EL SENTIDO DEL TACTO (2)
Nuestras relaciones con el mundo parten de la experiencia
por los sentidos y, actualmente, lo visual se impone sobre lo táctil, hasta el
punto que menospreciamos el poder comunicativo que el tacto proporciona.
Crecemos aprendiendo a no tocar, pero el niño, todo lo que
toca, lo coge y se lo lleva a la boca.
No en vano es el primer contacto con el otro, en este caso
con la madre, con su teta nutricia.
A partir de aquí, la sociedad (comenzando por la sociedad
familiar) condiciona qué partes se pueden tocar y las que no (sobre todo los
genitales) y el tipo de situaciones donde los contactos son permitidos.
Ponemos un muro infranqueable alrededor de nuestro cuerpo
donde se refugian gran parte de los condicionantes sociales que inhiben la
experiencia táctil.
Sin embargo la comunicación a través del tacto resulta
beneficiosa para el tratamiento de algunos enfermos siendo fundamental para el
aprendizaje y desarrollo psicológico de los niños.
“La impersonalidad de la vida en nuestro mundo moderno se ha
vuelto tan acusada que hemos producido, en efecto, una nueva raza de Intocables”.
Nos hemos vuelto extraños unos para con otros, no sólo
evitando sino defendiéndonos activamente de todas las formas de contacto físico
“innecesario”.
“La capacidad del hombre occidental para relacionarse con
sus prójimos ha quedado muy atrás respecto a su habilidad para conversar con
las computadoras, comunicarse con los coches y hablar con los juguetes” –afirma
A. Montagu.
Los medios de comunicación de cada cultura, ejercen una
influencia fundamental al potenciar unos sentidos u otros.
El momento cultural que vivimos, radicaliza esta jerarquía
sensorial, con la primacía de la vista y el oído y en detrimento de los demás
sentidos, sobre todo del tacto.
La jerarquía de los sentidos condiciona nuestra percepción.
Existe acuerdo al señalar que la sensibilidad táctil es el
primer sentido que entra en funcionamiento, la forma de comunicación más básica
y primitiva.
El feto ya responde a las vibraciones del corazón de la
madre y, si se le toca, reacciona con movimientos.
Cuando nacemos, antes de abrir los ojos, instintivamente
intentamos tocar.
Así continuamos explorando todo lo que nos rodea y
descubriendo donde termina nuestro propio cuerpo y comienza el mundo exterior.
Pero si el tacto es el primer sentido que se enciende y
suele ser también el último en extinguirse ¿Qué ocurre entre estos dos
momentos?
En nuestras sociedades urbanas occidentales, el ritmo de
vida de los adultos condiciona el poco contacto que mantienen con sus hijos.
“Muchos niños crecen aprendiendo a “no tocar” una multitud
de objetos animados e inanimados (“no toques eso”, “deja al perro”, “deja de
besar tanto a tu prima”….)
Se les dice que no toquen su propio cuerpo y más tarde que
no toquen el cuerpo de su amigo, o amiga.
Se tiene cuidado de que los niños no vean a sus padres
“tocarse” mutuamente de manera íntima; algunos padres ponen de manifiesto una
norma de no contacto al utilizar dos camas separadas,
El tacto se asocia a adjetivos tales como “feo” o “malo” o
“sucio” y es consecuentemente castigado, y se enseña que el contacto físico
frecuente entre padre e hijo es algo poco masculino."
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