La posmodernidad, se
caracteriza por:
1.- Considerar al hombre como
el producto de un proceso natural de evolución, que puede explicarse
mediante la razón científica sin recurrir a fuerzas ajenas a ese proceso.
2.- El proceso de desarrollo
evolutivo se desencadena por el mecanismo de la competitividad, que es la que
genera el progreso no solo de la especie humana en un entorno hostil, en el que
sólo sobrevive la especie más fuerte, sino competitividad dentro del mismo individuo
humano, ya constituido, y dentro del ámbito de la especie de la que forma
parte.
Competitividad específica y
competitividad individual.
3.- La Posmodernidad , es un
movimiento internacional, aunque históricamente hace referencia a un periodo
muy posterior a la modernidad, y concretamente tiene su auge a partir de la
década de los 70 de nuestro siglo.
4.- Teóricamente se refiere a
una actitud frente a la modernidad y a lo moderno.
Se trata de un movimiento
global presente en casi todas las manifestaciones culturales, desde las
películas a la arquitectura, desde la literatura a la pintura, desde la
filosofía a la televisión misma.
Los teóricos de la posmodernidad
sólo coinciden en un punto: que el escándalo radical provocado en su momento
por el arte moderno ha sido asimilado y recuperado por esos mismos
burgueses liberales que en un principio tan sorprendidos y críticos se
mostraron con él.
El filósofo francés
Jean-François Lyotard considera que la explosión de las tecnologías de la
información, y la consiguiente facilidad de acceso a una abrumadora cantidad de
materiales de origen en apariencia anónimo es parte integrante de la cultura
posmoderna y contribuye a la disolución de los valores de identidad personal
y de responsabilidad.
Todo vale, todo es útil.
“El metarrelato ha muerto;
“vivan los microrrelatos”.
Nietzsche ya había
sentenciado: “Dios ha muerto”, así que “vivan los dioses”.
“La verdad absoluta ha
muerto, así que “vivan las verdades”
“La felicidad ha muerto, así
que “vivan los momentos felices”
Los valores de Verdad, Bondad
y Belleza ya no son valores absolutos, ni mucho menos trascendentales.
La nueva época es una época
trágica, ya que nada poseemos a lo que podamos agarrarnos realmente, ni
siquiera el relato (considerado “metarrelato) kantiano.
“DESPUÉS DE NIETZSCHE NO SE
PUEDE SER KANTIANO.
Todo lo anterior ha perdido
validez.
Estamos en el laberinto, pero
sin el hilo de Ariadna (Derrida dixit).
Hasta Victoria Camps apostaba
por una Ética sin fundamento racional o, al menos, dentro del juego de reglas
prácticas.
Una racionalidad abstracta
quedaría obsoleta en pos de un tipo de racionalidad pragmática, mucho más
acorde con la Ética.
Adiós a la metafísica
tradicional, fácilmente justificadora de praxis sociales.
“Abandonar los aprioris es
abandonar el confort metafísico” lo cual no es ninguna tragedia para el
postmodernismo, sino algo mucho más divertido, “dedicarse a una tarea
decodificadora y sin pretender alcanzar el discurso puro.
Esa tarea decodificada
consistiría (para Victoria Camps) en:
1.- Razón crítica: negación
de lo que hay.
2.- Mantener la tensión, la
búsqueda, el diálogo.
3.- Razonar los enunciados de
valor: no justificarlos a partir de un imperativo, sino una “justificación
pragmática”, que significa creer que “el amor es la única ley”, “el universo es
infinito”…
En definitiva, deliberación
entre distintas alternativas: dialogar, conversar, no buscar esencias.
Seguir en el laberinto,
sabiendo que no hay hilo de Ariadna, e intentar vivir bien en él.
Recuerdo (y lo comentaba en
mis clases) el cuadro de Echer, donde los reptiles que suben una escalera,
vuelven al comienzo de la misma sin haber bajado nunca”.
Octavio Paz lo explicaba de
otra manera: “comienzos y acabamientos se parecen”.
Postmodernidad y Modernidad
son tan parecidos como un comienzo y un acabamiento.
Tal vez son lo mismo
metamorfoseados.
Se ha dicho que la
postmodernidad es un invento para vender moda, cine y literatura, una excusa
para nuevos diseños que antes no eran vendibles.
Tal vez en filosofía juegue
un papel semejante y sea una excusa para seguir reflexionando ante la crisis de
los sistemas anteriores, ante el anunciado “fin de la Filosofía ”, un modo de
evitar la muerte de la
Filosofía aunque esta muerte se evite volviéndonos a
amamantar en los pechos de la madre ya vieja.
Quizá, visto así, la
postmodernidad quede sólo como una nueva interpretación de lo mismo, otro modo
de comentarlo, una nueva hermenéutica.
No deberíamos dar un paso
atrás en la yo conquistado.
Ha muerto un dios, ha muerto
una filosofía, pero quedan diosecillos que luchan por asentarse en el Olimpo.
Hay que buscarles un nuevo
sitio donde sentarles en el laberinto en que nos encontramos, algo distinto a
esos grandes tronos de antaño, fuera del laberinto, a la luz del sol.
Me gusta el dicho: “muerto el
perro, se acabó la rabia”.
Pero ahora tendremos que
descuartizar al perro para conocer la rabia.
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