Nunca la mesa ha estado más
llena, con mejor comida y bebida, con más comensales, con más alegría,…
Los que estaban a régimen lo
suspenden temporalmente (“un día es un día”), los diabéticos comerán (o se
hartarán) de turrones y dulces variados, y los abstemios brindarán con vino de
marca y sin faltar el champán o el cava.
Gastronomía tradicional y
según las distintas partes del mundo.
Se ríe, se baila y se canta,
villancicos y canciones populares, de contenido campesino y/o pastoril,
acompañados de variado instrumental, empezando por la pandereta, el almirez y
la botella de anís raspando su superficie con el rabo de la cuchara.
Todo es coral, desde la
comida a la sobremesa, con “los peces en el río”, con “campana sobre campana”,
“dime niño de quien eres” o “esta noche es Nochebuena // y mañana Navidad //
dame la bota, María // que me voy a emborrachar” (nada menos que pedírselo a la Virgen María para
emborracharse, aunque el Nacimiento, para un creyente, bien merezca una
borrachera).
Toda fiesta demanda el exceso
(recordar las Bodas de Caná: “no tienen vino” –dijo María a su Hijo.
Alegría profana para/por un
nacimiento religioso: comer, beber, cantar, brindar,…
Esta noche hasta Dios hace la
vista gorda y no se peca practicando esos vicios que durante el resto del año
sí son pecados.
Todo sea por Dios.
Hay fiesta hasta en el cielo,
donde los querubines, los serafines, los ángeles, los arcángeles, las
dominaciones, los tronos y las potestades cantan y cantan sin parar con sus
voces celestiales.
Que no falte ni la
imaginación.
Y la versión mundana de la
alegría seráfica empieza con el desfile de los pastores, sus corderos al
cuello, el requesón, manteca y vino (¿vino para el niño?)
Hasta los pajaritos cantaban,
el agua se iba riendo, los peces beben y beben y vuelven a beber,…mientras la Virgen se está peinando //
entre cortina y cortina // con sus cabellos de oro // y el peine de plata fina.
Y, todo ello, en el entorno
de una cueva, en cuyo cartel, en la entrada, dos angelitos gordinflones,
despliegan una pancarta-anuncio de que ha nacido Dios y en el cielo hay alegría
(“hosanna (júbilo, alegría) en el cielo”)
Hasta San Juan de la Cruz : “Los hombres decían
cantares // los ángeles melodía…
Que todo contribuya a la
cohesión social y a la supervivencia cultural, empezando por la primera célula
social: la familia.
Luego a la calle, con la
zambomba y la pandereta, para agrandar la cohesión social.
Hasta el Papa da la bendición
Urbi et Orbi, nada menos. Cohesión humana terrenal. Que nadie se quede fuera.
El nacimiento de Dios lo merece y lo exige.
¿Y el Aguinaldo, qué me decís
del Aguinaldo, con el pincho para clavar chorizos, morcillas, farinatos,…en mi
Salamanca, y el saco para meter la dádiva en especie no matancera?
Hay que aprovechar la
dadivosidad de la gente, que se trona amable, generosa, alegre y receptiva en
estas fiestas.
(Nada que ver con el “truco o
trato” gringo y su ridículo disfraz)
Hasta “en los pueblos de mi
Andalucía // los campanilleros en la madrugá // me despiertan con sus
campanillas // y con sus guitarras…de Dolores Jiménez Alcántara (La Niña de la Puebla ).
Ningún rincón, ninguna calle
vacía, oscura y en silencio.
“Noche de paz // noche de
amor // todo duerme en rededor…” ¿quién, en estas fiestas, no lo ha cantado (o
tarareado, al no conocer toda la letra)?
Fiesta, sí, pero amor,
también, en estas fiestas, no hay interés de por medio y, como refleja el
dicho: “lo que no se mueve por amor, se mueve por interés”.
No es la Nochebuena una fiesta
de la Razón ,
sino del Corazón (porque si metes el bisturí de la Razón en el acontecimiento y
lo diseccionas, lo estropeas todo.
No es tiempo de preguntar por
el acontecimiento (misterio de cómo es posible que Dios se haga hombre y nazca
en una cueva de un lugar que apenas viene señalizado en el mapa, en un pueblo
escogido y tan reducido, sino de vivir el momento del nacimiento.
Mucho cantar (es el lenguaje
propio de estas fiestas) y poco hablar (el lenguaje de casi todo el resto del
año)
Mito y Música, codo con codo,
apoyándose mutuamente, para la
Nochebuena y la
Navidad ,
Se bebe para cantar, se canta
para beber, se come para bailar y se danza para comer,…y todo “a la mayor
gloria de Dios”
En un villancico (y eso lo
sabemos todos), en un lenguaje sencillo, es esa sencilla composición musical y
poética, la idea principal es la que se muestra en el estribillo, que se repite
una y otra vez y cuyo origen parece ser una tonada campesina que solía cantarse
sólo o acompañada de/por escasos y rústicos instrumentos musicales de raigambre
pastoril y que, posteriormente, habría sido reelaborada y refinada por poetas y
músicos de oficio dando lugar a lo que se llama “villancico culto” (“Noche de
paz” –por ejemplo), pero que continuará con ese sabor musical al ser cantado
por todos los que quieran incorporarse, porque nadie desentona y es bien venido
a la fiesta.
El Niño siempre será de raza
blanca, gordinflón, rubio (como el oro, que reluce más que el sol) siempre
relacionado con la Luz
y, a pesar del frío que debería haber en ese lugar, en ese día de ese mes,
siempre está semidesnudo, con sólo el pañal que oculta a la vista de todos su
sexo.
Todo el ambiente que rodea la
escena (la cueva, los animales, sus padres, los pastores,…) es acogedor,
placentero, que despide y se respira calor y color.
El mito, tanto el pagano como
el cristiano, tiene un origen campesino, surgido en una comunidad rural,
alejado de lo oficial.
Es un mito sencillo,
elemental, de raíces populares. Aunque luego llegue a edulcorarse con
vestimenta principesca…
Pero el mito cristiano
muestra esa doble dimensión: la divina (Dios se hace hombre y nace como todos
los hombres) y la humana (que lo acepta y lo festeja) y sin reparar en gastos,
por todo lo alto, echando la casa por la ventana, en plan despilfarrador (“que
allí no falte de ná”), lo que se manifiesta en la cantidad, calidad y variedad
de lo que se muestra en la mesa familiar.
Es la celebración profana
terrenal del acontecimiento divino.
El mito, religioso, es
liberador para todo el pueblo, el “pueblo de Dios”, (la especie humana) de las
cadenas del pecado pero también muestra la cara política: ese niño será el que
quiera liberar al pueblo judío (el pueblo elegido para nacer y al que ha estado
protegiendo durante miles de años) subyugado por el poder imperial romano.
Satán subyuga al hombre, por
el pecado, original, con el que ya nacemos, y Roma subyuga a Palestina, ocupada
y convertida en provincia, por las armas, por la conquista, y la misión de la
“encarnación” es esa doble liberación.
Éste último es el Mesías,
humano y judío, liberador del pueblo elegido para nacer y durante tanto tiempo
esperado pero que, al divinizarse, liberará a toda la humanidad, ya no de la
dominación terrenal romana sino de dominación satánica del pecado.
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