A cada generación le gusta
identificarse con una gran figura mitológica o legendaria que es reinterpretada
en función de los problemas del momento.
Los hombres modernos gustaron
identificarse con Prometeo (despegándose de Adán), que, desafiando la ira de
Zeus, trajo a la tierra el fuego, desencadenando así, el progreso de la
humanidad.
En 1942, Camus sugirió que el
símbolo más representativo de la modernidad no era tanto Prometeo como Sísifo,
que fue condenando por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la
cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso.
Ahora, los posmodernos
dicen: "Hace falta ser tontos para saber que Prometeo no es Prometeo,
sino Sísifo, y empeñarse una y otra vez en subir la roca hasta lo alto de la
montaña".
¡Dejémosla abajo y
disfrutemos de la vida!
Los posmodernos tienen
experiencia de un mundo duro que no aceptan, pero no tienen esperanza de poder mejorarlo.
Éstos, convencidos de que no
existen posibilidades de cambiar la sociedad, han decidido disfrutar al menos
del presente con una actitud despreocupada.
La posmodernidad es el tiempo
del yo ("de “el yo” antes que de “el todos") y del intimismo.
Tras la perdida de confianza
de los proyectos de transformación de la sociedad, solo cabe concentrar
todas las fuerzas en la realización personal.
Hoy es posible vivir sin
ideales, lo importante es conseguir un trabajo adecuado, no oneroso y bien
retribuido, conservarse joven, conservar la salud,…En resumidas cuentas,
“pasárselo bien”, “Carpe diem”, “disfruta el momento”, “oveja que bala, bocado
que pierde”,… etc.
El símbolo de esta época,
pues, ya no es PROMETEO, y menos aún SÍSIFO, sino NARCISSO.
Los grandes principios éticos
y morales de la modernidad no se mantienen con carácter Universal, se entra en
un “moral de la situación”, que se resume en una frase: "todo
depende".
El hombre, en la
posmodernidad, empezó a valorar más al sentimiento que a la razón.
Los posmodernos niegan las
ideas de la modernidad sin analizarlas, ya que esto supondría tomar en serio la
razón, rechazan con jovial osadía los ideales propuestos por los modernistas.
Y dicen que el “deseo de
saber demasiado” sólo puede traer males.
Opinan que
el "pensamiento débil" tiene dos grandes ventajas sobre el
“pensamiento fuerte”:
1.- Hay que renunciar a buscar
el sentido único para la vida, porque conlleva una apuesta demasiada alta (todo
o nada).
2.-Las grandes cosmovisiones
(los “metarrelatos”) son potencialmente totalitarios.
Todo aquel que cree tener una
gran idea, un “metarrelato”, trata de ganar para ella a los demás y, cuando éstos
se resisten, recurrirá fácilmente al uso de la fuerza.
El individuo posmoderno,
pues, es ajeno y reacio a la “lógica racional” y obedece a “lógicas múltiples y
contradictorias entre sí” que se aplican según los momentos y las
circunstancias.
En lugar de un “yo común” lo
que aparece es una “pluralidad de personajes”.
Todo lo que en la modernidad
se hallaba en tensión y conflicto convive ahora mansamente, pacíficamente,
sin drama, sin pasión, sin furor.
El individuo posmoderno,
sometido a una avalancha de informaciones y estímulos difíciles de organizar y
estructurar, está en un incierto vaivén de ideas.
Fueron varias las
revoluciones que se sucedieron apoyadas en la razón.
Pero la Diosa Razón , en la peana, una
vez descabalgado el Dios cristiano, con el progreso por bandera, prometió
demasiado.
En la Postmodernidad
emerge, como uno de sus rasgos, la “Ética Social”
Postmodernidad tendería a
significar el primado de la Ética, construida no sobre el “principio de individualidad”
sino sobre el de “solidaridad intersubjetiva y social”.
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