En el metarrelato de Marx
existe toda una macroexplicación de la evolución de la humanidad.
Pero Marx no se limita a
describir, sino que también nos presenta un “final de la historia”, una utopía
final, así como aquellos que se encargarían de establecer esa utopía, los
nuevos franciscanos espirituales: el proletariado.
La historia, en Marx, es
lineal y apunta hacia un destino, tiene una meta, tiene sentido, y tal
movimiento tiene un carácter necesario, es decir, el mundo se dirige
inevitablemente hacia un final determinado.
El relato, que adopta la
división histórica de la tradición occidental, no está exento de drama, ya que
se nos presenta una verdadera lucha épica entre el bien y el mal, una
batalla final que será encarnada por los únicos dos bandos que siguen en pie:
la burguesía y la clase redentora: el proletariado.
Es lo que podemos leer al
comienzo del Manifiesto Comunista de Marx:
“La historia de toda sociedad,
hasta nuestros días, no ha sido sino la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos,
maestros jurados y compañeros; en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha
constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada;
una guerra que termina siempre, bien por una transformación revolucionaria de
la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas.
En las primitivas
épocas históricas comprobamos por todas partes una división jerárquica de la
sociedad, una escala gradual de condiciones sociales.
En la antigua Roma hallamos
patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media , señores,
vasallos, maestros, compañeros y siervos, y en cada una de estas clases
gradaciones particulares.
La sociedad burguesa
moderna, levantada sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los
antagonismos de clases.
No ha hecho sino sustituir
con nuevas clases a las antiguas, con nuevas condiciones de opresión, con
nuevas formas de lucha.
Sin embargo, el carácter
distintivo de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado
los antagonismos de clases.
La sociedad se divide cada
vez más en dos grandes campos opuestos, en dos clases enemigas: la burguesía y
el proletariado”.
Tras el final de la Guerra Fría y desplome
del bloque socialista, parecía que el único gran relato que quedó en pie fue el
RELATO CAPITALISTA (en sus distintas modalidades), al menos el de las economías
mixtas frente al fracasado sistema de planificación central.
También habría triunfado el
relato de la DEMOCRACIA
como única forma de gobierno y aquella idea de que los problemas que aquejan a
la democracia deben ser resueltos con más democracia.
Resultó erróneo pensar que la
democracia y el capitalismo irían de la mano haciendo su marcha triunfal sobre
el mundo, ya que el capitalismo es un sistema que puede operar tanto en
regímenes dictatoriales como la
China y URSS, Cuba (aunque el último reniegue del
capitalismo) y en Chile (durante el régimen de Pinochet), así como en países
como Suecia o Estados Unidos.
Por otro lado, la democracia
no necesariamente implica mayor libertad, ya que la tiranía es siempre tiranía,
sin importar si radica en una persona, en una burocracia o en el pueblo.
Así la idea de FRANCIS
FUKUYAMA del "Fin de la historia" resultó ser parcialmente cierta, y
no pasó mucho tiempo para que otros autores construyeran sus propias narrativas
como SAMUEL HUNTINGTON y el "Choque de civilizaciones" según el cual
los nuevos conflictos o líneas de fracturas no serían de índole ideológica,
sino que más bien cultural.
Al parecer, el ataque a las
Torres Gemelas dio un impulso a las ideas de Huntington.
Otros, como el neoconservador
ROBERT KAGAN, apostó por el "retorno de la historia", es decir, los
conflictos culturales y también ideológicos continuarán, de manera que no hay
que ilusionarse con que el mundo iba a ser un lugar más seguro tras el final de
la Guerra Fría.
Si bien Estados Unidos es una
superpotencia, la realidad es que estaríamos en un mundo multipolar con
potencias tales como China, India y la
Rusia de Vladimir Putin y su deseo de recobrar para su país
las glorias y el respeto que inspiraba en el pasado.
¿Fin de conflictos
ideológicos?
El socialismo del Siglo XXI,
como fue el de Hugo Chávez (hoy de Maduro) o el de Evo Morales, la presencia de
Donald Trump o el ascenso de "Podemos" en España, hacen pensar todo
lo contrario.
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