Todos sabemos que el Imperio
Romano quedó dividido en dos: el Imperio Romano de Oriente, con capital en
Constantinopla, e Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma.
Y todos sabemos, también, que
con el tiempo, el Imperio Romano de Occidente quedó dividido en dos: el del
Norte, con los países protestantes y el del Sur, con los países católicos.
Y todos sabemos, tras la obra
de Max Weber, el nexo intrínseco que existió, desde el primer momento, entre la
Ética Protestante y el Capitalismo, así como las luchas y enfrentamientos a que
esta doble ideología ha conducido, empezando por las guerras de religión
desencadenadas por las doctrinas de Lutero, Calvino y demás teólogos
protestantes.
La supuesta espiritualidad
que generosamente se les asigna no impidió a Calvino instaurar en Ginebra un
régimen de terror del que sería víctima nuestro Miguel Servet.
Como tampoco impidió que
Lutero exhortase, en los términos más contundentes, a los Príncipes Alemanes a
que “estrangulasen” sin piedad a las masas campesinas que, en 1.521, se alzaron
contra el feudalismo reinante.
¿Y qué decir de las Guerras
de Religión que estallaron en Inglaterra entre protestantes y católicos y de
los estragos causados por la dictadura de Cromwel?
El Protestantismo acabaría
convirtiéndose en una ideología al servicio de la voluntad de poder, del
individualismo exclusivista y del reino de la avaricia.
La reforma luterana fue “el
triunfo de la cerrazón mental y de la estupidez”, en palabras de Tolstoy.
En cuanto al Santo Oficio,
llamado a la vida por la Iglesia Católica ,
se olvida con frecuencia que fue un producto europeo, y no exclusivamente
español, porque fue el Papa Gregorio XI quien, a requerimiento de Federico II,
fundó en 1.223 la Inquisición
Pontificia.
En otro lugar he expuesto los
cuatro tipos de Inquisición que se establecieron en Europa:
1.- La Inquisición Medieval ,
en 1.184, para cortar y acabar la herejía cátara, también denominada
Inquisición Episcopal pero que, ante su fracaso, se convertiría en la Inquisición
Pontificia , dirigida directamente por el Papa y por los
Dominicos.
2.- La Inquisición Española ,
en 1.478, que dependía directamente de la Corona Española , para combatir
las prácticas judaizantes de los neoconversos españoles.
3.- La Inquisición Romana ,
también llamada Congregación del Santo Oficio, creada en 1.542, ante la amenaza
del Protestantismo, dirigida por Cardenales y Prelados, y que sería la que
quemara a Giordano Bruno y condenase a Galileo.
4.- La Inquisición
Portuguesa , ya que en Portugal se habían refugiado numerosos
judíos españoles tras la expulsión de 1.492, en la que el rey Manuel I,
presionado por sus suegros, los Reyes Católicos, decretó la expulsión de los
judíos que no se convirtieran al Cristianismo.
Los crímenes de las diversas
Inquisiciones fueron numerosos pero más elevado fue el número de las víctimas
de la brujería surgida, no sólo, pero especialmente en los países protestantes,
sobre todo en Alemania e Inglaterra.
Pero suele olvidársenos que
es un producto de los países protestantes el culto moderno a la nación y cuyo
origen está en la lucha de las monarquías europeas contra el Papado por su
pretensión de ser amo y señor no sólo del poder espiritual, sino también del
poder temporal.
Estos Príncipes, en sus territorios
erigieron unos sistemas de poder no menos inflexibles y autoritarios que el que
imperaba en Roma.
Fue este concepto de
“soberanía nacional” lo que se transformó en una máquina de guerra contra los
países vecinos y, más tarde, contra los países de Ultramar.
Si el “cesaropapismo” fue una
degeneración de la doctrina de Jesús, no lo fue menos esa “libido dominandi”,
esa “voluntad de poder” de los pueblos nórdicos.
