Si hoy está prohibido “hacer
el amor” en lugares públicos, a la vista de la gente, y sobre todo de los
niños…los romanos tenían tres prohibiciones:
1.- No se puede hacer el amor
antes del anochecer (hacerlo durante el día es un privilegio sólo de los recién
casados)
2.- No se puede hacer el amor
desnudo (sólo las prostitutas pueden hacerlo sin sujetador o sostén)
3.- Los tocamientos nos se
pueden hacer con la mano derecha (que es la mano de comer), sólo con la
izquierda (que es la mano pecaminosa).
Y donde no puede llegar la
mano llega la voz, si no se puede tocar si se puede piropear, halagar, exagerar
las virtudes y cualidades (lo que siempre ha sido una estrategia para el ligue
y primer contacto (lo que, uno como yo, estará condenado al mayor fracaso)
Un buen introito para llegar
a ser amante es llegar a ser, previamente, amigos. El paso de uno otro es más
fácil.
A Ovidio le ayudó, y mucho,
dedicarse a la poesía (fue en su tiempo el mayor poeta vivo, nadie le hacía
sombra) en vez de estudiar leyes, como quería su padre.
¿Por qué, pues, fue
desterrado a una aldea del Mar Negro?
¿Porque en su obra, El Arte
de Amar, hacia publicidad, apología, del adulterio y del libertinaje?
“Si ella llora, llora tú; si
ella ríe, ríe tú, aún más, si juegas con ella, déjate ganar, hazle regalos,
aunque no sean caros, pero que sean de su gusto, si ella…..tú….”
Hay que hacerle la rosca para
conquistarla y poder llevársela a la cama.
“Hasta el amor se consigue a
fuerza de oro”.
Si un muchacho de gente bien
es un inútil y para nada vale, que entre en la carrera militar.
Un buen truco, también –dice
Ovidio- es alejarte de ella con viajes, para que te eche de menos, añorando tu
presencia y sufriendo con tu ausencia, pero sin retrasarse demasiado, no sea
que, entre tanto, seas reemplazado por un nuevo amante.
Si sospechas de ella,
disimula, para no enfrentarte de cara, no preguntes ni quieras indagar más, no
tomes decisiones precipitadas.
Si los libros I y II de El
Arte de Amar está dirigido a dar consejos a los jóvenes seductores, el libro
III está dedicado a la mujer y cómo pueden sacar más partido a sus encantos
naturales en el juego del amor, porque
se parte de la debilidad de la naturaleza de la mujer, para disimular u ocultar
dicha debilidad.
Hay que ocultar a la vista
del varón, las deficiencias físicas con ungüentos y afeites varios, el carmín,
en los labios, el pelo limpio, cuidado, con un peinado, bien recogido, bien
suelto, bien en trenza (todo depende de la forma redonda o alargada de su
rostro) y, si fuera necesario, recurrir a teñirse el pelo o a pelucas (pero
nunca el pelo corto), cuidado del contorno de las cejas, desodorantes de varios
olores, el color blanco de la ropa sobre todo para las morenas, lo que realzará
su belleza, collares, gargantillas, anillos, brazaletes, pendientes,….
Todo vale para que el varón
“pique” aunque se crea que él ha sido el pescador, porque, en realidad, ha sido
pescado.
Era de esperar que los Santos
Padres de la Iglesia
pusieran el grito en el cielo y consideraran todo lo anterior como “diabólico”,
porque sería una intervención en el orden divino, un oponerse a Dios, un
corregir a Dios y su orden, su cosmos (“cosmética” viene de “cosmos”, “orden”).
La cosmética es la
introducción del desorden en el orden divino, una bofetada a la obra de Dios.
Donde más y mejor se “liga”
es en las grandes concentraciones, deportivas o festivas.
Incluso en la mesa, hay que
“saber comer”.
Sólo en la última página del
libro, como si fuera lo que más le avergonzase (y, seguramente, es verdad)
trata de las posturas o posiciones sexuales en la cama.
Si ella tiene la cara bonita
que solicite el cara a cara, la postura “del misionero” (diríamos hoy), para
que él la contemple.
Si ella, por el contrario, es
de rostro poco agraciado, que le dé la espalda al varón, la postura “del
perro”.
Si ella es alta… si ella es
baja…si ella es obesa…si ella es delgada,….
Porque es él el activo, el
que lleva las riendas, la batuta de la situación en que se encuentra.
Todas las formas o posturas o
posiciones sexuales son válidas aunque la más fácil y la menos trabajosa es la
“de lado”, acostarse tendida sobre el lado derecho.
Todos los amantes podrán
decir que tuvieron a Ovidio por maestro.
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