jueves, 9 de abril de 2020

LA FILOSOFÍA Y LA POSTMODERNIDAD.



La pregunta que hoy se plantea el estudiante (y también el Estado) –dice Lyotard- no es si lo que dice la filosofía ¿“es verdad”? sino “¿para qué sirve”?
Aunque ya había respondido esa pregunta hace 2.500 años un tal Aristóteles: “para nada práctico”.
La filosofía es un saber sabroso, que sabe bien, que se paladea, y en eso consiste, no es un útil que sirva para otra cosa, porque lo útil vale en cuanto sirve para otra cosa, mientras la Filosofía es un saber libre de servidumbre, es una “señora”.

Cuando oigo que la finalidad de la Filosofía es “enseñar a pensar” me pregunto: “¿pensar qué, sobre qué?” porque pensar es “pensar algo, siempre se piensa sobre algo, no sobre nada, sobre el vacío.

Enseñar la Historia de la Filosofía es decirle al alumno que piense sobre lo que han pensado y dicho los grandes filósofos, contextualizándolos en su época, en su cultura, en su sociedad, no desubicándolos de su tiempo y de su espacio social y cultural, no interpretándolos con la mentalidad del siglo XXI.

Somos nosotros los que tenemos que ir allí y juzgarlos con aquellos ojos, no con los nuestros en al ahora y en el aquí.

La Historia de la Filosofía no es un paseo, una excursión, sobre las tumbas de hombres muertos y enterrados, olvidables ya.

“Nadie avanzará muy lejos en sus reflexiones filosóficas si antes no ha estudiado la Historia de la Filosofía” –afirma E. Gilson.

¿Alguien piensa que los hombres más creadores y originales de nuestra época desconocían la Historia del Pensamiento?
¿Alguien se imagina a un físico que no haya estudiado, antes, o al mismo tiempo, la Historia de la Física?

Sobre esto  la Postmodernidad es un concepto aplicable a un mundo decadente, sin presupuestos fuertes, en el que se ha perdido el respeto por lo anterior y sólo vale lo nuevo.

La Postmodernidad cuestiona la cultura europea.

A pesar de los grandes progresos en el dominio de la naturaleza, la sociedad ha experimentado notables retrocesos.

Frente a la euforia de la Ilustración, a pesar de los proclamados ideales de Libertad, Igualdad, Justicia, Democracia,…el mundo despierta cada día angustiado por el moderno “terror” de los Estados Democráticos.

“En Auschwitz se ha intentado eliminar a un pueblo en nombre de la Razón
“Este es el crimen que abre la Postmodernidad” –afirma Lyotard.

La Modernidad quiso ser sinónimo de “progreso” y lo fue en muchos aspectos.
Suplantó a la Edad Media y ya en el siglo XV inventó la imprenta (y dijo adiós a los amanuenses), se aprovechó de la diáspora intelectual tras la caída de Constantinopla, agrandó el espacio, mirando hacia el cielo, con el telescopio, y hacia delante, descubriendo América.

Substituyó el concepto de Cristiandad por el de Europa.
Europa es la Cristiandad que acepta las culturas del Mediterráneo, particularmente la de Grecia.

Económica y socialmente la historia del mundo moderno es europea y los demás continentes tuvieron que sincronizar con ella, europeizándose.

Esta cultura europea llevó a cabo:

1.- La emancipación del poder civil frente a la teocracia del poder religioso-eclesiástico

y 2.- Emancipando a la sociedad de las costumbres y tradiciones recibidas, intentando acabar con la ignorancia.

El Renacimiento no fue la vuelta a la antigüedad resucitando sus pensamientos, sino su forma de pensar, su forma de mirar y ver el mundo, algo nuevo hasta ahora desconocido por el hombre: el trabajo.

Y trabaja sin avergonzarse de ello, no es como en la antigüedad que el trabajo era…

Es el nacimiento de un nuevo “homo faber” que ya no sólo hace cerámica, armas…sino técnica y tecnología que aplicada a la industria…

“Con Copérnico y Colón aparece una voluntad de expansión”

Se quiere saber por sí mismo, sin necesidad de tutores, y menos religiosos, se celebra la mayoría de edad, “sapere aude” y a través de dos vías: la de la experiencia y la de la razón y, además combinadas, acelerando el progreso.

Mientras la experiencia se asienta en las Islas Británicas, tanto con la hormiga de Bacon y el Novum Organon como método (pero con su utopía tecnológica, la Nueva Atlántida) en el continente europeo domina la razón de Descartes, la araña de Bacon.

Pero, cuando se combinan ambas (hormiga empírica y araña racionalista) sale la abeja con su miel.

Fue tal el culto a la Razón que la divinizaron, apeando al Dios cristiano, sustituido por la Diosa Razón.

París fue el símbolo progresista del cambio social, es decir, de la supresión de los destinos individuales (pequeño mundo burgués) en destino del pueblo o Estado democrático.

Notre-Dame encarnó los valores tradicionales, religiosos y Les Halles (los mercados cubiertos, las naves) y las galerías comerciales el espíritu alegre del progreso.

París dejó de ser corte para devenir en “La ville des Lumieres”, el paraíso.

Pero la clase trabajadora tiene que salir del centro y asentarse en la periferia,  irse a los arrabales parisienses, ante la subida de los alquileres.
Los barrios de París pierden su propia fisonomía y surge el “cinturón rojo”.
Así se aliena a los parisienses de su ciudad.

Triunfo de la Razón, en todos los ámbitos.

“Tenemos” más cosas y mejores cosas pero ¿“Somos” mejores, más felices, más Libres, más Iguales, más Justos o reina la Injusticia con el acaparamiento de unos cuantos y la exclusión de los más, con la brecha cada vez mayor entre una minoría y la mayoría, con la nueva esclavitud a los nuevos ricos y la dependencia de la propia maquinaria por ellos inventada?

El “ser” y el “tener”.

“Fin de una ilusión” es el título que encabeza la introducción de Erich Fromm a su libro: “Tener o ser”.

La Gran Promesa de un Progreso ilimitado, la promesa de dominar la naturaleza, la abundancia material, de “mayor felicidad para el mayor número de personas”, y de libertad personal sin amenazas, ha sostenido las esperanzas y la fe de la gente desde el inicio de la época industrial,

Pero la época industrial “no ha podido cumplir su Gran Promesa”

La Postmodernidad es un nuevo –moderno- punto de vista ante los no resueltos problemas de siempre.
Pero los mismos problemas, ahora, deben ser replanteados de distinta manera.

Se culpa a la Ilustración de las dictaduras modernas.

Por doquier se proclama “el ocaso de las ideologías”.

La Postmodernidad reflexiona sobre el fracaso de cinco siglos de supuesto progreso.

Vuelve el liberalismo.

Se proclama el fin de la cultura racionalista y de los “valores de la modernidad”, encarnados en el pensamiento alemán y la balanza se decanta a favor del empirismo anglo-americano.

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