Un ciudadano es libre allí donde mandan las leyes, no las
personas, porque las leyes (no los privi-legios) tienden al Bien Común.
Se va contra el despotismo y la arbitrariedad de los
gobernantes.
En el “pacto social” los ciudadanos se sujetan sólo a “uno
cuyo poder es limitado por las leyes”.
Nadie “fuera de” ni “por encima de” las leyes.
Está en la mente de los ilustrados la idea de una
Constitución. Pero convocar Cortes suponía que los más reaccionarios serían los
parlamentarios, por lo que…
Cuando Floridablanca convocó a las Cortes a la subida al
trono de Carlos IV fue para que los diputados rindieran vasallaje e hicieran manifestación
pública de obediencia a la religión y al monarca.
Libertad, por supuesto que sí, pero también Igualdad y
Fraternidad (Justicia), porque sola la Libertad lleva/puede llevar al egoísmo,
mientras en la mente de los ilustrado está la nación, por encima de estamentos,
de intereses concretos (privilegios) y de intereses locales.
Las exenciones eclesiásticas o la tendencia del Vaticano a implantar
un estado dentro del estado, con impuestos propios, con leyes propias, con
jueces propios,….molestaba, incluso a los Borbones (como antes dijimos).
No que los ilustrados fueran monárquicos, pero es que la
otra opción era ser ultramontano jesuítico.
El Papa y los Tribunales Eclesiásticos dispensaban de la ley
a quien pagase, mientras a los contradictores les ponían penas temporales y
eternas.
La arbitrariedad era y estaba en la esencia misma de la
Iglesia.
Todos, absolutamente todos, bajo la ley, universal, sin
privilegios, sin exenciones.
La Igualdad, para los ilustrados, es la premisa de la
Libertad.
La costumbre, el Derecho Consuetudinario, del clero y de la
Iglesia, no debe ser considerado Derecho. Fue un “hecho”, no debe ser
considerado “derecho”.
Todos somos Iguales, por naturaleza. Las únicas diferencias
que ha habido son/han sido históricas, no naturales.
La Ley debe ser Justa. La Justicia debe ser Legal. Pero
¡cuidado!, porque también la injusticia puede ser legal, sólo se requiere una
ley injusta, en la legislación vigente. Habrá, pues, que abolirla.
La Igualdad y la Libertad, que son de origen natural, que se
apoyan en la naturaleza sin embargo eso, que teóricamente es verdad y está
claro, en la práctica no funciona.
Ni las leyes positivas del pasado, ni la filosofía natural
son garantía de que así sea en la práctica, reflejadas en una Constitución, que
es a lo que aspiran los ilustrados.
Los parlamentarios, de corte tradicional, no van a
intentarlo tan siquiera y el Rey y su círculo tampoco. ¿Tendrá que ser a través
de una “revolución” para que nazca esa nueva legalidad?
¿Cuál es el fundamento de la legislación vigente?
La Historia no puede ser. En la Historia lo que ha ocurrido
son “hechos”, pero éstos no tienen por qué engendrar “derechos”.
¿Recurrimos al “estado primitivo” de la Edad de Oro de la
humanidad, al “estado de naturaleza”?
Pero lo que en el “estado natural” prima es la fuerza, por
lo que se impone la “ley del más fuerte”, que nunca son TODOS los hombres.
¿La Monarquía? Tampoco. Toda monarquía es/tiende a ser
absolutista.
¿Cómo borrar todos los decretos, pragmáticas y leyes, dados
en el tiempo, para crear una Constitución para todos?
La hacienda pública está de desastre y es manifiesta la
injusticia de los impuestos.
La nueva legislación debe apoyarse en el Derecho Natural, en
la razón, de lo contrario no tiene legitimación.
La Constitución deseada debe nacer de un “pacto”.
Una Constitución nacida del acto libre de una asamblea
popular. Una Constitución, pues, democrática.
Entre la Revolución Francesa y 1.812 está toda una
resistencia a una potestad extranjera ilegítima, está 1.808.
¿Podría haberse conseguido la Constitución deseada desde una
reforma impulsada por el Rey si se desconfía de la capacidad reformadora de la
monarquía borbónica?
Durante el reinado de Carlos IV lo que reina en España es el
desbarajuste y no todos son “afrancesados”.
Diferentes grupos de la sociedad española toman la
iniciativa no sólo de expulsar a un monarca ilegítimo sino también de regirse a
sí mismos en libertad.
Se pone, pues, en marcha un “proceso revolucionario, pero
sin revolución” sino como acto de soberanía popular.
