Después de las formalidades
iniciales, Millán Astray atacó violentamente a Cataluña y a las provincias
vascas, describiéndolas como “cánceres en el cuerpo de la nación. El
fascismo –añadió- que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlas,
cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos
sentimentalismos”
Desde el fondo del Paraninfo
una voz gritó el lema de Millán Astray: “VIVA LA MUERTE ”
Millán Astray dio, a
continuación, los habituales gritos excitadores del pueblo: “ESPAÑA” –gritó.
Automáticamente, cierto
número de personas gritaron: “UNA”
“ESPAÑA” –volvió a gritar
Millán Astray: “GRANDE” –replicó su auditorio, todavía algo remiso.
Y, al grito final: “ESPAÑA”,
de Millán Astray, contestaron sus seguidores: “LIBRE”.
Algunos falangistas, con sus
camisas azules, saludaron con el saludo fascista a los inevitables retratos
sepia de Franco que colgaba de la pared, sobre la silla presidencial.
Todos los ojos estaban fijos
en Unamuno, que se levantó lentamente y dijo: “estáis esperando mis palabras.
Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio, porque, a
veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado
como aquiescencia.
Quiero hacer algunos
comentarios al discurso –por llamarlo de algún modo- del general Millán Astray,
que se encuentra entre nosotros.
Dejaré de lado la ofensa
personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes.
Yo mismo, como sabéis, nací
en Bilbao y el Obispo –y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado, que se
encontraba a su lado- lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en
Barcelona”
Se detuvo.
En la sala se había extendido
un riguroso silencio.
Jamás se había pronunciado
discurso similar en la España
nacionalista.
¿Qué iría a decir, a
continuación, el Rector?
“Pero ahora –continuó
Unamuno- acabo de oír el necrófilo e
insensato grito “Viva la muerte”. Y yo, que repasado mi vida componiendo
paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de decir,
como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El
General Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un
tono más bajo. Es un inválido de guerra.
También lo fue Cervantes.
Pero, desgraciadamente, en
España hay actualmente demasiados mutilados y, si Dios no nos ayuda, pronto
habrá muchísimos más.
Me atormenta pensar que el
General Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa.
Un mutilado que carezca de la
grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible
alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.
En este momento Millán Astray
no pudo contenerse por más tiempo y gritó: “! ABAJO LA INTELIGENCIA , ¡VIVA LA MUERTE !”, clamoreado por
los falangistas.
Pero Unamuno continuó: “Éste
es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando
su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no
convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis
algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que
penséis en España. He dicho”
Siguió una larga pausa.
Luego, con un valiente gesto,
el catedrático de Derecho Canónico salió a un lado de Unamuno y la Señora de Franco al otro.
Pero ésta fue la última clase
de Unamuno.
En adelante el Rector
permaneció arrestado en su domicilio.
Sin duda hubiera sido
encarcelado si los nacionalistas no hubieran temido las consecuencias de tal
hecho.
Unamuno moriría, con el
corazón roto de pena, el 31 de Diciembre de 1.936.
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