Es otra de las salidas al sufrimiento, esclavitud, pobreza,
miseria,… de la sociedad en que se vive.
Replegarse y buscar la felicidad y la salvación, no
esperarlas hasta morirse por encontrarse, ellas, más allá de la muerte.
El místico, huyendo y saliéndose, apartándose de este mundo,
procura su salvación no por medio de una acción colectiva subversiva contra el
mundo que lo rodea (como los mesianismos), sino por la vía de un regreso y
refugio en la interioridad personal del creyente.
Quien esto escribe defendió su tesina sobre el dicho, la
sentencia agustiniana: “Noli FORAS (mundo exterior) ire, REDDE te ipsum, in
interiore homine (mundo interior) habitat veritas et, post TRASCENDE te ipsum (mundo divino).
No “fuera” (el mundo), sí “dentro” (el yo) para, desde aquí,
“arriba” (Dios).
La Mística es una (no la única) forma de religión,
consistente en interiorizar (no exteriorizar) las diferentes acciones de la
religión.
En la Religión Mística no hay otro templo que el propio
cuerpo humano, el corazón del hombre.
El verdadero santuario de la Religión Mística es “el
hombre”, es la entrega de un corazón puro, incontaminado por lo profano.
En ella no hay mitos que proclamar ni ritos externos que expresar.
Al relato épico del mito lo substituye la contemplación
interior, la meditación de su verdad eterna.
El culto externo es reemplazado por la oración callada, en
un lenguaje interior, en comunicación con la divinidad.
No son necesarias oraciones habladas ni discursos.
Es el silencio meditativo el lazo de unión con la divinidad
o la palabra mil veces repetida: “Dios”, “Dios, “Dios”,….o como el místico
hindú mil veces repite: “Om”, “Om”, “Om”….
En esa única palabra sagrada se concentra y descansa toda la
religión mística, expresando, así, el reconocimiento de la unión con lo
absoluto.
El lenguaje místico es semejante al lenguaje metafísico de
los filósofos con la diferencia en que éstos se preocupan por conocer la verdad
mientras el místico está preocupado por la salvación.
La Mística es una búsqueda religiosa de liberación de las
ataduras del mundo en la vida presente mediante la unión y, a veces, fusión con
la divinidad, fuente de salvación.
Mientras cada religión tiene sus propios mitos, creencias,
doctrinas,…en la mística coinciden o casi coinciden en lo nuclear de ella.
Pero para llegar a la Mística es necesario el paso previo de
la Ascética, apartándose del mundo, retirándose al desierto (los anacoretas o
solitarios) o ingresando en el convento o cenobio (en comunidad).
Estamos refiriéndonos al “monacato”.
Anacoretas y monjes buscan lo mismo (una vez renunciando al
mundo), “la unión mística con la realidad suprema”, aunque por caminos
diferentes.
Puede, así, llegarse al estado de plenitud, al que llegan
muy pocos, los “hombres perfectos”, los que ya alcanzaron la suprema unión, y
que en Oriente son los “yoguis”, los que están en posesión y dominio de las
técnicas del yoga en sus 8 grados que, naturalmente, son poquísimos los que
llegan a ello.
Pero, en muchas religiones, lo fundamental de la actitud
mística está, también, en la piedad popular o la devoción sincera de las
multitudes, entregadas.
La oración privada e intensa, en actitud concentrada, así
como el sentimiento religioso, en general (“los/las beatos/as”) pueden
considerarse, aunque devaluadas, formas místicas rudimentarias y muy extendidas
de la búsqueda de salvación.
Si comparamos un místico occidental cristiano, como Eckhart
(siglo XIII-XIV) con un místico oriental, como Shankara (siglo VIII-IX),
hinduista, ciertos rasgos son comunes o afines:
Mientras en Eckhart es la unidad e identidad del alma con la
divinidad en Shankara es la unidad e identidad del “atman” del individuo con el
“brahman” o espíritu cósmico, realidad última de todo ser.
A veces es la poesía (o también la música) una expresión
mística (recordemos a nuestro San Juan de la Cruz y su poesía sublime).
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