lunes, 4 de enero de 2016

EL CUARTO REY MAGO



(Como todos los años, por estas fechas, cuelgo este cuento)

EL CUARTO REY MAGO.
(El Rey que no llegó a tiempo)


 Hoy quiero escribir sobre el 4º Rey Mago, el Rey que no llegó a tiempo.

Se llamaba Artaba o Artabán.

Cuentan que Artabán (voy a llamarlo así), tenía 40 años, era discípulo de Zoroastro, estudioso de las estrellas y era rey de Ecbatana, la ciudad entre montañas, (en la Persia de hace uno años, hoy Irán), la ciudad de las 7 murallas, del reino de los Medos, el “Reino del sol”)

Habían quedado en reunirse los 4 Reyes Magos, en Borsippa, ciudad mesopotámica, donde se encontraba el Zigurat de los 7 pisos.

Irían los 4 Reyes, juntos, a adorar al Rey de Reyes, porque habían visto aparecer una estrella muy brillante en el cielo, y según sus libros astrológicos…… (El Papa acaba de afirmar que era una “supernova” ¡qué raro¡)

(¿Era Melchor rey de Etiopía, Gaspar rey de Persia y Baltasar rey de Babilonia?)

Cada Rey le llevaba un regalo: oro, incienso y mirra.

El regalo de Artabán, para el Niño, eran “un saco de piedras preciosas” (aunque las más apreciadas eran un Zafiro, un Rubí, una Perla Negra y un Diamante, pero había muchas más).

Pero, antes de llegar al punto de encuentro, para partir, Artabán se encontró con un anciano, al que habían robado y dado una paliza, enfermo, hambriento, pobre, cercano a la muerte y que, además, padecía la fiebre amarilla (y recordó que era la enfermedad que había sufrido y de la que había muerto su padre)

Al bueno de Artabán le invadió, sobre manera, el recuerdo de su padre. Y se le presentó el dilema: ¿sigo al encuentro con los otros tres Reyes o me quedo con el anciano? Se quedó con el anciano. Se acercó a una fuente y, de su mismo vaso, le dio de beber agua al anciano. No lo abandonó. Se quedó a su lado hasta que  pasó por allí un caminante, al que Artabán le ofreció el Zafiro y su caballo, con la condición de que lo llevase a la ciudad más cercana, para que lo curase el médico.

Tuvo que volver a Ecbatana para comprar un nuevo caballo, la yegua Vazda, y cargar, de nuevo, con más provisiones para el camino (pan, vino,…. y un líquido medicinal que, mezclado con el agua….curaba todas las enfermedades)

Cuando reemprendió la marcha, camino de Borsippa, lugar de encuentro, se encontró con una nota: “hemos estado esperando. No podemos demorarnos más, y, como no venías, hemos partido al encuentro del Rey de Reyes, Síguenos a través del desierto y en Belén nos veremos”.

Puso rumbo a Belén, pero, por el camino, iba encontrando gente necesitada, que le solicitaban ayuda, desde comida y medicinas a ropa. Metía la mano en su saca y les daba algunas piedras preciosas para que compraran los remedios. Cuando más sufrió, y más le entretuvo, fue cuando, al borde del camino, se encontró a un niño llorando, junto a su madre muerta y llena de sangre. Cogió al niño y, montándolo en el caballo, se dirigió al pueblo más cercano. Hasta que encontró a una familia que se comprometió a cuidar del niño, a cambio de alguna de sus piedras preciosas.

Llegó a Belén casi con quince días de retraso.
Preguntó por los tres reyes.
Le dijeron que habían estado allí pero que, como Herodes, celoso de que ese futuro rey le quitase el trono, había ordenado la matanza de todos los niños,  Jesús, María y José habían huido a Egipto y que los Reyes habían vuelto a sus reinos por otros caminos.

Veía a los soldados romanos con las espadas ensangrentadas y a madres sollozando sin consuelo con los cadáveres de sus hijos en sus brazos, ensangrentados y muertos.

Entró en una casa vacía, para descansar y oyó el lloro de un niño. La madre, viuda y asustada, le imploraba clemencia.

Se sentó a la puerta justo cuando un soldado pensaba entrar, buscando niños, para matar.

Le cerró el paso. Y, metiendo la mano en su saca, puso en su mano el brillante Rubí, diciéndole: “estaba esperando a que llegara el primer soldado para entregarle esta piedra preciosa, a condición de no entrar en esta casa, estoy sólo y no deseo que nadie me moleste”.

Así ocurrió, no sin antes pedir perdón a Dios por haber mentido, aunque fuera para salvar la vida de un niño.

Puso en manos de la mujer otras piedras preciosas, para su alimento y el del niño, y partió, camino de Egipto, siguiendo las huellas de la Sagrada Familia..

