Las pornaes (de ahí lo de “pornografía”) eran las putas
comunes o meretrices que vivían en burdeles esparcidos por toda Atenas pero que
donde más abundaban era en El Pireo, barrio portuario de Atenas, porque los
marineros, si no eran homosexuales, condicionados por el demasiado tiempo sin
compañía femenina en el mar, desembarcaban con ganas de sexo y eran los más asiduos
clientes de esos “lugares de mala nota”.
Eran pocas las pornaes de origen ateniense. En general, eran
casi todas orientales, jóvenes, aunque no de carnes prietas, senos turgentes y
cuerpo esbelto, y que aceptaban su
degradación de expendedoras de sexo, sin rebelarse, dejándose explotar por
celestinas de turno, empresarias o administradoras/gerentes de aquellos
lupanares.
(Y con la debida distancia, en tiempo y lugar, me viene a la
mente el Polígono de Guadalhorce, con sus jóvenes medio vestidas o medio
desnudas, vigiladas y controladas por sus correspondientes proxenetas y/o
chulos)
Una pornae despierta, espabilada, de carnes no flojas y de
tipo atractivo, si lograba aprender modales, y a tocar la flauta, por ejemplo,
o a cantar y bailar, podía ascender a un escalón superior, a “aéutrida”, que ya
no solo sabía y hacía abrirse de piernas y ofrecer sexo, sino que, también,
además, ofrecían “seso” (conversación, declamación, entretenimiento, finura,
compañía, traducción…)
Las “hetairas” ocupaban el escalafón superior, no sólo
(aunque también) por su cuerpo escultural, sino por su “cultivada alma”, más
parecidas a las geishas japonesas que a las señoritas del Fleming madrileño.
Las hetairas (“compañeras”) eran muy cultas, eran las
cortesanas griegas, mujeres libres y económicamente pudientes, por los buenos
estipendios de escultores y pintores. Eran independientes. De notable
inteligencia y charla agradable. Educadas cuidadosamente en disciplinados
colegios donde se les enseñaba gimnasia, danza, pintura, música, poesía,… y
podían dialogar y/o discutir de política,….
En palabras de Demóstenes: “Tenemos hetairas para la
voluptuosidad del alma, prostitutas para la satisfacción de los sentidos y
mujeres legítimas (esposas) para darnos hijos de nuestra sangre y llevar
nuestras casas”
Ya en otros escritos he comparado (en la distancia) a las
hetairas con lo que hoy serían las Secretarias y señoritas de compañía,
desplazadas al extranjero con el empresario o director de la empresa, de altos
honorarios, que hablan tres o cuatro idiomas, que dominan perfectamente la
Informática y que sacan del ordenador todas las prestaciones que dice tener (si
las tiene), que son la mano derecha del jefe en las reuniones o Consejos de
Administración, que dominan la situación, que tienen, siempre a mano, el
informe necesario requerido y que, al finalizar su función laboral vuelven al
hotel de lujo en que se hospedan y que puede tener, o no tener, necesariamente
sexo con el jefe.
¿Quién no ha oído hablar de Safo de Lesbos, la poetisa
griega por antonomasia, como Homero lo es, en varón?
El mismo Platón escribió de ella: “Dicen que hay nueve
musas. ¡Desmemoriados!. Han olvidado a la décima”, Safo de Lesbos”.
Viuda y rica. Fundó un colegio para muchachas, en el que
desde el primer momento se inscribieron las jóvenes de la alta sociedad.
Ella las llamaba “hetairas” (“compañeras”) y a las que
enseñaba música, poesía, danza, gimnasia, locución, declamación, modales,…Y
debió ser una buena maestra.
Tan buena que sus enemigas, criticando que tantas jóvenes
juntas, durante tanto tiempo, en una especie de internado,….comenzaron a
propalar “extraños rumores” sobre las costumbres que ella introducía en la
mente de las jóvenes, en aquella escuela.
Su poema “Adiós a Aatti” refleja los sentimientos de la
ausencia de la hetaira Aatti, su preferida, cuando un buen o mal día se
presentó en la escuela su padre y se la llevó de allí.
Hace 900 años la Iglesia condenó a la hoguera su obra,
reunida en nueve volúmenes, por considerarla pornográfica, pecaminosa.
Una de las más famosas hetairas griegas fue ASPASIA, la
amante de Pericles. convertida en primera dama y que mantenía, en su casa, un
salón intelectual (aunque sus enemigas decían que había hecho, de la casa de
Pericles, un burdel, con orgías y drogas incluidas, donde atraía a las damas de
la alta sociedad y a sus hijas, menores de edad, para prepararlas y entregarlas
como objetos sexuales a varones adinerados).
Aspasia era forastera, extranjera, de Mileto, y había
abierto una Escuela, no muy diferente a la que Safo había abierto en Lesbos.
Pero ella no escribía poesía, sino que era una intelectual que luchaba por la
emancipación de la mujer ateniense, intentando sacarla del gineceo e
incorporarla a la vida política, en paridad de Derechos con el varón.
Debió ser una gran conversadora y muy convincente al hablar,
pues hasta el mismo Sócrates decía haber aprendido de ella el arte de
argumentar.
Dicen los historiadores que Aspasia fue la más grande
mecenas de Atenas y que ésta no habría tenido la monumentalidad que tuvo sin su
concurso y protección de artistas.
¿Alguien se imagina que hubieran procesado a Eva Braun, en
la Alemania nazi de Hitler o a Clara Petacci en la Italia fascista de Mussolini?
