La repetición de “actos
buenos” conduce a la creación del “hábito de obrar bien” y eso tiene un nombre:
“VIRTUD”.
Por el contrario, la
repetición de “actos malos” conduce a la creación del “hábito de obrar mal”
cuyo nombre es “VICIO”
ACTOS à HÁBITOS à VIRTUDES O VICIOS.
La virtud es la condición
necesaria para llegar a conseguir la felicidad (“todo lo que el hombre hace, lo
hace para ser feliz” sentencia Aristóteles)
El análisis de la virtud
ocupa en Aristóteles la mayor parte de sus tres Éticas.
Considera al hombre como un
compuesto sustancial, integrado por dos principios distintos: cuerpo material y
alma inmaterial/espiritual.
El cuerpo es sujeto de
“pasiones” (movimientos del apetito sensitivo que llevan consigo placer o
dolor, como la concupiscencia, la cólera, el temor, la audacia, la envidia, el
amor, el odio, el pesar, los celos, la compasión,…), las “potencias” (lo que
hace al hombre capaz de experimentar las pasiones) y los “hábitos” (cualidades
adquiridas que ponen al sujeto en buena o mala disposición para sentirlas).
Las “pasiones”, en sí mismas,
no son ni buenas ni malas, su bondad o maldad depende del objeto por el que el
hombre se apasiona (amar al prójimo u odiarlo,…), no son potencias, sino
hábitos que perfeccionan las potencias activas llegando a ser virtudes o
vicios.
La virtud reside, siempre, en
el alma, pues necesita conocimiento, deliberación y libertad para regir la
actividad humana (el cuerpo es sólo su soporte puramente materias).
Aunque la vida virtuosa es
una, las virtudes son muchas, según las actividades humanas, tanto social como
individualmente.
1.- LA
VIRTUD ES UN HÁBITO ADQUIRIDO.
Adquirido por la repetición
de actos, mediante el esfuerzo y la tenacidad en la práctica de obrar bien, la
naturaleza sólo da ciertas “disposiciones”.
Unos nacen con más talento o
más temperamento que otros, pero llegar a convertir en “hábitos” firmes y
permanentes esas disposiciones requiere tiempo, ejercicio, energía, constancia,…de
ahí que diga Aristóteles que la virtud raramente se dé en los jóvenes y que hay
que esperar a la madurez.
Las “virtudes intelectuales”,
superiores, se adquieren por medio de la enseñanza y del aprendizaje, con
tiempo y con experiencia.
Las “virtudes morales”,
inferiores, también requiere de un largo ejercicio.
2.- LA
VIRTUD ES UN HÁBITO VOMUNTARIO.
Contra Sócrates, que
identificaba “virtud” con “ciencia” y “vicio” con “ignorancia” ambos dependen
tanto del conocimiento como de la voluntad.
No basta con saber el bien
para practicarlo ni conocer el mal para dejarlo de cometer.
La virtud es un “hábito,
libre y voluntario, que implica un acto de “deliberación” y de “elección” y en
el cual intervienen conjuntamente la inteligencia y la voluntad.
El mecanismo del acto
voluntario es: 1.- Conocimiento del objeto y del fin, 2.- Voluntad de
alcanzarlo, 3.- Deliberación sobre los medios adecuados para conseguirlo, 4.-
Elección reflexiva y 5.- Firmeza inquebrantable en la decisión al obrar.
La “elección” es sobre los
medios, no sobre el fin (el bien siempre es querido).
3.- LAS VIRTUDES MORALES
CONSISTEN EN EL “JUSTO MEDIO” ENTRE DOS EXTREMOS VICIOSOS.
Un extremo es vicioso por
“exceso” y el otro extremo lo es por “defecto”.
Es la denominada “teoría del
mesotes” (del “término medio”)
“Virtus est in medio
extremorum”, aunque ese término medio no sea igual para todos los hombres, y no
hay un “medio matemático riguroso” (excepto en la “justicia conmutativa”, como
posteriormente veremos).
Por ejemplo: el “valor” es el
término medio entre la “cobardía” (extremo por defecto) y la “temeridad”
(extremo por exceso).
La cantidad de comida o de
inspiraciones no es la misma para un minero que para un escribiente, ni para un
corredor que para uno sentado.
4.- NO BASTA CON CONOCER
ESPECULATIVAMENTE EN QUÉ CONSISTE LA
VIRTUD , SINO QUE ES NECESARIO “ESFORZARSE POR POSEERLA Y
PRACTICARLAS”.
Sólo practicando “actos
justos” se consigue el “hábito de obrar justamente” y llegar a “ser una persona
justa”.
Como sólo se llega a “ser un
nadador”, “ser músico”, “ser arquitecto”…
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