jueves, 8 de agosto de 2019

EPICURO: EL PLACER Y LA VIRTUD ( y 2 )


Una sentencia frontispicia: “SI QUIERES HACER RICO A PITOCLES NO LE AGREGUES RIQUZAS, DISMINÚYELE SUS DESEOS”.

En esta paz interior es en lo que consiste el placer más intenso.

Es una moral propia de un hombre enfermo, para quien la mayor felicidad posible es el cese de sus dolores, ese es su placer.

El aspecto positivo del placer va unido al movimiento y a la actividad propios del cuerpo o del alma.
Pero el sabio debe sobreponerse a todo mediante una severa disciplina, limitando sus apetitos, moderando sus deseos y regulando sus pensamientos e imaginaciones.

Debe ser siempre libre y conservar su paz interior. Su norma es “bastarse a sí mismo, contentándose con poco y logrando la autosuficiencia.

Epicuro condenaba el suicidio como medio de liberación de los dolores físicos o morales.

Dentro de lo que cabe en una filosofía materialista, que niega la providencia de Dios, la inmortalidad del alma y las sanciones más allá de esta vida, la moral de Epicuro permanece en un plano de dignidad humana.

Su moral no consiste en un puro hedonismo ni es una moral de libertinaje.

Aunque carece de una norma superior a la propia naturaleza humana, aconseja la austeridad de vida, poniendo la felicidad, no en el desarreglo de las pasiones ni en los placeres inferiores del cuerpo, sino en la paz y en la tranquilidad del alma, en la gracia (“jará”), en el buen humos y en la ecuanimidad del sabio, dueño de sí mismo, sobreponiéndose al dolor y a la adversidad y superando los temores y las perturbaciones exteriores.

Así Epicuro sobrellevó sus enfermedades con grandeza de alma, y hasta con alegría, por lo que los discípulos lo tuvieron en la más alta estima.

No obstante, éstos no supieron mantener la dignidad de conducta de su maestro y, con más lógica que él, dedujeron de sus principios otras tendencias inclinadas al hedonismo en su aspecto menos elevado.

Es conveniente/es necesario distinguir a Epicuro de los posteriores epicúreos, hedonistas groseros..


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