Imaginaos un estadio con 80
filas de gradas y en el que cupiesen 109.000 espectadores, con palcos de
categoría escalonada para personas VIPs según su nivel de nobleza, y bajo el
estadio sótanos con pasillos y dependencias varias y variadas como jaulas,
cárceles, almacenes,… (Como los camerinos actuales para actores y actrices, sus
vestuarios, su parafernalia,…).
Toda una sociedad del
espectáculo pero que, en vez de ser conciertos, teatros, cines,…fueran combates
a muerte entre esclavos o entre un hombre y una fiera o batallas navales.
Animales contra animales,
esclavos contra esclavos, esclavos contra animales, cristianos contra
animales,…
Estamos refiriéndonos al
Coliseo de Roma.
Fue durante los tres primeros
siglos de nuestra era.
Era habitual la lucha de
gladiadores, que combatían hasta morir uno de ellos, el perdedor, a no ser que,
por su valentía, el público levantara el dedo pulgar, hacia arriba, (como ahora
se sacan los pañuelos blancos en nuestras corridas de toros para pedir un
trofeo al torero) para que se le perdonase la vida al vencido.
El día de su inauguración (en
un solo día) murieron 5.000 animales y, a comienzos del siglo II, también en un
solo día, participaron 4.000 parejas de gladiadores.
Desde entonces, y hasta
ahora, la receta “panem et circenses” (comida y espectáculo) ha funcionado,
funciona y funcionará, estoy seguro.
Somos así, cuerpo satisfecho
y alma dormida y gozosa, porque si, además, todo es gratis, lo hace aún mejor.
¿Quiénes asistían a tales
espectáculos?
Todos, desde políticos a
plebeyos, jóvenes y viejos, varones y mujeres, desde filósofos como Séneca, a
oradores como Cicerón, o escritores varios.
El Arte de Amar recomienda
asistir a los espectáculos porque, durante ellos, el varón puede buscar y
encontrar a la mujer con quien solazarse, estimulado el deseo amoroso por el
espectáculo de la muerte en directo, como diciéndose y diciéndole, “Carpe diem”
(aprovecha el instante, disfrutemos del momento mientras estemos vivos,…)
A comer, a beber y a follar
(dejemos el amor para otro momento)
Puedes sentarte al lado de
una muchacha y, con tanta gente alrededor gritando, puedes cortejarla, con
detalles como alejando el polvo proveniente de la arena, sacudiéndole el manto,
metiéndose con el espectador que, desde la fila superior está molestándola con
la rodilla,… y escurriendo la mano entre sus ropas, disimulada o abiertamente.
Hoy, invitar a una dama a un
concierto, a una ópera, a un teatro,…suele ser el prólogo para continuar juntos
en la cama del apartamento o del hotel cercano.
Y si, además, la invitación
pasa por el restaurante de muchos tenedores, el vino de Vega Sicilia de no sé
que añada, un brindis con champagne francés y el baile posterior con el cubata
o gin tonic, entonces…todo es más fácil y el éxito está asegurado.
La mesa, el espectáculo y la
cama es una buena combinación que siempre ha funcionado.
Los romanos comían demasiado
y bebían de manera distinta a nosotros.
Si hoy, mientras comemos, y
al comer, vamos mezclando la comida y la bebida, los romanos nunca lo hacía al
mismo tiempo.
Durante la primera parte del
banquete se come sin beber y durante la segunda parte se bebe sin comer ya.
Los vinos solían tener un
sabor a resina y se les aguaba para poder seguir bebiendo durante más tiempo.
“Toda mujer puede ser
conquistada, puede ser conseguida, puede ser presa, todo depende de la astucia
y la habilidad del conquistador o cazador, si su autoestima está por las nubes
y cree internamente ser un buen conquistador.
Es verdad que también a la
pederastia no se le suele hacer asco, pero eso es “peccata minuta”.
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