¿Cuál es la relación entre
sexualidad y poder? ¿Y entre sexualidad, saber y verdad?
Porque existe una fuerte
relación entre los discursos y los sujetos y los discursos acerca de la
sexualidad con el poder.
Foucault establece que la
palabra no surge de buenas, sin ninguna implicación, sino que dispone de
ciertos mecanismos para su aparición.
Porque todo discurso se gesta
según el juego contrastador de sujeciones y permisiones.
La sexualidad no es un simple
dato natural del hombre, sino que es una construcción, forjada por diálogos de
poder.
La sexualidad no es
simplemente un dato biológico intrínseco en el hombre, sino que es a través del
poder en el que es posible pensar una realidad sexual, y éste será un punto
clave dentro de su genealogía.
¿Cuál es la verdad del sexo,
una verdad que no hable sólo de represión, sino de construcción, en que sea
posible pensar la construcción de los sujetos?
Son diversos los discursos
que se gestan en torno a la sexualidad, haciendo énfasis en las diversas
vivencias a las que se someten los sujetos, partiendo del contexto al que
Foucault hace énfasis, y es el de mostrar que, como seres humanos, estamos
envueltos en una historia, que no es más que el resultado de las luchas que se
gestan en los discursos del poder, en su mecánica y en sus herramientas o
dispositivos.
Se trata de ver que la
sexualidad es más que un coito, que el cómo y el por qué, en un momento dado,
estos objetos han sido tan problemáticos.
Foucault al recurrir al
sujeto de la ética, se da cuenta de que éste no es una creación social de una
vez y para siempre, sino que se consolida como sujeto y como integrante de una
sociedad a través de sus prácticas y discursos.
Para Foucault el sujeto está
configurado por su época y el poder que lo legitima y es aquí donde se da el
surgimiento de una serie de dispositivos, de fuerzas a los que este individuo
que se está formando está de antemano inserto.
Foucault sentencia que el
poder ha reprimido el sexo y si nos enfrentamos a un tipo de represión, lo
ideal no es saber por qué hemos sido
reprimidos, sino determinar qué causas nos llevan a decir que somos
reprimidos.
En “La Historia de la sexualidad”,
en su primer tomo, él nos habla de una hipótesis que en primera instancia era
el reflejo de una época silenciada para hablar de sexo.
En un primer momento podría
pensarse que, por ejemplo, en la era victoriana, la realidad del sexo era
reprimida.
Esta es una imagen
tradicional alrededor del sexo que coincide con una imagen del poder puramente
destructor y represivo.
Foucault se encarga de
destruir esta imagen.
No se trata de que Foucault
niegue la represión. Lo que Foucault hace es afirmar que ese elemento represivo
estaba inserto en un proceso de construcción mucho más vasto.
El sexo, realmente, no se
reprimía, se construía.
Y el sexo se construía a
través del discurso.
Los elementos que parecen
represivos servían igualmente, desde el punto de vista discursivo, para crear
todo el aparato conceptual de la sexualidad moderna.
Hablamos pues, por ejemplo,
de la pastoral cristiana, cuyo propósito consistía en la prohibición, en el
silencio absoluto para hablar de sexo.
Pero “la pastoral cristiana
ha inscrito como deber fundamental llevar todo lo tocante al sexo al molino sin
fin de la palabra”.
Lo interesante de esta
pastoral cristiana, es que ese campo de censura fue el toque para despertar en
los sujetos ese interés por lo oculto, por aquello que, aunque prohibido, o por
prohibido, es apetecible, el resultado de esto es que precisamente en esta
época la literatura como expresión de la época tuvo una proliferación
escandalosa de discursos relacionados con el sexo.
Además la pastoral cristiana
y el recurso de la confesión transformaban el sexo en discurso.
Se obligaba al sujeto a
hablar sobre su sexualidad.
“En lugar de ver en este
hombre singular, al evadido valiente de un “victorianismo” que lo constreñía al
silencio, se inclinaría a pensar que en una época donde dominaba consignas muy
prolijas de discreción y pudor, fue el representante más directo y en cierto
modo más ingenuo de una plurisecular conminación a hablar de sexo”.
Lo que el cura te preguntaba,
lo que el confesante le decía, lo que el cura te aconsejaba y, después, con la
palabra, te perdonaba.
Dado que la vida íntima de
las personas no puede ser manipulada, los sujetos atrapados en sus emociones
tan intensas como las que se viven actualmente en las sociedades modernas,
crearon un atractivo y exitoso modo para desahogar sus impulsos hasta entonces
reprimidos, no en la cama, sino en el lenguaje.
Lo que despertó en los
sujetos un interés aun mayor por el sexo.
Como era pecado la palabra
(“pecado de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión”)….
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