¿Qué padres están presentes
en el parto de su mujer?
Pero el villancico lo
edulcora: “San José fue a por candela // y dejó la cueva a oscuras. // Cuando
vino la encontró // toda llena de hermosura”.
Claro que habría bastado con
la presencia del Espíritu Santo, pero era una manera de humanizar el
acontecimiento.
Ahora bien eso de que “igual
que el rayo de sol sale y entra por un cristal sin romperlo y sin mancharlo”
para seguir afirmando la virginidad de María antes, mientras y después del
parto, por lo que no hubo sangre de por medio…
El mensaje transmitido por el
mito continúa, haya mujeres-comadronas o no, sea un portal o una cueva, esté
sola o acompañada, haya ángeles cantando o no, esté el niño desnudo o con un
ropaje de rey, sea un buey o una vaca (noto u cierto machismo, pues el buey le
echaba el aliento para calentarlo y la mula (no mulo) no, lo que causaría que
la mula, maldecida, ya no pudiera parir (¿es que antes sí paría?)
Belenes, Portales, Misterios,
Nacimientos,…de muchas maneras se los llama y, ante ellos, continúa la fiesta
del Nacimiento del Niño Jesús.
Pero (una vez más) recordemos
que el mito es muy, pero que muy antiguo, respecto a los Belenes o Portales
cuyo origen es la Edad Media
y en un contexto franciscano, de San Francisco de Asís, en un pequeño pueblo de
la Umbría
italiana, en Grecchio y sería esa orden franciscana, una de las dos órdenes
mendicantes (junto a la dominica o de Santo Domingo de Guzmán) la que al
extenderse por toda Europa…
Esos belenes domésticos que
los padres montan en sus casas con los niños viendo y participando, y colocando
a los pastores, a las mujeres que lavan la ropa en el río,… las distintas
figuritas que colocan donde ellos mejor creen, eso se va grabando en sus mentes
infantiles y, una vez instalado el mito en sus conciencias en ciernes, ya nunca
saldrá de allí, y si lo acompañamos con lecturas o historietas-leyendas,…
No se procede a reconstruir
el paisaje de aquella Palestina, sino que habrá un río, unas montañas con
nieve, un castillo en las montañas, los Reyes Magos, con sus camellos y sus
pajes de camino hacia el portal, con la estrella (cometa) guiándolos, y cada
día o cada cierto tiempo acercándolos más al portal porque el día 6 de Enero
estarán ofreciéndole al niño: “oro” (¿Quíén lo diría?) como Rey, Incienso, como
Dios, y Mirra como hombre.
El mito se estira y da más de
sí.
Además, en España, es la
fiesta familiar por excelencia y, aunque durante el año casi ni se hayan visto,
ese día todos acuden a la casa de los padres-abuelos para festejar la fiesta de
la Navidad.
Aunque, últimamente, el Árbol
(nórdico) de Navidad, con sus regalos, serpentinas y lucecitas haya, en parte,
sustituido al Portal y el Papá Noe o Santa Claus estén sustituyendo a los Reyes
Magos.
Aunque pueden mantenerse
ambos, el primero para los regalos de Navidad y los segundos para el día de
Reyes, de esa manera los niños pueden tener a mano parte de sus juguetes
durante las vacaciones,…
El mito sigue, a pesar de las
diferencias, del ámbito anglosajón, integrando diversas interpretaciones y
añadidos, porque los villancicos siguen siendo cantados los mismos.
Y si eso ocurre con las
figuritas del Belén ¿qué decir del genial imaginero murciano Salcillo y su
Nacimiento? Esto ya es Arte Puro.
Recordemos que antes que la Nochebuena cristiana
estuvo la Nochebuena
pagana, con sus festejos no religiosos, y la “metanoia” que impuso la iglesia,
cambiando el contenido y manteniendo el ambiente festivo, aunque por otro
motivo, en este caso religioso.
Tras el culto al Nacimiento
del Niño-Dios está el culto al nacimiento del Sol, que se impone y vence a las
tinieblas, a la noche.
Cristo va a ser el Sol la Luz , que ilumina y guía.
El viejo mito pagano se va
acoplando al nuevo mito religioso.
“Está bien que celebremos el
Nacimiento del Sol, pero mejor está que celebremos al que creó ese Sol” – dirá
San Agustín.
Tras ese símbolo luminoso, el
Sol, está Dios.
Y no podemos olvidarnos del
fuego, como símbolo de luz, de ahí los petardos, las luces, las fogatas,…y, ya
puestos, el Cirio Pascual, religioso.
El Sol, la Luz , el Fuego,…nos liberan de
los peligros que pueda entrañar la oscuridad, la noche,…que no la dominamos,
porque no la vemos, de ahí nuestras expresiones de buenos deseos: “Felices
Pascuas”, “Felices Fiestas”, “Feliz y Próspero Año Nuevo”,… deseos. Es lo que
se define como “dimensión elpídica”, de esperanza, pero que no es un rito
originariamente cristiano, sino pagano, muy anterior al Cristianismo, pero que
ha pervivido incrustada en los ritos cristianos.
“Noche mágica” también se
denomina a la Nochebuena ,
pero reconceptualizada, porque va a nacer/acaba de nacer el Niño-Dios, que nos
salvará del pecado y nos iluminará sacándonos de la oscuridad.
Esa jovialidad, ese espíritu
de la Navidad ,
deseándonos paz y felicidad,…es típico de estas fiestas.
Nos volvemos pacíficos y
tolerantes, los policías no ponen multas o te la perdonan (a mí, por ejemplo,
por apagar la luz del coche antes de salir totalmente del túnel), la gente
discute menos, se enfada menos,… como si nos propusiéramos un “borrón y cuenta
nueva”.
Nochebuena, la noche larga
del invierno, la noche oscura, y todos contentos deseándonos salud, paz, felicidad,…
Y es, también, la noche
festiva por antonomasia, en la que la gula, la lujuria, la danza, el
canto,…campean a su aire. Hay licencia para todo durante estos días.
Las tres promesas o
propósitos típicos para el Año Nuevo: (comer menos, gimnasio y aprender
inglés), aunque a los pocos días…
Si en la fiesta pagana la
comida y la bebida era la protagonista, no lo es menos en la fiesta cristiana,
en que se “echa la casa por la ventana” y que no falte de nada, como si fuese
la última noche de sus vidas.
Seamos sinceros, lo religioso
queda en un plano secundario, por la fuerza de la dimensión pagana y/o profana.
Parece como si la muerte de
las sombras fuese, también, la muerte de una parte de nuestro ser que ya se ha
quedado vieja, inservible y la nueva luz sea el renacer de una nueva vida.
Bien pensado, estas
festividades son las menos espirituales del calendario cristiano, siendo el
nacimiento de Cristo sólo un pretexto para dar rienda suelta a la ebullición
festiva encauzada, básicamente, a través de la gastronomía más tradicional.
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