(Según una versión, el soldado lo denunció y fue encarcelado, por oponerse a las órdenes de Herodes y haber chantajeado a uno de sus servidores. Y en la cárcel permaneció hasta el año 33, en que recobró la libertad y salió a la calle, era el tiempo de la Pascua).

Según otra versión, a Egipto se dirigió Artabán. Pero a cada momento tropezaba con personas enfermas y necesitadas, y se quedaba con ellos, hasta que se recuperaban y les solucionaba el problema.

Y así una y otra vez.

En Egipto se encontró con descendientes de los hebreos que habían estado esclavizados por el Faraón, desde los tiempos de Moisés.

Cerca de las pirámides unos rabinos hebreos le comunicaron que, según la profecía de las Escrituras, debía nacer en Belén, tierra de Judá, y que no lo encontraría en palacios ni en casas de lujo, sino entre los humildes y los pobres, entre los oprimidos  y los que sufren.

Le contaron la historia de sus antepasados, con Moisés y el paso del Mar Rojo, camino de la tierra prometida.

Según sus noticias, Jesús; María y José habían regresado a Judea, a Jerusalén.

Cruzando el desierto del Sinaí encontró y encontró personas  y más personas, necesitadas, hambrientas, famélicas, enfermas,….por una peste que había acabado con sus ganados, o con la pertinaz sequía, que había acabado con sus cosechas y con sus animales. Y, el bueno de Artabán, con ellas se quedaba hasta que recuperaban la salud y la forma de vida.

Y él seguía gastando y gastando piedras preciosas.

A las afueras de Jerusalén, unos leprosos, camino de su lazareto y tocando la campanilla, para que no se acercara, le imploraron, desde lejos, una ayuda, por caridad...

Se acercó a ellos, metió la mano en su saco y comprobó que sólo le quedaban dos piedras preciosas, el Diamante y la Perla Negra.

Les dio el diamante

Cuando, por fin, llegó a Jerusalén, era la Pascua y no sabía cuántos años habían trascurrido desde que salió de Ecbatana, (pero eran 33), contempló el alboroto de la multitud.

Jerusalén era un hervidero de gente.
Preguntó y preguntó.
Le dijeron que se encaminaban, apresurados, al Gólgota, porque, allí arriba, iban a crucificar a uno que se decía Mesías y rey de los judíos y a dos ladrones, y no querían perderse el espectáculo.

¿Sería Ése el Jesús, al que él estaba buscando?

Subiendo la cuesta del Monte Calvario contempló la escena de una joven que era desahuciada y expulsada de su casa y ella iba a ser subastada y vendida como esclava para poder hacer frente a las deudas contraídas por su padre.

Se emocionó, de nuevo, ante el espectáculo.

Entró en negociación con los subastadores y logró que la dejaran libre y con la casa, a cambio de la Perla Negra, que pensaba entregársela a Jesús allá arriba, en el Calvario.

Triste, y ya sin regalos que ofrecer a Jesús, se sentó a la puerta de una vieja casa que, de repente, por un movimiento sísmico (el temblor de tierra cuando Jesús expiró en la cruz), se vino abajo y una piedra le golpeó la cabeza.

Quedó muy conmocionado y pidió perdón a Dios por no haber podido llegar a tiempo a ofrecerle su don.

Fue entonces cuando oyó una voz que le dijo: “Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber, enfermo estuve y me ……esclavo fui y me ….”.

-¿Y cuándo hice yo todo eso, Señor? –respondió.

.-Todo lo que hiciste por los demás, a Mí me lo hiciste. En verdad, en verdad, te digo, que hoy estarás conmigo en el cielo”

(¡No me digáis que no es bonita la historia del 4º Rey Mago¡)

P.D.1.- En realidad la historia del 4º Rey Mago no es ni historia ni tradición, sino un Cuento de Navidad y Artabán, el protagonista, es el nombre de un personaje ficticio que, en 1.896, Henry Van Dyke, un teólogo presbiteriano estadounidense, con intención moralizante, quería que sus feligreses fueran conscientes de que “obras son amores”.

Y lo que habéis leído no es sino una recreación propia, ampliada, sobre ese Cuento de Navidad.

P.D.2.- Mi amigo Paco Oses, con su optimismo antropológico, ve Artabanes por todas partes, creyentes y no creyentes, humanitarios.

P.D.3.- Quien esto escribe ha visto modernos Artabanes encarnados en los Ángeles de la Noche, a la espalda de Santo Domingo, repartiendo comidas a colas enormes de personas hambrientas y necesitadas.

P.D.4.- Muchos españoles, más prosaicos y sensuales, han denominado al 4º Rey Mago, Maximiliano, el Rey del Jabugo.


FIN: A quien, siendo padre y/o abuelo, no crea en los Reyes Magos, el día de la Cabalgata, y con sus niños/nietos, que le echen “carbón, pero del negro, no de colores)

No hay comentarios:

Publicar un comentario