La alta y la baja aristocracia perseguirán los mismos
objetivos, el poder y la riqueza, aunque con métodos y por caminos muy
distintos.
Los príncipes y la nobleza, en Europa, que tánto y tan
duramente habían luchado para defender su privilegiada posición, política y
económica, frente a la monarquía y a la burguesía, tuvieron que inclinarse ante
lo que se les venía encima, de manera inevitable.
La monarquía, para acabar con ellos y sus privilegios, se
alía y se apoya en la burguesía, cada más enriquecida por su múltiple y variada
actividad económica, empresarial y comercial.
La aristocracia, consciente de la jugada de la monarquía,
cambia de táctica y se convertirá en su más fiel aliada, excepto en Alemania e
Italia, carentes de un poder central eficiente.
Mientras la aristocracia superior, o de primer grado,
garantizaba su porvenir a base de matrimonios, alianzas y primogenituras
consiguen, además, puestos relevantes, de altura y bien remunerados, en la
Administración del Estado.
Las grandes posesiones agrícolas, crecientes además, les
hacían dueños de un capital inmobiliario, ajeno a los cambios monetarios o a la
subida de precios en los mercados.
En cambio, la aristocracia de segundo orden, los hidalgos,
sí que se encuentran en un gran problema, una vez excluidos, por ser segundones
en la sangre, en la descendencia.
Éstos sí que notaron y sufrieron los cambios tácticos de la
alta aristocracia. De ahí su rebeldía ante el orden establecido.
Una parte de ellos serían los primeros revolucionarios de
los tiempos modernos, los cabecillas de las revueltas.
Otra parte optaría por otro camino.
Pero es que al lado de la “aristocracia de la sangre” estaba
“la aristocracia de la Iglesia”, con sus enormes rentas, episcopales y abaciales.
Estas rentas eclesiásticas se convertirán en un imán para
los segundones de la nobleza, los que,
sin vocación alguna, tomarán los hábitos eclesiásticos y ocuparán altos puestos
en su jerarquía.
La no vocación sacerdotal en los altos niveles de la Iglesia
hará que los vicios, impropios de eclesiásticos, se instalen hasta en la misma
cúpula (papas, cardenales, obispos,…) siendo los escándalos de vida licenciosa
e inmoral y la corrupción manifiesta, incluso engañando a los infelices fieles,
las causas de un desprestigio creciente que Irán cavando el hoyo y facilitando
una ruptura desde dentro.
Se ve venir, de manera indefectible, la Reforma de los que
Protestaban por todo eso. Por el alejamiento de la doctrina de Cristo y por
querer volver a los inicios del cristianismo.
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