Se busca una nueva Constitución, no otorgada, sino
conseguida y construida desde la voluntad libre y soberana del individuo y de
la colectividad. Al revés que los conservadores, inmovilistas, que apuestan por
una Constitución histórica.
Si se cree y se defiende la Providencia divina entonces una
dinastía y un Rey ejercen la autoridad sobre un pueblo.
Si se admite el origen divino del poder del monarca entonces
a los súbditos sólo les queda la sumisión y la obediencia.
El símil de que el Rey es como un padre y los súbditos son
como sus hijos, que le deben obediencia ya no cala en la mente de los
españoles, y menos cuando el Rey está “secuestrado”.
Se impone, pues, la necesidad de un acto constitucional,
cuyo protagonista debe ser el pueblo.
Contra la resistencia de los conservadores y de los que
proclaman que “vivan las cadenas”, masa habituada a la esclavitud, se llevará a
cabo ese acto, conocido como “Revolución Española”, nada que ver con la
Revolución Francesa, un producto de las Luces, de los Ilustrados, a pesar de
todos los obstáculos y barreras para que España siguiera en la oscuridad y en
la superstición,…
¿Ha habido, pues, una Ilustración Española?
Sin duda que sí, pero a su manera, sin hacer comparaciones
con otras revoluciones ilustradas de Europa y de EEUU.
Pero también es verdad que la Ilustración Española nunca
logró implantar su huella de fo0rma profunda y duradera (ahí está nuestra
historia para confirmarlo).
Es verdad que la reacción anti-ilustrada venció batallas
decisivas en tiempos de Fernando VI,
Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, pero también es verdad que existió un
movimiento ideológico, aunque débil y minoritario, si se quiere pero que, desde
la oposición y poco a poco fue conformando la Historia de España.
Si España se incorporó tarde al humanismo, aunque, luego,
fuera fecunda sobre todo en lo artístico y en lo literario…
Si España, frente a la Reforma Protestante, se erigió en
campeona de la Contrarreforma….
Si tuvo que derrochar esfuerzo y dinero en la colonización
americana.
Si….
Si….
España acabó desangrada, arruinada y sin fuerzas para
oponerse a las consecuencias de orden ideológico que se debatían en Europa.
La sangría de sus hombres, la depresión económica, la
incapacidad de sus gobernantes a lo largo del siglo XVII, el clima de derrota
tras Rocroix (1.643) y de la Paz de Westfalia (1.648)… crean en ella un marasmo
colectivo que se deja notar.
La decadencia de España corría paralela a la económica, a la
política, a la militar, a la cultural.
Se repliega y se aísla respecto a Europa, tanto en el campo
de batalla como en el de las ideas.
Y cuando más se nota es en la segunda mitad del XVIII, que
coincide con el auge de las nuevas ciencias y la nueva filosofía en Inglaterra
y en Francia.
Las universidades decaen. Subsiste y persiste una
escolástica empobrecida y anquilosada, ajena a la renovación que está dándose
en Europa. Decaen todas las ciencias, incluso la escolástica, petrificada.
España “era una confusa memoria de lo que había sido”
Los amagos de renovación, mirando a Europa, no provienen,
precisamente, de las Universidades, cerradas y hostiles a TODAS las nuevas
corrientes renovadoras.
Se dan (como hemos afirmado más arriba) tertulias en casa
particulares, en las que están ausentes, siempre, los profesores
universitarios.
Famosa fue la tertulia de Sevilla, de médicos, cirujanos y
farmacéuticos, a pesar de la oposición de los médicos de la Universidad,
anclados en Aristóteles, Hipócrates y Galeno.
Al advenir la dinastía borbónica se nota la influencia francesa.
Y después, poco a poco, comienzan a tener aceptación y partidarios Bacon,
Descartes y Gassendi, así como la medicina de Harvey, de corte experimental.
Se encona la oposición “antiguos” y “novatores”, pero sólo
en las Ciencias Naturales, no en otros temas de la Ilustración.
Es precisamente procedente del clero, el Padre Feijoo, quien
más se oponga a la Escolástica, que no había sabido renovarse ni ponerse al día
en sus métodos, en asimilar lo que hubiera de asimilable y aprovechable en las
nuevas corrientes físico-matemáticas.
En las Universidades predomina la Teología y la
Jurisprudencia, así como la medicina “a la antigua”, en su modo tradicional.
Y aunque existía una (entre otras) “cátedra rara”, la de
cirugía, no había profesores, por falta de preparación ni había interés en los
alumnos.
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