¿Cómo “enseñar” y “qué
enseñar” el profesor para que “aprenda” el alumno?
Para ello, como el centro
debe ser el “alumno aprendiz” deberíamos saber, previamente, cuáles son sus
necesidades, sus preocupaciones, sus vivencias para adaptar el temario a sus
necesidades y no lo que hasta ahora se ha hecho, intentar que el alumno se
acople a la programación previa que el profesor ha confeccionado.
Si el profesor programa una
Unidad Didáctica antes de contar con el alumno está considerando a éste como un
medio para que se cumpla el fin: la Unidad Didáctica del profesor.
“El alumnado”, en el que
creemos pensar a la hora de programar, no existe, los que realmente existen son
“esos alumnos, sentados en esa silla, de esa clase,…”, los de carne y hueso, lo
el abstracto pensado.
Es lo que antes hemos
afirmado, la consideración del alumno como un recipiente vacío que hay que
llenar y es con esas unidades didácticas que el profesor ha confeccionado en la
soledad de su despacho y que cree firmemente que son los alimentos necesarios y
útiles para el alumno, sin haberle, previamente, preguntado y saber de sus
vivencias, de sus preocupaciones, de sus sentimientos, de sus necesidades,…
Ese alumno estará motivado
para ese estudio si se conecta con su personalidad, sus necesidades, sus
aspiraciones,…con su vida.
Esta desconexión suele ser la
principal causa del fracaso escolar.
Y si estudian suele ser por
aprobar y no suspender (gratificación y penalización sociales o familiares,
pero no personales ni satisfactorias)
Pero no es el profesor quien
debe motivarlos, la motivación es interna.
Lo que el profesor debe hacer
es intentar averiguarla y encender la chispa.
Pero con cada alumno, porque
cada uno es hijo de su padre y de su madre, y eso puede conseguirse si el
profesor es sólo “guía” de los alumnos y éstos participan en la clase y se
tiene en cuenta su opinión al sentirse valorado y siendo solidario.
Hay que desterrar la
competitividad, el individualismo, la insolidaridad,…ajenas y contrarias a una
sociedad sana.
Y es la participación
colectiva, el diálogo, el trabajo en grupo, la solidaridad,…lo que se necesita
en/para una sociedad democrática sana y plural.
Autarquía, capacidad crítica,
tolerancia con las opiniones de los otros, respeto a los demás.
Sólo así el individuo aprende
que la verdad no es una verdad establecida e inamovible, sino una meta utópica
que ha de ser conseguida entre todos.
Sólo así se hace realidad que
es la persona concreta el centro de la actividad del aula.
Y si, hasta ahora, se ha
concebido el saber compartimentado, fraccionado, en piezas independientes, el
saber debe ser concebido sistemáticamente, un saber global y complejo,
interaccionando las diversas disciplinas.
Si el ser humano es un
sistema biológico organizado y complejo por lo que está abierto y en relación
permanente con el entorno, también complejo, en un permanente intercambio de
información y respuesta.
Lo absurdo es que el hombre
se cargue el medio ambiente por no saber captar su mensaje o, peor, sabiéndolo
írselo cargando, como si éste no fuera una “conditio sine qua non” él podría
seguir viviendo.
Y la enseñanza ha sido y
sigue siendo compartimentado, por asignaturas, un saber multilineal, el paradigma
clásico, tradicional, que no puede captar la complejidad del entorno.
Querer comprender una
realidad compleja con un conocimiento lineal es asegurar el fracaso de la
enseñanza con el paradigma tradicional.
Yuxtaponiendo saberes
lineales no puede comprenderse la complejidad del entorno, de ahí la necesidad
de la trans-disciplinariedad, que no es igual que la yuxta-disciplinariedad.
Sabemos que el hemisferio
izquierdo del cerebro está especializado en el lenguaje lógico-racional de
carácter lineal, mientras que el hemisferio derecho es más globalizador,
intuitivo, por lo que está más relacionado con el mundo estético.
Como todos sabemos, el
paradigma tradicional apuesta por el izquierdo, el lineal.
Nada que ver con la imagen,
la música, lo audiovisual, del derecho.
Habrá que olvidarse de la
clase magistral, vertical, desde el profesor (activo) al alumno (pasivo) y que
sea el alumno el centro de la enseñanza y el elemento activo.
Trabajos en grupo (pequeño o
grande), comentarios de textos, diálogos, salidas fuera del aula, videos,
películas, cintas de música, cómics,…que favorecen la relación personal y la
participación más que la clase magistral.
Habrá que cambiar el método
didáctico aunque no puede olvidarse que la resistencia al cambio es un mecanismo
biológico de defensa.
Y la pregunta es: si lo
natural es la homeostasis (la resistencia al cambio) ¿por qué empeñarnos en el
cambio?
Porque el hombre, en vez de relacionarse
positivamente con el medio ambiente, está destrozándolo, poniendo en peligro el
futuro y la supervivencia de la humanidad.
¿Cuándo la Razón Vital se impondrá a la Razón Tecnológica y olvidarse
del Método Tradicional, lineal, y apostar por el Método Activo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario