Y lo peor de todo, es que esta
cultura crece cada día más y más, rompiendo las barreras de las edades y
alcanzando a todos los niveles de la sociedad, limitando cada día más las
relaciones interpersonales y reemplazándolas por una interacción virtual.
Más pendientes del teléfono que
de la conversación, incluso perdiendo la concentración del trabajo.
Estoy en la cola de lo que
sea (un banco, una librería o una ferretería), incluso ya siendo atendido y,
como le suene el teléfono o el móvil al que me atiende, tiene preferencia quién
está al otro lado que yo, que estoy ahí.
Quien está ausente tiene
preferencia sobre quien está presente.
Tiene nombre esa enfermedad: “tecnofobia”
(miedo incontrolable a salir de la casa sin el teléfono móvil).
Algunos de sus síntomas más
frecuentes son no llevar apagado, nunca, el móvil, llevarlo a todos lados,
usarlo hasta en el trabajo, o hasta dormir con él (imposible no tenerlo a mano,
en la mesilla de noche).
Y ya están esperando los
especialistas que proporcionen la ayuda necesaria para superar esta
dependencia.
Las nuevas tecnologías es el
campo en el que se mueve, hoy, la adolescencia y, más la juventud porque,
además, son los que más conocimientos de ello y mejor preparación tienen.
El instalador de esa Tele que
acabas de comprar te pregunta si hay un niño o un adolescente en la casa para
explicarle a él cómo funciona, cómo se usa, a qué botones hay que darle,…
Parece que las nuevas
generaciones han nacido con un móvil bajo el brazo, por lo que no
necesitan ni adaptación ni aprendizaje.
Y sin decir de la tablet y
del ordenador en su habitación individual en la que ni el padre puede violarla
sin previamente avisar y pedir permiso.
Esta adicción al teléfono
móvil, a esta “tecnofilia” (y a la que otros denominan “tecnobobos” a quienes
sufren esa adicción), constituye un fenómeno en auge que puede llegar a ser uno
de los grandes problemas de la sociedad moderna.
Entre sus consecuencias fisiológicas
más frecuentes figuran la “tendinitis” y el “síndrome del túnel carpiano”.
La primera consiste en una
sobrecarga o dolor en la base del dedo pulgar, debido a su intenso uso, y su
velocidad, al teclear (“textear” suelen denominarlo ya) mensajes en
el teléfono móvil.
La segunda consiste en
fuertes dolores en la muñeca o en la palma de la mano debido a una mala postura
de la muñeca al utilizar el ratón, aunado al exceso de tiempo que pasamos en el
ordenador.
Otro de los problemas (quizá
el más perjudicial, y aquí entran ya hasta los niños) es el abuso y, por tanto,
a la dependencia a los videojuegos, y que tiene como consecuencia el aislamiento
social (“No me hables que me come”), dificultad para conciliar el sueño por la
sobreactivación del cerebro, la irritabilidad, la ira y la ansiedad, lo que a
su vez les produce obesidad infantil y, por lo tanto, riesgo cardiovascular.
Para prevenir estas
adicciones, los expertos recomiendan vigilar el uso de esta tecnología en niños
y adolescentes, permitiéndoles solamente su uso por un lapso no muy prolongado
de tiempo y obligarlo a cortar (o cortarlo) cuando se cumpla ese lapso (aún con
el cabreo, el lloro, el mal gesto, la palabrota, el insulto, el “por favor”,…
¿Dónde ha quedado el
disfrutar de lo que te rodea, de una salida o puesta de sol, del olor de la
vegetación en el parque, de las macetas de tu terraza, de la conversación
agradable de esa persona a la que amas y te ama, a ser consciente de pensar en
ti mismo,…?
¿Cuánto tiempo pasas contigo
mismo, sin tu teléfono móvil, disfrutando lo que hay a tu alrededor en el mundo
real?
Deberíamos reflexionar ante
este problema, antes de que sea demasiado tarde.
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