Y si, a escala colectiva, el
Protestantismo fomentó en alto grado el “nacionalismo”, a nivel personal
condujo al advenimiento del “individualismo” y la “guerra de todos contra
todos”, tan bien descrita por Hobbes en su Leviatán: “biblia de la burguesía
capitalista y de la sociedad egoísta e insolidaria engendrada por ella y
bautizada con el nombre de “Liberalismo”, sobre todo, y en primer lugar, en
Inglaterra, una bella palabra que refleja la ideología protestante y que,
muchas veces, no ha sido sino una hoja de parra para sublimar toda clase de
arbitrariedades, contradicciones, guerras y bajas ambiciones, desde siempre y
hasta hoy mismo.
Fue John Locke la figura
emblemática de la filosofía liberal y que asume el pesimismo antropológico de
Hobbes, defendiendo la propiedad privada con igual o mayor fuerza que éste, con
lo que es un anticipo de la moral del “tanto tienes, tanto vales”
El concepto de “libertad”, en
sus manos, es un cheque en blanco en manos de la burguesía, para desvalijar a otros países o asaltar a
los galeones españoles que regresaban del nuevo mundo con la plata y el oro que
habían expropiado a los indios.
“Libertad” que se convertirá
en “libertad de comercio y de los mares”, el “laissez faire, laissez passer”,
que conduce, como sabemos al derecho a todo, incluso a acabar, en nombre de la
libertad, con las riquezas de cualquier país.
Pero los países protestantes
no sólo han engendrado este Liberalismo-Capitalismo-Imperialismo, sino también
el racismo moderno.
Y decimos moderno porque
antes siempre ha existido en los pueblos vencedores, incluso en la
Edad Media contra las minorías hebreas.
Y, aunque, a nivel teórico,
la ideología racista es obra del francés Gobineau, será en Alemania donde
adquiere dimensiones terribles (junto con Rusia) pero es anterior a Hitler
porque ya Lutero muestra un odio cerval a todo lo que suene a latino o a
semítico.
Y sin olvidar al filósofo
Fichte, en su etapa tardía, en sus alucinantes “Discursos a la nación alemana”
o a Hegel con su tesis de que los germanos encarnan el cénit del “Weltgeist” o
“Espíritu Universal”
Y es verdad (y así hay que
reconocerlo) que los españoles, a través de los conquistadores y encomenderos,
cometimos crímenes horribles en el Nuevo Mundo, pero no podemos ni debemos
olvidar los que hicieron los ingleses, franceses y holandeses cuando pusieron
sus pies en los países coloniales, que no fueron más humanos que nuestros
antepasados.
¿Qué decir de la política de
exterminio y radical apartheid de los ingleses en Norteamérica?
¿Y los holandeses en
Sudáfrica y en sus dominios asiáticos?
Y no podemos, ni debemos
olvidar a Francia y su Revolución de 1.789 que, en nombre de la Libertad , Igualdad y
Fraternidad lo primero que hicieron funcionar fue la guillotina...
¿No terminó el Asalto a la Bastilla convirtiéndose
en una máquina de terror?
¿Y no fue la culta Francia,
la del progreso indefinido y la de las Luces donde surge el materialismo
grosero de LaMettrie y del Barón d´Holbach?
Y más recientemente, el más
de medio millón de exiliados republicanos españoles, no fueron acogidos muy
humanamente por Francia, aunque se haya creído lo contrario durante tiempo.
Y ni podemos ni debemos
olvidar el genocidio del sádico Leopoldo II, rey de Bélgica, en el antiguo
Congo Belga.
No fue, precisamente, España
la de la fetichización del materialismo, de la voluntad de poder, del
utilitarismo como valor absoluto, de la “ideología del cálculo”, de la
degradación de la persona a “homo oeconomicus” y a “homo consumens”, del
individualismo posesivo.
Todos estos contra-valores,
que han existido, en mayor o menor medida, siempre, modernamente se han apoyado
en la superioridad técnica, económica y militar y sus nuevos profetas, sobre
todo angloamericanos, los han convertido en ideología dominante.
Holanda, Inglaterra, Francia,
más tarde Alemania y, actualmente, Estados Unidos, dominadores de la Economía , de la Técnica y del Armamento,
también dominan el pensamiento y la cultura, que van imponiéndose hasta
convertirse en fenómeno planetario.
Y nosotros, los españoles,
desde que dejamos de ser una potencia política, aquí estamos, copiando,
imitando y dejándonos influir por los nuevos dominadores.
Así que, “Leyenda Negra” sí, algo,
bastante, pero la nación que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
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