En la historia del
pensamiento occidental podemos encontrar dos grandes y extremas concepciones
del amor:
1.- El amor como una relación
“finita” y “recíproca” entre dos seres humanos (mejor denominarlos “personas”)
y conservando cada uno la individualidad de su proyecto vital.
Es una relación “finita”
entre dos seres finitos y susceptible de una gran variedad de modos y en
conformidad con los intereses de ambos.
He escrito varias veces que
el matrimonio comporta tres proyectos:
1.- El proyecto propio, al que no puede ni, sobre todo, debe renunciar; 2.- Un
proyecto común, con su pareja, al que hay que aportar una gran dosis de
esfuerzo y alguna renuncia al propio proyecto para que el común pueda seguir
adelante, y 3.- Respetar y ayudar al proyecto de su pareja, por el bien de los
tres proyectos vitales, que no deben obstaculizarse, pero tampoco fundirse.
Según esta concepción el amor
es muy interesante, pero no lo es todo.
Tú, yo y, además, ambos.
2.- Donde lo realmente importante
es el “nosotros” y en el que la pareja es más importante que cada uno de sus
componentes.
Ésta es la concepción
romántica.
Perderse ambos como personas
individuales para encontrase como pareja y que sería la vía privilegiada de
conocimiento entre ellos.
Renunciarse, olvidarse,
difundirse y encontrarse juntos viviendo el “ambos”
Bataille, en el amor, será un
romántico.
Para él, el abismo que separa
a dos personas es infinito y sólo puede salvarse ese abismo entre ellos o con
la violencia o con el erotismo.
Imaginaos la nueva situación
de la pareja como padres.
El nuevo ser es la fusión de
dos seres, distintos al nuevo ser, pero continuación de los mismos.
Distingue Bataille tres
formas de erotismo: 1.- Erotismo de los cuerpos; 2.- Erotismo de los corazones,
y 3.- Erotismo sagrado.
(Grosso modo sería la pareja
joven, la pareja de ancianos y el cura-fraile-monja).
El erotismo tiene como objeto
salir de la propia individualidad para encontrar al otro y sumergirse, ambos,
en una relación superior.
¿Qué es el desnudarse ambos y
entregarse a los abrazos, besos, tocamientos,… sino darse al otro al tiempo que
recibirlo y descubrirse ambos como amantes?
Es el erotismo de la carne
que se manifiesta dándose en una dimensión superior a través de la sexualidad y
del sexo, con un final orgásmico y perdiendo el sentido.
Ese encuentro entrelazado es
el culmen del erotismo de los cuerpos para el que no es necesario que esté
presente el amor, basta con quererlo y practicarlo.
Una relación carnal, pasajera
y voluntaria, pero intensa, y durante unas vacaciones, es el mejor ejemplo.
El erotismo de los corazones
es, ya, muy distinto porque ni siquiera son insustituibles los cuerpos.
Se aman y se demuestra ese
amor con atenciones y cuidados, con pequeños detalles, en el día a día, con
pequeñas pero sentidas satisfacciones que llenan el espíritu.
Se está a gusto con la mera
presencia del otro al lado, incluso sin decir nada, porque no hace falta
decirlo para experimentarlo.
Es una relación apasionada
que no le hace ascos ni a la muerte, tanto al suicidio por amor como al
asesinato por amor (los casos de Alzheimer de la persona amada)
El tercer tipo de erotismo,
el sagrado o místico.
¿Qué son los estados de
éxtasis de Santa Teresa de Jesús o el “muero porque no muero” y “vivo sin vivir
en mí” sino una “borrachera amorosa” durante la cual se desea la muerte para
seguir emborracha de amor, anegada en el amado?
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