miércoles, 20 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (9)


Se dice, igualmente, que los mayores, con la edad, pierden elasticidad en sus músculos y nervios, perdiendo, igualmente, solidez y firmeza en sus huesos, lo que les lleva, poco a poco, más o menos, y les crea limitaciones materiales, tanto orgánicas como funcionales. Y que estas limitaciones afectarían a su libertad.
Es decir que somos menos libres.

Es cierto que una persona mayor no corre como un joven, lo que pasa es que nosotros no necesitamos correr, no padecemos de la enfermedad de la prisa. Nos basta con salir cinco minutos antes. Para eso estamos liberados del trabajo oneroso.

Por otra parte, oigo decir a veces, “tu libertad termina donde empieza la libertad del otro” o “ser libre es hacer lo que a uno le dé la gana y cuando quiera”. Como si el ámbito social de convivencia no fuera común a todos y pudiera parcelarse en partes, propiedad de cada uno, como chalets independientes con parcela particular. Algo así como si el horizonte que uno divisa no pudiera ser compartido y traspasado por lo que otros, al mismo tiempo, ven.

El entorno en el que nos movemos es común todo a todos. Las libertades no se excluyen, hay que intentar coordinarlas para que no choquen, pero no negarlas.

Ninguno de esos dos asertos anteriores son verdaderos.
Más que paralogismos, son falacias.

Como si la libertad fuera una finca privada en la cual todo lo que ocurre es azaroso y puede acontecer de modo contingente, anárquico y caprichoso.

Yo soy libre, al conducir.
Puedo ir hacia Nerja o tirar para Marbella, pero mi libertad es limitada y está delimitada por las carreteras, por las señales de tráfico, por los demás conductores, por las normas de circulación, por el estado del tiempo….

Libre sí, pero limitado. No puedo ir en dirección contraria, ni a 200 klms/hora.
¿Somos así, por eso, menos libres?.

Más aún.
¿Existiría la libertad si no existieran normas que la limitan?.

Soy libre para nadar pero es necesario que haya agua y una cierta profundidad. ¿Sería más libre de otra manera?.

Toda libertad conlleva exigencias. Exigencias culturales, morales, colectivas.

Cada época tiene una serie de elementos comunes de convivencia y de felicidad que deben ser respetados por todos.

Tú tienes derecho a tocar la trompeta, eres libre para hacerlo o no hacerlo, pero no eres libre para hacerlo a las tres de la mañana, en la habitación que da al patio, frente con frente de mi ventana.

Toda libertad tiene límites que respetar. La libertad absoluta es imposible. Todo sería un caos.

Nadie más libre que la persona mayor, que, además, suele ser la persona que más respeta lo que le rodea.

Lo más seguro es que un viejo, meando, escondido, en un jardín, tras un árbol, no sea un guarro, un sinvergüenza, sino un prostático, que padece “incontinencia urinaria”. Y debemos, todos, ser consciente de ello.

Cuando se dice que el viejo ya no puede andar de prisa, correr, viajar, que se cansa enseguida,… no se repara en que hay dos  tipos de viajes, al exterior y al interior. Las personas mayores solemos viajar mucho al espacio interior de los recuerdos. Además del footing físico y muscular existe ese otro footing intelectual, en el que somos especialistas. Además este footing intelectual, moderado pero constante, evita la atrofia cerebral.

Pensémoslo fríamente.
Es conveniente esta higiene mental, este entrenamiento intelectual para estar en forma.


A nosotros ya no nos importa la gimnasia de competición, nos basta y nos sobra con la gimnasia de mantenimiento, pero no sólo física, también psíquica, y social, y moral, e intelectual.

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