El triunfo del Individualismo, la expansión del Capitalismo
y la afirmación de las Monarquías Autoritarias, en cada Estado, son los
elementos paralelos para la necesidad de una futura organización de la vida internacional.
Se ve la necesidad de que lo que cada monarquía ha hecho en
su territorio se haga a nivel internacional, con una Autoridad común, fruto de
un acuerdo y de una voluntad general para intentar poner orden y para que no
ocurra, en cada nación, lo que antes ocurría en cada feudo.
¿Cómo poder garantizar, por ejemplo, los tratados firmados, o cómo legitimar la ocupación de unas tierras si no hay un poder supra-nacional, inter-nacional, civil, al no poder contar ya con el Papado, cada vez más en declive?
El comercio internacional pide/exige/necesita una nueva
normativa de Derecho Internacional público y privado.
Hay que recordar que los pueblos marineros mediterráneos ya
se habían acogido a la norma de buena conducta o Código de Costumbres Marítimas
que, desde el siglo XV, estaba vigente en “El Consulat de Mar”, en Barcelona, y
que se erigió en código internacional al ser adoptado sucesivamente por
ciudades de Italia, de los Países Bajos, la Hansa, Francia e Inglaterra.
Ya Venecia, en 1.423, había renunciado al bárbaro “Derecho
de marcas o represalias” que hacía víctima a un tercero, de los delitos
cometidos por un compatriota.
Esta actitud se difundió y fue calando en las demás
naciones, así como la legislación internacional sobre el bloqueo y el Derecho
de los neutrales, así como el principio de los mares, puesto en práctica por
Inglaterra y los Países Bajos en 1.496.
Serán los primeros pasos dados.
Las embajadas, en otros países, dejan de ser esporádicas y
para un asunto determinado y pasan a ser permanentes.
En esto Venecia ya había marcado la pauta, pues ya había
instalado embajadas en Constantinopla y en Roma, y posteriormente lo hizo en
los Países Bajos, en Inglaterra y en Francia.
Ejemplo que seguirían las demás naciones.
Las misiones de las embajadas eran tanto la defensa de los
intereses económicos de su nación como el conocimiento de las circunstancias
políticas de la nación en que se asientan.
Sólo Turquía se negó a participar en este movimiento
diplomático porque lo interpretaba como una aceptación o acatamiento de la
supremacía del Estado ante el cual se acreditaban los embajadores.
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