El viejo no es alguien que,
por estar ahí, irrite a los jóvenes, sino que debería ser, aunque sólo fuera
con su presencia, quien te invite, a ti, joven, a reflexionar si es eso lo que
quieres hacer con tu vida; si crees que así, con la vida que llevas y que te
espera, habitas en el mejor de los mundos posibles: si sigues creyendo, joven,
que con sólo ganar más vas a vivir mejor; si sigues creyendo que el dinero es
lo que, realmente, importa.
Nosotros, los mayores, los
viejos, con sólo nuestra presencia en el paisaje deberíamos ser la voz de la
conciencia que invitase a reflexionar, sobre todo a los jóvenes, si la calidad
de vida está en relación con los metros cuadrados de la vivienda, con el
caballaje o cubicaje del coche, con el número de cubatas que aguantas, con el
número de polvos que echas, con la cantidad de cosas que necesitas para vivir
desviviéndote a diario en el trabajo.
¡Joven¡. Con sola nuestra
presencia deberías hacer un alto en el camino. ¿De verdad es esta forma de
vivir que llevas, la que te espera?. ¿Ese es el modelo ideal de vida?. ¿Correr
y correr para morir, agotado, exprimido y cargado de cosas, en la carrera, sin
haber disfrutado del reposo?. ¿Cuándo os convenceréis que la vida es un paseo
agradable y no una competición agotadora?. Se trata de vivir, no de llegar. La
meta es el camino. Al final del camino no hay ni meta ni nada.
Yo no sé Uds. pero yo, cada
vez que veo una mujer embarazada, me dan ganas de mostrarle la admiración que
siento por llevar en su vientre ese misterio de vida. Me sobrecoge la vista de
una mujer embarazada.
Igualmente, la contemplación
de un viejo debería ser, para toda la sociedad una invitación a la conciencia,
personal y colectiva, una invitación a la solidaridad, a la ternura, a la
emoción ante tanta vida ahí comprimida.
Los que tenemos la suerte,
aún, de tener madre, ver su fragilidad, comparar lo que ella era con lo que
ahora es, hace surgir en mí un manantial de ternura, de afecto, de amor.
Si yo hubiera tenido,
disfrutado, dispuesto, de las oportunidades que vosotros tenéis…. Solemos
decirles a nuestros hijos, y sobre todo a nuestros nietos.
Las circunstancias en que se
desarrollaron nuestros padres fueron mucho peores que las nuestras, y las
nuestras mucho peores que las de nuestros hijos. ¡No digo nada de la de
nuestros nietos¡.
Siempre suelo decir que ¡hay
que ver con lo poco que tuvimos, la cantidad de cosas bien que hemos hecho¡.
Deberíamos, todos, estar orgullosos.
La vida discurre por etapas.
El adolescente no es el maduro, ni el joven es el viejo. ¿Por qué no hay
respeto a las etapas biográficas, a todas, sin discriminar a ninguna?.
La sociedad actual está
divinizando al niño y el joven se cree divino. ¡La divina juventud¡.
Todas las etapas son, deben
ser, divinas, de lo contrario ese dios no me interesa por su parcialidad. ¿Por
qué los jóvenes van a ser la “eterna primavera” y nosotros, los jubilados no
somos el “permanente veraneo”?
La mayor afrenta, el mayor
insulto a ese respeto debido a todas las etapas biográficas, lo tenemos en la Cirugía Estética.
Su objetivo no es que tú te veas bien, su objetivo es que te veas como no eres,
que aparezcas siendo lo que no eres, que te pongas el disfraz que no te
corresponde.
Si al mirarte al espejo cada
mañana no te ves como la persona más interesante del mundo, sigue mirándolo y
mirándote hasta que te convenzas.
Los neumáticos se desgastan
al correr y de correr. ¿Crees que pintándoles las ranuras solucionas el
desgaste?. ¿A quién quieres engañar?. ¿Por qué quieres engañarte?.
Nosotros debemos ser no sólo
suscitadores de emociones en los no viejos, sino espejo en el que ellos puedan
mirarse; no porque seamos los mejores, sino porque somos un eslabón más, como
ellos, de la cadena de la vida y vivimos intensamente esta etapa.
Los viejos, pues, deberíamos
ser vistos no como material de derribo de la sociedad material, sino como
material de construcción de la sociedad moral.
Ajenos ya a la sociedad
productiva economicista, pero pilares de la sociedad humanitaria.
No sólo somos útiles, como he
dicho anteriormente, somos muy útiles éticamente, socialmente, familiarmente.
Aunque no trabajemos para producir, laboramos a diario para hacer a esta
sociedad más solidaria, un poco más humana.
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