Fue el primero y el más amplio de los movimientos
intelectuales que caracterizan la historia del pensamiento filosófico, en la
etapa renacentista.
El término “humanismo” ya entonces, pero sobre todo después
y hasta hoy, se entiende como una postura filosófica que pone el acento sobre
el valor, la dignidad y la específica peculiaridad del hombre, y no sólo con el
significado primero que tuvo en sus orígenes.
“Humanismo” tiene que ver con “humanidades” y con
“humanistas”.
En el siglo XIV, y citando a Cicerón, se hablaba de “studia
humanitatis” o “studia humana” para señalar un conjunto de disciplinas que
comprendía: la gramática, la retórica, la poesía, la historia y la filosofía.
Estas disciplinas, minusvaloradas en la Edad Media por el
predominio de la Teología, a lo más que llegaban era a ser preámbulos, ayudas,
preparación,… de la importante, la Teología.
¿Acaso no era considerada la Filosofía como “ancilla
(esclava) theologiae”?
Pues estas disciplinas, tan preteridas, son consideradas
como las más adecuadas para la formación espiritual del hombre, porque lo
estudian en lo que tiene de más específico, elevado y creador.
El término “humanista” aparece a mediados del siglo XV, como
aparecen “jurista”, “canonista”, “legista”,… para mencionar a quienes
cultivaban y enseñaban las mencionadas disciplinas humanas.
“Humanista” por lo tanto es el que se preocupa, estudia,
enseña,…. “ciencias humanas”.
Pero, al mismo tiempo, se tiende a ver en la antigüedad
clásica el paradigma o punto de referencia obligado de la actividad espiritual
del hombre.
Es un huir de la consideración del “hombre religioso
medieval”, única manera de considerar al hombre, criatura “creada”/hecha a
imagen y semejanza de su Creador. No el hombre como ser autónomo sino
heterónomo, por lo que la oración y la obediencia serían los dos
“comportamientos más humano” de la mayoría de los hombres (“Guerrear, rezar y
trabajar”).
Huyendo de esta consideración del hombre se ven a los
autores griego y romano, anteriores al omnipresente cristianismo, por lo tanto
no contaminados, se convierten en los modelos insuperables de las disciplinas
que cultivaron los “studia humanitatis”, por consiguiente, los auténticos
“maestros de humanidad”.
El “Humanismo” nació, pues, en los “studia humanitatis”, lo
que significa que fue, primordialmente, un movimiento de carácter erudito y
literario más que filosófico.
Aunque, después, influyera en la filosofía, desembocando en
ella, con el significado que ahora le damos a “humanismo”.
También la Edad Media había cultivado, a su modo, la
sabiduría clásica.
Si el Renacimiento hubiera sido sólo la vuelta a la
antigüedad, entonces toda la Edad Media
se convertiría en una serie de sucesivos renacimientos, no hay más que
ver el estudio de Platón, Aristóteles, Plotino, estoicismo,….
El Humanismo Renacentista no se define sólo por el amor y
estudio de la sabiduría clásica, sino por su voluntad de restaurarla en su
forma auténtica, orillando y obviando la utilización que, de la misma, hicieron
los medievales.
Entenderla en sí misma, sin cristal religioso por medio, en
su realidad histórica.
“Historicidad” y “humanidad”, algo desconocido (la primera)
y coloreado (la segunda).
La Edad Media no tenía la preocupación de la historia. Todo
cuanto tocaba lo transformaba en contemporáneo, como si todo lo anterior no
fuese estancia sino camino y preparación para el hoy, para su hoy.
La Historia sólo le interesaba en cuanto le servía para el
presente.
Es lo contrario que intentará el Renacimiento: recuperar el
pasado clásico en su efectiva realidad, no trayéndola al hoy sino trasladándose
uno, con la imaginación, allí, para poder entenderla en su contexto.
Ya hemos escrito sobre la recuperación de documentos
greco-romanos, procedentes, sobre todo, de la diáspora bizantina ante el
peligro musulmán sobre Constantinopla.
La búsqueda, la recuperación y la traducción de documentos
para poder comprenderlos en el tiempo en que fueron escritos.
Marsilio Ficino, febrilmente, tradujo la obra entera de
Platón y de Plotino, incluso de textos herméticos.
Sólo “interés histórico y filológico” será un rasgo original
del Humanismo, no como la Patrística o la Escolástica.
“Restablecer la cultura clásica en su forma originaria”.
Esta nueva actitud ante las grandes figuras del pensamiento, sobre todo griego,
nada tiene que ver como verlos como “prólogos” y “preparación” del
Cristianismo, hasta llegar, casi, a canonizar a Platón, “San Platón”.
Traducirlos y entenderlos en sí mismos.
Porque sólo traducirlos ya lo hicieron, y mucho, los
medievales (recuerdo a mi profesor de Historia de la Filosofía, explicándonos a
Guillermo de Moerbeke proporcionándole a Santo Tomás las traducciones de todas
las obras de Aristóteles, ya que l griego no era un punto fuerte del Aquinate.
“Sentido de lo humano” y “sentido de la historicidad”,
asociados, en el Humanismo.
Y es que “Humanitas”, ya en tiempo de Cicerón, indicaba la
educación del hombre como tal, lo que los griegos llamaban “Paideia”.
Si el movimiento humanista cultiva con tanto esmero las
“humanidades” es porque cree en su capacidad para formar al hombre, para
llevarlo de nuevo a su auténtica forma humana.
En su mente estaría, latente, el siguiente razonamiento
analógico: Si los antiguos, con esas disciplinas, “con-formaron” al hombre
clásico, obviando la Religión Cristiana y a la Omnipresente Iglesia, ¿no
podríamos, nosotros, ahora, hacer y conseguir algo parecido?
Interés por los problemas morales y humanos y la afirmación
del valor y la dignidad del hombre y de su lugar preferente en el seno del
universo. Y todo ello, sin tener en cuenta, el aspecto religioso.
Es fácil imaginarse la escena de aquellos humanistas que, de
golpe, se encuentran con unos textos “estéticamente hermosos”, sobre todo de
los latinos, de un Cicerón, de un Lucrecio, de un Séneca, de un Tito Livio o de
un Horacio, y los comparan con ese latín macarrónico medieval, recluido en la
clase eclesiástica (puesto que el pueblo ya se entendía en lenguas romances) y
ese anhelo a poder, también ellos, acceder a la composición de textos de semejante
belleza y cómo, al intentar captar, entender, acceder a “la forma” de los
significantes se encuentran con los contenidos de los significados, con el
objetivo de “educar, formar” al hombre sin vestimenta cristiana, sino al hombre
natural, puro, sin adherencias,….
No hay comentarios:
Publicar un comentario