“Un intelectual europeo, que
viste como un inglés, que piensa en griego y escribe en francés”.
Una buena y bonita
definición.
Una personalidad seductora.
¿Es un literato que filosofa
o un filósofo literato? He ahí su originalidad, como también lo sería Sartre
aunque a éste, además, le concedieran el premio Nobel (aunque él lo rechazó).
Enmadrado en grado óptimo, la
figura de la madre siempre estuvo presente aunque, físicamente, estuviera
lejos. De ahí que a su muerte…
R. Barthes es un filósofo
inclasificable, puesto que es enemigo de los sistemas y refractario a los
estudios académicos.
Exquisito e insinuante
fotógrafo con la palabra de situaciones: “no intentes, nunca, ser exhaustivo”
(exactamente lo opuesto a lo que yo hago).
El amor es uno de sus grandes
temas. Nada de extrañar, pues, que afirme: “uno termina siempre por hablar de
aquello que ama”.
Había nacido en 1.915 pero es
desde el 1.974 al 76, durante los dos años universitarios, cuando dedica un
curso en la Escuela
de Altos Estudios al “discurso amoroso” y es, además, en esa época cuando
termina “Fragmentos de un discurso
amoroso”, compuesto de pequeños fragmentos ordenados alfabéticamente.
Es la época en que ha
padecido la ausencia de un amor de juventud.
Se enamoró de Robert David,
compañero en el sanatorio en que se encontraban por la tuberculosis.
Son grandes y buenos amigos,
se admiran mutuamente, pero R. David no siente interés amoroso por alguien de
su mismo sexo, era heterosexual.
Pero cuando R. David se
recupera de la enfermedad y abandona el sanatorio, a R. Barthes el mundo se le
viene encima, es el año 1.945.
Le escribe durante casi seis
meses, a diario, a veces incluso dos veces, 8 páginas como mínimo (material que
se recoge en su “Fragmentos”, y que será un best seller filosófico.
Lo describe como casi nadie
puede describir: “no puedo clasificarlo, puesto que es, precisamente, el Único,
“atopos”, el que ha venido a responder a la especificidad de un deseo…Es la figura de mi verdad, que no puede
ser tomada a partir de ningún estereotipo (que es la verdad de los otros)”
“¿Que qué pienso del amor?:
no pienso nada. Querría saber lo que es pero, estando dentro, lo veo en
existencia, no en esencia. No podré alcanzar el concepto más que por la
cola…Estoy en el mal lugar del amor, que es un lugar deslumbrante: “el lugar
más sombrío –dice un proverbio chino- está siempre bajo la lámpara”.
Sufre de angustia esperando
una llamada telefónica que no llega.
“El mundo carece de sentido
si el teléfono permanece en silencio”.
“Ser raptado por el amor,
explorarlo enamoradamente y la secuela del sufrimiento” he ahí los tres
momentos del proceso amoroso,
No hay un sistema del amor
(sólo lo hubo en la Grecia Clásica ),
ni el cristiano lo es, como tampoco los es el psicoanalítico.
“El enamorado produce una
soledad de sistema”
En 1.977 muere su madre,
Henrriette, con casi 84 años y con la que vivió, prácticamente, toda la vida y
a la que dedicó su último libro, publicado en 1.980, un año antes de su muerte,
“La cámara lúcida”, una reflexión sobre el amor y sobre la muerte.
R. Barthes no superará este
hecho: “lo que he perdido no es una figura (la madre) sino un ser, y no sólo un
ser, sino una calidad, un alma: no algo indispensable sino algo irreparable. Yo
podía vivir sin la madre, pero la vida que me quedaba, sin ella, sería
seguramente y hasta el fin, “in-calificable” (sin calidad).
El Amor y la Muerte , “fragmentos de un
discurso amoroso” y “La cámara lúcida”, es la constatación del paso del tiempo.
De cada página emana “la
nostalgia del amor materno”
Su familia era su madre, su
hermano y los amigos, pero con la muerte de su madre murió casi toda su
familia.
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