En la época moderna hablar de
sexo es algo totalmente normal y necesario, los discursos que se gestan son
utilizados para la productividad de la especie, la pregunta sería qué impulsa a
los hombres a hablar de sexo, qué hay en el sexo que sea tan necesario y no
estoy hablando simplemente del acto carnal, al que biológicamente estamos
acostumbrados, sino en la sexualidad como un dispositivo al servicio productivo
de la sociedad.
Transformar el sexo en
discurso fue el primer paso para crear una ciencia del sexo.
Alrededor de la sexualidad se
configuró toda una clínica, en que se establecieron problemas, síndromes,
síntomas, enfermos, sanos.
Y, a partir de casos
específicos, como el masturbador, el perverso, la pareja maltusiana y la
histérica,… se empezó a forjar un nuevo tipo de normativa y un nuevo tipo de
sujeto.
“A partir del siglo XVIII,
cuatro grandes conjuntos estratégicos se despliegan a propósito del sexo,
dispositivos específicos de saber y poder. No nacieron de golpe en ese momento,
pero adquirieron entonces una coherencia, alcanzaron en el orden del poder una eficacia
y en el saber una productividad que permite describirlos en su relativa
autonomía”.
Así, la totalidad de los
individuos dentro de una sociedad regida por normas se halla cuidadosamente
fabricada, de acuerdo con una gran cantidad de fuerzas metodológicas centrada
en los cuerpos. Razón por la cual quien no se ajustara a la norma debía ser
analizado y tratado clínicamente, para una mejor productividad social.
Por tanto se expande un saber
técnico acerca de las conductas de los individuos en el que se aprende sobre
ellos y se los hace producir mejor.
“En la preocupación por el
sexo —que asciende todo a lo largo del siglo XIX— se dibujan cuatro figuras,
objetos privilegiados de saber: 1.- La mujer histérica, 2.- El niño
masturbador, 3.- La pareja maltusiana y 4.- El adulto perverso.
Cada uno es el correlativo de
una de esas estrategias que, cada una a su manera, atravesaron y utilizaron el
sexo de los niños, de las mujeres y de los hombres”.
Foucault analiza los sitios
en los que el sujeto es educado y amoldado, la razón lo que pretende es,
siguiendo el legado de Nietzsche, hacer una historia de los sentimientos, de
los comportamientos y de los cuerpos.
Para ello estará en la labor
de estudiar aquellos dispositivos o mecanismos que permitieron alcanzar un
saber en torno al sexo.
El discurso sobre el sexo
excita e insinúa, por ello se vale de ciertas estrategias en las que el poder y
el placer actúan en conjunto, para un bien en común y es la formación de nuevos
sujetos, capaces de amoldarse al sistema del poder y también la identificación
de otros sujetos que amenazaban este sistema: la mujer histérica, el niño
masturbador, etc.
Estos sujetos fueron
sometidos a un proceso de objetivación por medio del cual podían ser
clasificadas sus acciones al interior de un campo de saber que dictaba lo
normal y lo anormal.
No se trata de anular ciertas
conductas, sino de hacer de ciertas conductas algo normal, y de otras algo
anormal.
Así, para Foucault el sexo es
uno de los dispositivos del poder, que necesita y puede ser administrado,
hablar de análisis, contabilidad, clasificación, nos lleva directamente a
hablar de Biopolítica, como una estrategia política al servicio del poder.
Hasta tal punto que durante
el siglo XVIII y así como nos lo muestra Foucault, el sexo se convirtió en un
asunto de policías.
“Policía del sexo: es decir,
no el rigor de una prohibición sino la necesidad de reglamentar el sexo
mediante discursos útiles y públicos” y esto lo que evidencia es una
administración por parte del Estado de nuestras condiciones biológicas, la Biopolítica será esa
estrategia política, que necesitaría de un código y una ley que vendría a
administrar la vida de los individuos.
Durante el siglo XVIII, se da
el epicentro de esta problemática, los sujetos están envueltos en una sociedad
atada por censuras y en el transcurso de la historia se evidencia que, pese a
las prohibiciones, el discurso sobre el sexo se ha multiplicado, ahora bien,
punto clave para entender a Foucault y es que, aunque se hable mucho en torno
al sexo, el discurso que se gesta gira en torno a la premisa de algo que no
poseemos, por tanto nos enfrentamos a una represión aparente, se crea un
lenguaje censurado para todos los individuos, y que es lo que lo que se conoció
como el vocabulario autorizado y restringido, creado especialmente para hablar
sobre el sexo.
De ahí, también, que las ciencias
serían las encargadas de crear la norma adecuada para la sociedad, la modernidad
con su fervor científico, impulsó al hombre a conocer biológicamente su cuerpo,
y psíquicamente sus pensamientos.
Esto nos lleva a inferir que
no existe un discurso entorno al sexo, sino una multiplicidad de discursos que
han sido institucionalizados y reforzados por las ciencias, todo al servicio de
la sociedad.
Por tanto la condición de
silencio, de prohibición y de censura que se vivió en la pastoral cristiana ha
sido cambiada, por un sexo más discreto, que se mantiene en secreto y que es
regulado por las ciencias.
Basta con adentrarse en las
instituciones para ver el reflejo de lo que la medicina, la ética, la psicología,
las ciencias naturales, en fin todo un engranaje al servicio del Estado.
Analicemos a la “histérica” y
al “masturbador”, dos casos estratégicos al servicio del biopoder, para una
sociedad disciplinaria como la que es pensada en el contexto de Foucault.
Foucault evidencia cómo el
poder se ha convertido en un objeto al servicio social, el sexo es un discurso
racional con pretensiones e intereses, que consolidan el poder y sus
mecanismos.
Podemos ver entonces que la
represión de las acciones y del lenguaje no son ahora más que estrategias
productoras del poder.
Estrategias que tiene como
objetivo canalizar el discurso y normalizarlo.
La represión sería en torno a
la forma como nos expresamos frente a la sexualidad, todo con un interés útil y
aceptable para el desarrollo social. “la prohibición de determinados vocablos,
la decencia de las expresiones, todas las censuras al vocabulario podrían no
ser sino dispositivos secundarios: maneras de tornarla moralmente aceptable y
técnicamente útil”.
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