en la fábula de Esopo, se ha mantenido vigente
hasta la actualidad, especialmente en la cultura estadounidense, donde el Zorro
tiende a verse como una personalidad dispersa y caótica.
El gurú de los negocios,
James C. Collins, dice en su libro “Good to Great” que para triunfar
hay que tener mentalidad de Erizo, teniendo como único objetivo el éxito.
Pero, como ha quedado
demostrado con los ejemplos de Isaiah Berlin, hay grandes pensadores en uno y
otro bando.
P.D.
En 1851, el filósofo alemán
Arthur Schopenhauer escribió el "Dilema del erizo", una
parábola que trata sobre la "distancia óptima":
En un día muy frío, un grupo de erizos, que se encuentran cerca, sienten simultáneamente una gran necesidad de calor.
En un día muy frío, un grupo de erizos, que se encuentran cerca, sienten simultáneamente una gran necesidad de calor.
Para satisfacer su necesidad,
buscan la proximidad corporal de los otros, pero cuanto más se acercan, más
dolor le causan las púas del cuerpo del erizo vecino.
Sin embargo, debido a que el
alejarse va acompañado de la sensación de frío, se ven obligados a ir cambiando
la distancia hasta que encuentran la separación óptima (la más soportable).
Este mismo dilema fue incluso retomado por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, y también puede ayudarte a ti a replantearte en cada relación que construyes: ¿cuál es la distancia óptima?
Hay vínculos que funcionan
mejor a la distancia, otros que necesitan de la cercanía más íntima para seguir
existiendo.
No hay una receta determinada
porque cada relación es particular y construye sus propias normas.
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