Pues eso fue lo que le ocurrió a Aspasia. La procesaron.
Atenas, sin embargo, consciente de su obra, la despidió con
funerales de reina (eso es, al menos, lo que se cuenta. ¿Es verdad?).
Hetairas.
¿Qué habría esculpido Praxíteles sin la modelo hetaira
Friné, la que siempre se mostraba cubierta de velos pero que dos días al año,
durante las fiestas de Eleusis y de Poseidón iba a bañarse al mar,
completamente desnuda, y toda Atenas se daba cita en la playa para ver y
contemplar su cuerpo escultural (y no como en Torremolinos, con los autobuses
repletos de jubilados que todos los años el día del pescaíto frito y el día de
la paella, gratis (se entiende) lo invaden).
O la hetaira Clepsidra, llamada así porque se entregaba por
horas y no admitía prolongaciones, de lo tan solicitada que estaba.
O la hetaira Laida, que rechazó nada menos que a Mirón, el
del “discóbolo”
O la hetaira por excelencia, Friné, la seguramente modelo de
la Venus de Cnido que cuando iba a ser condenada su abogado le ordenó que se
desnudase ante el tribunal alegando que no podían/no debían prescindir de tanta
belleza y que, ante tanta belleza, fue absuelta.
Pericles (reelegido, anualmente, durante casi 40 años como
“strategos autokrator” (Presidente del Gobierno).
Su mejor arma política fueron las Obras Públicas. Como todos
los grandes estadistas son, también, grandes constructores, no sólo con técnica
perfecta, también con gusto artístico.
En Atenas no había problema de dinero. El tesoro estaba
rebosante. La flota ateniense comerciaba y comerciaba y el puerto era siempre
un hervidero de mercancías y de personas.
Pericles, como gran estadista que era, también era un gran
estratega humano.
Quiso levantar, en lo alto de la montaña, el Partenón pero
el presupuesto era elevadísimo y los atenienses no estaban dispuestos a pagar
tanto por él.
“Bien –dijo- resignado. Entonces concededme que lo construya
yo por mi cuenta pero, eso sí, en el frontón del mismo aparecerá el nombre de
Pericles y no el de Atenea”.
Y la envidia consiguió lo que la avaricia había impedido.
Pero, ¡humano que es uno¡ perdió la cabeza por una mujer, por Aspasia.
Había sin embargo una grave contrariedad, no sólo que ella
no era ateniense, es que él estaba casado y había mostrado, durante toda su
vida, ser un marido virtuoso y ejemplar.
Como su mujer tampoco dio muestras de una excesiva virtud de
esposa en vez de reprenderla y rehusarla le ofreció el divorcio, que ella
aceptó.
Se dirigió, entonces, a casa de Aspasia, convertida ya en
“primera dama” de Atenas.
Seguramente lo hizo feliz, pero políticamente lo perjudicó
porque el Parlamento, progresista en política era conservador en el tema de la
familia y no veía con buenos ojos que una extranjera, concubina, se pusiese a
la misma altura que Pericles.
Llegó Aspasia a darle un hijo pero…
El mismo Pericles había aprobado una ley que prohibía la
legitimidad y la ciudadanía a los frutos de la unión con extranjeros/as.
Ahora él era la victima de su propia decisión.
Ese hijo, tras la derrota de la flota ateniense por la
espartana, mandada por Lisandro, sería uno de los diez almirantes al mando de
la nueva flota que Atenas mandó construir tras ordenar fundir todo el oro y la
plata de todas las estatuas dedicadas a todas las divinidades, derrotando a la
espartana en la batalla de las islas Arginusas, pero que, por extrañas
circunstancias, sería ejecutado, junto a otros siete.
El Salón de Aspasia no sólo era visitado por mujeres sino
también por varones de renombre, sobre todo artistas de la talla de Fidias o el
filósofo Sócrates.
Ese contacto con personajes de este tipo fue lo que la
llevaría a convertirse en Mecenas de ellos, de sus proyectos, de su compañero
Pericles.
Se dice que si Pericles fue el gran constructor de Atenas
Aspasia fue, con su intercesión, la encargada de embellecerla.
También se dice que
fueron, Sócrates y Aspasia, amigos íntimos y que cuando su amigo Pericles
también se entusiasmó y se interesó por ella, sencillamente, se retiró y se la
cedió.
Sócrates, entonces, comenzó a visitar a Teodata (“dada por
dios”), la más célebre prostituta de Atenas.
La Ilustración griega, como la Ilustración europea, incluso
la Ilustración española, supuso un cambio de mentalidad. Pero ese cambio
cultural necesario, como motor, no comenzó en las Instituciones estatales ni
eclesiásticas (las Universidades y sus catedráticos), siempre conservadores/as,
instaladas/os y defensoras/es del “statu quo”, del que se beneficiaban.
Si el cambio cultural europeo, sobre todo francés, se cocía
y se cocinaba en los Salones de las Madames francesas (muchos salones de muchas
Madames), y el de la Ilustración española en las “tertulias” llevadas a cabo en
domicilios particulares, como en las casas del Marqués de Mondéjar, del Conde
de Salvatierra, del Conde de Montehermoso (en Madrid), en casa del Marqués de
Villatorcas y de Baltasar de Íñigo (en Valencia) o en casa de Don Juan Muñoz de
Peralta (en Sevilla), en la Ilustración griega influyeron las reuniones de los
invitados en los salones culturales de las hetairas, fuera Safo, Aspasia,….
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