jueves, 12 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD ( 4 )



Nunca la mesa ha estado más llena, con mejor comida y bebida, con más comensales, con más alegría,…

Los que estaban a régimen lo suspenden temporalmente (“un día es un día”), los diabéticos comerán (o se hartarán) de turrones y dulces variados, y los abstemios brindarán con vino de marca y sin faltar el champán o el cava.

Gastronomía tradicional y según las distintas partes del mundo.

Se ríe, se baila y se canta, villancicos y canciones populares, de contenido campesino y/o pastoril, acompañados de variado instrumental, empezando por la pandereta, el almirez y la botella de anís raspando su superficie con el rabo de la cuchara.

Todo es coral, desde la comida a la sobremesa, con “los peces en el río”, con “campana sobre campana”, “dime niño de quien eres” o “esta noche es Nochebuena // y mañana Navidad // dame la bota, María // que me voy a emborrachar” (nada menos que pedírselo a la Virgen María para emborracharse, aunque el Nacimiento, para un creyente, bien merezca una borrachera).

Toda fiesta demanda el exceso (recordar las Bodas de Caná: “no tienen vino” –dijo María a su Hijo.

Alegría profana para/por un nacimiento religioso: comer, beber, cantar, brindar,…

Esta noche hasta Dios hace la vista gorda y no se peca practicando esos vicios que durante el resto del año sí son pecados.
Todo sea por Dios.

Hay fiesta hasta en el cielo, donde los querubines, los serafines, los ángeles, los arcángeles, las dominaciones, los tronos y las potestades cantan y cantan sin parar con sus voces celestiales.
Que no falte ni la imaginación.

Y la versión mundana de la alegría seráfica empieza con el desfile de los pastores, sus corderos al cuello, el requesón, manteca y vino (¿vino para el niño?)
Hasta los pajaritos cantaban, el agua se iba riendo, los peces beben y beben y vuelven a beber,…mientras la Virgen se está peinando // entre cortina y cortina // con sus cabellos de oro // y el peine de plata fina.
Y, todo ello, en el entorno de una cueva, en cuyo cartel, en la entrada, dos angelitos gordinflones, despliegan una pancarta-anuncio de que ha nacido Dios y en el cielo hay alegría (“hosanna (júbilo, alegría) en el cielo”)

Hasta San Juan de la Cruz: “Los hombres decían cantares // los ángeles melodía…

Que todo contribuya a la cohesión social y a la supervivencia cultural, empezando por la primera célula social: la familia.
Luego a la calle, con la zambomba y la pandereta, para agrandar la cohesión social.
Hasta el Papa da la bendición Urbi et Orbi, nada menos. Cohesión humana terrenal. Que nadie se quede fuera. El nacimiento de Dios lo merece y lo exige.

¿Y el Aguinaldo, qué me decís del Aguinaldo, con el pincho para clavar chorizos, morcillas, farinatos,…en mi Salamanca, y el saco para meter la dádiva en especie no matancera?
Hay que aprovechar la dadivosidad de la gente, que se trona amable, generosa, alegre y receptiva en estas fiestas.
(Nada que ver con el “truco o trato” gringo y su ridículo disfraz)

Hasta “en los pueblos de mi Andalucía // los campanilleros en la madrugá // me despiertan con sus campanillas // y con sus guitarras…de Dolores Jiménez Alcántara (La Niña de la Puebla).

Ningún rincón, ninguna calle vacía, oscura y en silencio.

“Noche de paz // noche de amor // todo duerme en rededor…” ¿quién, en estas fiestas, no lo ha cantado (o tarareado, al no conocer toda la letra)?

Fiesta, sí, pero amor, también, en estas fiestas, no hay interés de por medio y, como refleja el dicho: “lo que no se mueve por amor, se mueve por interés”.

No es la Nochebuena una fiesta de la Razón, sino del Corazón (porque si metes el bisturí de la Razón en el acontecimiento y lo diseccionas, lo estropeas todo.
No es tiempo de preguntar por el acontecimiento (misterio de cómo es posible que Dios se haga hombre y nazca en una cueva de un lugar que apenas viene señalizado en el mapa, en un pueblo escogido y tan reducido, sino de vivir el momento del nacimiento.

Mucho cantar (es el lenguaje propio de estas fiestas) y poco hablar (el lenguaje de casi todo el resto del año)

Mito y Música, codo con codo, apoyándose mutuamente, para la Nochebuena y la Navidad,

Se bebe para cantar, se canta para beber, se come para bailar y se danza para comer,…y todo “a la mayor gloria de Dios”

En un villancico (y eso lo sabemos todos), en un lenguaje sencillo, es esa sencilla composición musical y poética, la idea principal es la que se muestra en el estribillo, que se repite una y otra vez y cuyo origen parece ser una tonada campesina que solía cantarse sólo o acompañada de/por escasos y rústicos instrumentos musicales de raigambre pastoril y que, posteriormente, habría sido reelaborada y refinada por poetas y músicos de oficio dando lugar a lo que se llama “villancico culto” (“Noche de paz” –por ejemplo), pero que continuará con ese sabor musical al ser cantado por todos los que quieran incorporarse, porque nadie desentona y es bien venido a la fiesta.

El Niño siempre será de raza blanca, gordinflón, rubio (como el oro, que reluce más que el sol) siempre relacionado con la Luz y, a pesar del frío que debería haber en ese lugar, en ese día de ese mes, siempre está semidesnudo, con sólo el pañal que oculta a la vista de todos su sexo.

Todo el ambiente que rodea la escena (la cueva, los animales, sus padres, los pastores,…) es acogedor, placentero, que despide y se respira calor y color.

El mito, tanto el pagano como el cristiano, tiene un origen campesino, surgido en una comunidad rural, alejado de lo oficial.
Es un mito sencillo, elemental, de raíces populares. Aunque luego llegue a edulcorarse con vestimenta principesca…

Pero el mito cristiano muestra esa doble dimensión: la divina (Dios se hace hombre y nace como todos los hombres) y la humana (que lo acepta y lo festeja) y sin reparar en gastos, por todo lo alto, echando la casa por la ventana, en plan despilfarrador (“que allí no falte de ná”), lo que se manifiesta en la cantidad, calidad y variedad de lo que se muestra en la mesa familiar.
Es la celebración profana terrenal del acontecimiento divino.

El mito, religioso, es liberador para todo el pueblo, el “pueblo de Dios”, (la especie humana) de las cadenas del pecado pero también muestra la cara política: ese niño será el que quiera liberar al pueblo judío (el pueblo elegido para nacer y al que ha estado protegiendo durante miles de años) subyugado por el poder imperial romano.

Satán subyuga al hombre, por el pecado, original, con el que ya nacemos, y Roma subyuga a Palestina, ocupada y convertida en provincia, por las armas, por la conquista, y la misión de la “encarnación” es esa doble liberación.

Éste último es el Mesías, humano y judío, liberador del pueblo elegido para nacer y durante tanto tiempo esperado pero que, al divinizarse, liberará a toda la humanidad, ya no de la dominación terrenal romana sino de dominación satánica del pecado.


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