De Baudrillard yo ya había
leído, allá en mis tiempos jóvenes, varios libros y me gustó la manera en que
exponía sus pensamientos y su forma de expresarse, pero nada sobre la
“fascinación”, el “enamoramiento”, el “flechazo”,…
Desde Platón (que ya escribió
sobre los sentidos y su jerarquía) se sabe que es el sentido de la vista el que
más nos pone en contacto con la realidad, desde este libro hasta la luna, el
sol y las estrellas, seres materiales con los que entramos en conocimiento.
No así con el oído, cuyo
campo cognoscitivo directo es muy reducido (a veces escuchamos, pero no oímos
la información de los comensales de la mesa cercana).
¿Y qué decir del gusto, del
olfato o del tacto (grosso modo)? Apenas nos informa de lo que está tan cercano
a nosotros.
Pero la vista…
La vista, la mirada, es la
puerta primera que propicia el inmediato acercamiento o alejamiento de esa
persona que aquí, allí, o un poco más lejos con la que contactamos visualmente.
Entro en una discoteca, oteo
el ambiente humano femenino (yo soy heterosexual, lo que no es ni mérito ni
demérito, sino un hecho) y de esa joven me llama la atención, sus ojos, su
expresión facial, sus gestos al expresarse, su tipo,…y se me enciente la luz
del deseo de seducirla, de entrar en contacto con ella.
Quizá, al momento, su
tartamudez, su sordera, su lenguaje chabacano,… me corte la fascinación por
seducirla y me incite a alejarme.
Igualmente. Voy por la calle
y me cruzo con esa joven exageradamente bella, la rápida mirada a sus ojos o
sus labios, su cimbreo al andar con esos imposibles tacones, su falda ajustada
que le remarca su tipo,…y, nada más cruzarnos, me paro, me giro y la miro desde
otra perspectiva.
Pudiera ser que para ella mi
presencia haya pasado inadvertida y continúe su camino.
Pero también hubiera podido
ser que sí le haya llamado la atención mi…. (no sé qué hubiera podido ser) y se
haya vuelto a mirarme desde otra perspectiva.
Y nuestras miradas se hayan
cruzado, y hayamos sentido vergüenza ambos, o no, al sentirse contemplados.
Si nos quedáramos mirándonos
se entablaría una lucha, un enfrentamiento de miradas y el primero que bajara
la vista o la desviara se convertiría en perdedor de esta batalla.
Quien se retirase de esta
confrontación de miradas se convertiría en “objeto mirado, pasivo” mientras el
ganador sería el “sujeto activo que ha apresado la figura del otro”, como
trofeo, instrumentalizándola.
“La seducción de los ojos es
la más inmediata, la más pura, la que prescinde de palabras, sólo las miradas
se enredan en una especie de duelo, a espaldas de los demás y de su discurso:
encanto discreto de un orgasmo inmóvil y silencioso” – dice Baudrillard.
Es la por otros denominada
“mirada copulatoria”.
El contacto visual entre dos
seres que transmiten su energía sexual a través de unos segundos de
contemplación.
¿De dónde, y por qué, sino la
femenina sombra de ojos, como contraste, el rimmel para acentuar, marcar las
cejas, el maquillaje vario y variado que encubra y disimule imperfecciones con
cremas base de principio y demás mejunjes y coloretes? ¿Y el peinado? ¿y el
canalillo sugerente e imán de la mirada?.
Todo es una artimaña para
verse ella guapa ante el espejo, y gustarse pero, sobre todo, para llamar la
atención de los otros/otras, como efecto llamada, como un acto de seducción
para ser seducida.
“Tal vez sean los ojos (y no
el corazón, ni los genitales, ni el cerebro) los órganos en que se inicia el
idilio, ya que es la mirada penetrante la que, con frecuencia, provoca la
sonrisa humana”
Sólo después de haber
superado la primera barrera, la del contacto visual, será cuando entren en
acción los demás órganos del cuerpo (la voz, las manos, los labios,…)
El lenguaje no verbal es
crucial en el proceso de seducción porque la acción de seducir tiene como
objeto ser seducido.
Si hasta los animales
practican el ritual del cortejo, ¡cuánto más y más acentuado se da entre las
personas!
Hay personas torpes en el
proceso de seducción y en el cortejo (como el que esto escribe) y los hay
auténticos especialistas en el dominio de dichos rituales.
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