TRES concepciones sobre la
“inmortalidad”.
1.- PRIMERA CONCEPCIÓN DE LA SUPERVIVENCIA POST-MORTEM .
La de Platón, en el Fedón, y la de Descartes,
en la Meditación Sexta.
Como todos poseemos una alma
espiritual, distinta del cuerpo, la supervivencia post-mortem consistiría en
que el alma, al ser inmaterial o espiritual es, por naturaleza, inmortal ya que
la muerte es la separación de las partes y al ser inmaterial y no tener partes
no podrá descomponerse al no estar compuesta.
De esta concepción del hombre
como una “unión accidental”, una yuxtaposición y contigüidad de dos
substancias, la inmortalidad sería sólo la del alma, lo que, para los
defensores de una “teoría corporalista de la persona”, tal hipótesis es
manifiestamente incoherente porque, si ser una persona determinada consiste en
ser un cuerpo (o un cerebro) que va pasando por sucesivas fases
espacio-temporalmente ligadas, una vez destruido el cuerpo y el cerebro, no
puede quedar nada de la persona.
Incluso si algo sobreviviera
a la corrupción del cuerpo, eso no sería una persona sino algún otro tipo de
entidad, difícilmente imaginable.
Todo esto suponiendo que el
concepto “espíritu” sea algo coherente y no “incoherente simplíciter” porque el
espíritu es incapaz de actuar, ser un agente, lo que entrañaría ser un
organismo y poseer un cuerpo.
Aunque fenómenos
paranormales, del ámbito de la parapsicología, como la “telekinesia” o la
“telepatía”, son nociones claramente inteligibles y que permiten un
acercamiento a la noción de espíritu.
El espíritu sería una persona
(por tanto un agente racional y moral) sin cuerpo.
La telekinesia es un modo de
ejecutar acciones a distancia sin intervención del cuerpo.
O la telepatía, como modo de
informar al otro “telepáticamente”, sólo con el pensamiento y sin intervención
de órgano corporal alguno.
Pero, es estos casos ¿cómo
diferenciar a un espíritu de otro si no existen en el espacio? ¿O sólo sería
Uno y Mismo espíritu?
¿Entonces, la supervivencia
post-mortem sería la inmortalidad de Una sola alma haciendo imposible la
identidad personal individual?
No sería yo, mi yo, esta
“gota de agua que soy” este yo que soy, el inmortal, sino ese río o corriente
espiritual sin individualidad alguna.
Ese “alma universal única,
inmortal, ese río”, “seríamos tú y yo seres concretos o perderíamos nuestra
identidad como la gota de agua la pierde al desembocar en el río?
Una hipótesis más débil
podría afirmar que, si bien es posible que existan espíritus (incluso que sean
inmortales) nosotros los humanos no pertenecemos a esa categoría pues somos
“unidades psicosomáticas” en las que el cuerpo forma una parte inalienable.
Somos “cuerpos animados” o
“almas corporeizadas”, no simples cuerpos y simples almas unidas
accidentalmente, sino una unidad substancial.
Aunque, pues, la noción de
espíritu fuera coherente, la noción de supervivencia de nosotros los humanos en
cuanto espíritus es incoherente por la simple razón de que no somos espíritus.
Si la memoria de mis
vivencias y estados anteriormente vividos y la autoconciencia fueran los
elementos esenciales de la estructura del alma o espíritu, si fuera posible
copiarlos y pegarlos en un pendrive y,
abundando en la posibilidad, si fuera posible vaciar el contenido del cerebro
de otra persona y poder conectar el pendrive de lo mío, ¿Sería yo, pero en ese
otro cuerpo?
¿Seguiría siendo yo, el mismo
que ahora soy, al tener el mismo espíritu-alma (recogido en ese pendrive) pero
distinto cuerpo?
No parece haber ninguna razón
para pensar que poseamos un alma puramente espiritual, además de un cuerpo (o
una mente además de un cerebro), sino que somos “unidades psicosomáticas”, por
lo que la idea de supervivencia espiritual, tras la muerte, es incompatible con
nuestra naturaleza.
Descartes diría que “si es
posible concebir que tengo un alma inmaterial y un cuero material, si tengo
“una idea clara y distinta de cada uno de ellos, entonces “es posible” que
existan ambos, al no ser contradictorio.
Pero dar ese salto de que, al
no ser contradictorios, por tener ideas claras y distintas de ambos, sean
reales, va un abismo.
“Del “posse” al “esse” non
valet ilatio”
Y me viene a la mente Santo
Tomás y el tema del hombre, unión substancial, y que (con el “credo” en el
dogma) el alma, al ser inmortal, y como cada alma es alma de uno y mismo
cuerpo, cuando el hombre muere y el cuerpo queda como cadáver en
descomposición, para que mi alma (inmortal) pueda unirse a mi cuerpo (cadáver)
habrá que creer en la “resurrección de la carne”, al fin de los tiempos, para
que mi alma, esperando, pueda unirse a mi cuerpo “resucitado” para poder ser
“inmortal yo, y no sólo mi alma”.
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