2.- Invasiones e inmigración.
Si el limes romano, para
impedir la entrada de los pueblos bárbaros, medía unos 874 kilómetros , como
frontera entre dos civilizaciones, el Telón de Acero, entre la Europa Oriental y la Occidental , en el siglo
XX, medía 3.600
Kilómetros , del Báltico al Adriático, que también se
vendría abajo ante los intentos interiores (Hungría y Checoslovaquia (“la
primavera de Praga) y la presión occidental, externa, siendo la caída del muro
de Berlín (ciudad, también, dividida) el comienzo del fin del Bloque Oriental.
Todavía hoy se levantan muros
físicos entre Israel y Palestina, entre Estados Unidos y México… y muros de
papel, con pasaportes, aduanas…
A pesar de ello, tanto entre
los romanos como entre nosotros, las inmigraciones, legales o ilegales, no
saben de fronteras cuando se les presentan las hambrunas, las sequías, las
guerras étnicas o golpes de Estado de “te quito y, en tu lugar me pongo yo, que
no seré mejor, pero soy otro”) y hay que echar a correr allí donde hay comida y
supervivencia.
A los alamanos, suevos,
vándalos, godos…. los suceden, hoy, los turcos, los orientales, los
iberoamericanos, los chinos, los árabes y africanos,…que se establecen,
trabajando (si pueden) para comer y disfrutando de las ventajas de todo tipo
(sanitarias, educativas, sociales…) de los países de acogida, como en otro
tiempo lo fueron las ciudades romanas.
El hambre y la muerte empujan
para saltar los muros o derribarlos, antes y ahora.
3.- La descentralización de
la estructura social y la crisis del control central.
Fue el surgimiento de las nuevas
naciones surgidas por los asentamientos bárbaros y lo son hoy las
descentralizaciones del poder central, bien por el federalismo de algunas
naciones, bien por el estado de las autonomías.
El antiguo feudalismo y los
señores feudales, con sus prerrogativas, se encuentra hoy materializado en los
parlamentos federales y autonómicos.
4.- La fragmentación de las
ciudades.
La que daría lugar a los
“Burgos”, son los equivalentes a nuestros barrios, con su mayor o menor
idiosincrasia, como territorios casi privados, convertidos (muchos de ellos) en
lugares peligrosos, sobre todo para los de fuera, donde las mafias locales, la
violencia y el salvajismo campan a sus anchas, donde las bandas armadas
controlan y permiten o prohíben, con hacinamiento, con problemas de espacio y
de comunicación, con una vida diaria tan distinta a la del centro de las
ciudades.
Si de aquellos “burgos”
saldría la burguesía económica, industrial, financiera,… en estos barrios
abunda el dinero negro, los negocios ilegales, las variadas mafias…
En las grandes ciudades
(Londres, París, Madrid,…) hay barrios chinos, turcos, griegos, rumanos, rusos,
marroquíes, subsaharianos,… desgajados, marginados, con vida y funcionamiento
propio.
5.- La inseguridad física y
económica.
Sin proyectos de futuro, vida
de supervivencia diaria. Ausencia de vigilancia. Reservando el centro de la
ciudad, bien vigilado, como lugar de visita y de compras.
6.- Tendencia a traducir el
saber y el poder en imágenes, para que, al entrar por los ojos, puedan ser consumidos.
La publicidad y la propaganda, atractivas, con colores y sonidos, que puedan
ser captadas al momento y atraigan a compradores.
Como en otros tiempos, con un
analfabetismo generalizado, el pueblo necesitaba ver y oír los mensajes
religiosos.
Las catedrales, con sus
vidrieras, su imaginería, su púlpito, sus cánticos, su olor a incienso, su
boato y parafernalia… eran la publicidad del mensaje religioso que entraba por
la vista, el olfato y el oído (ya que no podía entrar por la mente).
Hoy también se intenta que no
se piense, pero que se consuma. La propaganda subliminal, inconsciente, como
estrategia de la compra/venta.
7.- Gusto por la recopilación y el inventario.
El coleccionismo. Acumulación de objetos, lo que conlleva su
conservación. La Iglesia
y el poder económico se lanzan a la recopilación de elementos culturales que
instalan, conservan y copian libros, miniaturas, imaginería religiosa,
arquitectura religiosa y civil,….
En los antiguos monasterios
se busca todo y se guarda todo. La importancia de un monasterio está en
relación a sus archivos e inventarios.
Igualmente hoy con la
dosificación cultural en volúmenes, separatas, fascículos, entregas varias,… a
veces para rellenar espacios de estanterías.
El placer de poder decirlo y
que pueda ser visto, contemplado, envidiado por los demás.
Se decía: “divide y vencerás”.
era un lema bélico, hoy podríamos afirmar: “diversifica, divide y vencerás,
porque, al atender a las partes, no serás consciente del todo del que forman
parte”, así el problema se difumina y no se muestra.
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