2.- Se tiene por racional el
mejorar el bienestar material de todos mediante el aumento de producción de
bienes por medio de la utilización científico-técnica de las fuerzas naturales.
Pero, entre tanto, las
tecnologías y su empleo en la gran industria han tomado tal dimensión que la
acumulación de sus efectos secundarios tiende a la destrucción de nuestras
condiciones de vida.
Cierto que el progreso es
real en la técnica y en la tecnología y la producción de objetos materiales
creciente cada día.
No hay duda de que hemos
progresado en la cantidad, y en la calidad, de artefactos de los que estamos
rodeados y que, con ellos, se nos está haciendo más fácil la vida.
Y pensamos que “si nos
faltara la electricidad, Internet, el teléfono móvil, el ordenador, el aire
acondicionado,…” ¿qué sería de nosotros?
“Tenemos” más, mucho más y
mucho mejor, y si lo comparamos con lo que tenían nuestros padres (y sin
compararlo con el mundo de nuestros abuelos, y que me contaba mi abuela)… ¿Cómo
podían vivir así? –nos preguntamos.
En la ética y en la política,
sin embargo, pienso que el progreso en el sentido de un avance acumulativo,
paso a paso y fase tras fase, es en el fondo un mito o una ilusión.
“Tenemos” más, pero ¿“somos”
mejores personas?
¿Han ido parejos el progreso
material y el progreso moral?
Evidentemente NO.
Si en ciencia y tecnología el
progreso es evidente, también es evidente el retroceso moral.
Es verdad que hay solidaridad
pero también lo es el egocentrismo-egoísmo, tanto individual como social,
nacional, y hasta racial.
El individualismo se afianza.
La brecha económica aumenta.
Cada vez menos gente acumula
más capital, por lo que la pirámide social se ensancha por la base y decrece en
altura.
En medio de la riqueza está
creciendo la pobreza.
“No creo que, hoy, sea
posible sostener a toda una población de millones y millones de seres humanos a
base de molinos de viento y agricultura orgánica”.
Hay que recurrir a la ciencia
y a la tecnología y esto supone que, cuando abusamos, intervenimos causando un
cambio climático y demás consecuencias, riesgos manifiestos…
El conocimiento
científico y su aplicación han crecido de manera desproporcionada, la ciencia
crece sin que necesariamente esto implique que se desarrolle la sabiduría
necesaria para garantizar la supervivencia de la humanidad y del planeta mismo.
El mayor peligro para la
ciencia no es ella misma sino la “ignorancia que desvía nuestros actos, y con
frecuencia tiene resultados negativos para la naturaleza y efectos nocivos
contra nosotros mismos, porque lo que nos hace daño es lo que no sabemos (y con
frecuencia creemos saber) sobre la realidad, tanto del mundo como de nuestra
propia biología.
La ciencia y la técnica, en
su imperioso andar/correr, irrumpen en la vida del ser humano, influyendo en su
pensamiento, intereses, necesidades y valores.
Los potentes adelantos
científico-técnicos se convierten, cada vez más, en fuerzas productivas que
coadyuvan a la gratificación de los intereses y necesidades de las personas y,
teóricamente, al aumento de sus capacidades cognoscitivas.
Se hace cada vez más evidente
que el desarrollo de la ciencia y la tecnología permitieron la prevención y el
control de muchas enfermedades, la certeza en el diagnóstico y el tratamiento
de las diferentes patologías con la aplicación de los conocimientos destinados
al beneficio social del ser humano.
Pero cuando del uso (en que
el sujeto es el que “domina”) se pasa al “abuso” se pasa al estado de
“dominado”
En un mundo tecnológico en el
que ha surgido una dependencia de los aparatos tecnológicos y hemos hecho de
ellos herramientas básicas y vitales para encajar en la sociedad, ya no podemos
vivir despegados de estos aparatos, el teléfono móvil, por ejemplo, que es casi
como nuestro “mejor amigo”, nos acompaña a todos lados, sabe nuestros horarios,
nuestros secretos, saben casi todo sobre nosotros.
Yo, que viajo bastante en
autobús, cuando observo el silencio humano y a cada uno pegado a su móvil,
viendo o escribiendo o escuchando…y la pandilla con la que ha subido
desperdigada y olvidada su presencia real…
El uso siempre es
recomendable, pero el abuso llega a crear la dependencia, que no es una
cualidad recomendable para sentirnos orgullosos, porque nos impide vivir y
disfrutar nuestro entorno, de todo aquello que sí tiene vida.
La mayoría de las personas
interactúan con las pantallas no sé cuantas horas al día, más tiempo de lo
recomendado para seguir siendo “dominador” y no llegar a ser “dominado”,
“dependiente”, “esclavo”, robándole horas incluso al dormir.
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