jueves, 9 de noviembre de 2017

ROLAND BARTHES: HOMOSEXUALIDAD Y COMPLEJO DE EDIPO (1)



“Un intelectual europeo, que viste como un inglés, que piensa en griego y escribe en francés”.

Una buena y bonita definición.

Una personalidad seductora.

¿Es un literato que filosofa o un filósofo literato? He ahí su originalidad, como también lo sería Sartre aunque a éste, además, le concedieran el premio Nobel (aunque él lo rechazó).

Enmadrado en grado óptimo, la figura de la madre siempre estuvo presente aunque, físicamente, estuviera lejos. De ahí que a su muerte…

R. Barthes es un filósofo inclasificable, puesto que es enemigo de los sistemas y refractario a los estudios académicos.

Exquisito e insinuante fotógrafo con la palabra de situaciones: “no intentes, nunca, ser exhaustivo” (exactamente lo opuesto a lo que yo hago).

El amor es uno de sus grandes temas. Nada de extrañar, pues, que afirme: “uno termina siempre por hablar de aquello que ama”.

Había nacido en 1.915 pero es desde el 1.974 al 76, durante los dos años universitarios, cuando dedica un curso en la Escuela de Altos Estudios al “discurso amoroso” y es, además, en esa época cuando termina “Fragmentos de un discurso  amoroso”, compuesto de pequeños fragmentos ordenados alfabéticamente.

Es la época en que ha padecido la ausencia de un amor de juventud.

Se enamoró de Robert David, compañero en el sanatorio en que se encontraban por la tuberculosis.

Son grandes y buenos amigos, se admiran mutuamente, pero R. David no siente interés amoroso por alguien de su mismo sexo, era heterosexual.

Pero cuando R. David se recupera de la enfermedad y abandona el sanatorio, a R. Barthes el mundo se le viene encima, es el año 1.945.

Le escribe durante casi seis meses, a diario, a veces incluso dos veces, 8 páginas como mínimo (material que se recoge en su “Fragmentos”, y que será un best seller filosófico.

Lo describe como casi nadie puede describir: “no puedo clasificarlo, puesto que es, precisamente, el Único, “atopos”, el que ha venido a responder a la especificidad de un  deseo…Es la figura de mi verdad, que no puede ser tomada a partir de ningún estereotipo (que es la verdad de los otros)”

“¿Que qué pienso del amor?: no pienso nada. Querría saber lo que es pero, estando dentro, lo veo en existencia, no en esencia. No podré alcanzar el concepto más que por la cola…Estoy en el mal lugar del amor, que es un lugar deslumbrante: “el lugar más sombrío –dice un proverbio chino- está siempre bajo  la lámpara”.

Sufre de angustia esperando una llamada telefónica que no llega.

“El mundo carece de sentido si el teléfono permanece en silencio”.

“Ser raptado por el amor, explorarlo enamoradamente y la secuela del sufrimiento” he ahí los tres momentos del proceso amoroso,

No hay un sistema del amor (sólo lo hubo en la Grecia Clásica), ni el cristiano lo es, como tampoco los es el psicoanalítico.

“El enamorado produce una soledad de sistema”

En 1.977 muere su madre, Henrriette, con casi 84 años y con la que vivió, prácticamente, toda la vida y a la que dedicó su último libro, publicado en 1.980, un año antes de su muerte, “La cámara lúcida”, una reflexión sobre el amor y sobre la muerte.

R. Barthes no superará este hecho: “lo que he perdido no es una figura (la madre) sino un ser, y no sólo un ser, sino una calidad, un alma: no algo indispensable sino algo irreparable. Yo podía vivir sin la madre, pero la vida que me quedaba, sin ella, sería seguramente y hasta el fin, “in-calificable” (sin calidad).

El Amor y la Muerte, “fragmentos de un discurso amoroso” y “La cámara lúcida”, es la constatación del paso del tiempo.

De cada página emana “la nostalgia del amor materno”


Su familia era su madre, su hermano y los amigos, pero con la muerte de su madre murió casi toda su familia.

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