jueves, 8 de agosto de 2019

EPICURO Y EL PLACER.Y LA VIRTUD ( 1 )


EPICURO Y EL PLACER.

Dado el concepto material de la realidad, el fin del hombre queda reducido a lograr la felicidad en este mundo y que consiste en evitar el dolor, que es el único mal, y conseguir la mayor cantidad posible de placer, que es el único bien.
Así lo atestigua la experiencia.
Todos los seres vivientes buscan los placeres y huyen de los dolores.

Éste es único criterio que debe presidir la conducta humana.

No obstante (y dicho lo cual) Epicuro no es un puro hedonista (como luego lo será n los epicúreos posteriores, hedonistas groseros).
Su doctrina sobre el placer es mucho más elevada y hasta opuesta a la de los cirenaicos y hedonistas.

El hombre es un compuesto de cuerpo y alma, y a cada uno de estos elementos les corresponden sus propios placeres.
Los placeres del cuerpo son esencialmente carnales pero el alma tiene una clase de placer más elevada y a la que Epicuro denomina “Jará” (gozo).

Además, en cuanto dotada de conocimiento y reflexión, le corresponde regir y regular la vida del sabio, refrenando las actividades propias del cuerpo mediante la “prudencia”, con la cual debe moderar los apetitos y señalar la norma de conducta, cuya finalidad es el equilibrio del hombre, su paz interior y su tranquilidad.

Así mismo, debe prever las consecuencias que pueden tener sus acciones.

LA VIRTUD.

Consiste en el medio de evitar el dolor y conseguir la mayor cantidad posible de placer.

No todos los dolores son absolutamente malos, sino que, a veces, son preferibles a los placeres, pues pueden reportarnos un bien mayor.
Ni todos los placeres son deseables, pues pueden ser causa de dolores.

El sabio deberá moderar la satisfacción de sus apetitos mediante la virtud de la “templanza”, puesto que el abuso de los placeres puede ocasionar dolor.
Debe saber calcular las sensaciones y distinguir su duración, su intensidad y sus consecuencias.
No debe elegirse a ciegas calquier placer, y menos los propios del cuerpo, porque pueden ir mezclados con muchos males.

Epicuro recomendaba una vida austera y refrenar los apetitos inmoderados, anejos a la satisfacción de las necesidades corporales.

Distinguía entre “necesidades naturales” y “no naturales o no necesarias”

El sabio debe excluir el lujo contentándose con lo necesario para la vida.
Con pan, agua y un alimento frugal el sabio es más feliz que con los festines.
Dio ejemplo con su conducta, pues se contentaba con agua y pan moreno.

En una carta a un amigo le escribe: “envíame un poco de queso citrídeo para que yo pueda hacer una comida más excelente”

En el placer distinguía dos aspectos: uno negativo (que es el principal) logrando la ausencia de dolor (“aponía”), el reposo, el descanso y la imperturbabilidad (“ataraxía”), de donde proviene la paz interior del alma, libre de dolores, de temores y de perturbaciones, que es lo característico del sabio.

El sabio debe librarse de los cuidados de la familia, de la riqueza, de los negocios y honores, de todo cuanto pueda perturbar la paz de su espíritu y producirle inquietud y dolor.


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