jueves, 20 de septiembre de 2018

NIETZSCHE 13. AZORÍN Y EL MITO DEL ETERNO RETORNO (y 2)


Bajo el pedir justicia, reclamar derechos,…está la fuerza.

No sólo la influencia de Nietzsche, también la de Schopenhauer y su doctrina de la voluntad.

“Nada es eterno; todo es mudable. Surgen cada momento en el espacio mundos nuevos, y acábanse  los que cumplieron ya su hora. La materia sigue sin cesar su evolución al infinito, cambiando, transformándose, muriendo para renacer en formas nuevas…El hombre no es una excepción del aniquilamiento universal…Se apagará el sol; cesará la tierra de ser morada propia del hombre, y perecerá, lentamente, la raza entera…Y, entonces, desierta la Tierra, rodando desolada y estéril, entre profundas tinieblas, por el espacio inmenso, ¿para qué habrán servido nuestros afanes, nuestras luchas, nuestros odios?”

“Todo cambia, todo pasa, todo perece. Y cuando pase la Tierra, y pase el Universo, y pase el Tiempo…¿dónde estarán los aplausos entusiastas, unánimes, estruendosos que anoche, en la Comedia tributaban a un amigo….?

El eje de toda la estética será el Mito del Eterno Retorno.
Escribe Azorín: “Federico Nietzsche, estando allá por 1.881, retirado en una aldea, entregado a sus fecundas meditaciones, se quedó un día, estupefacto, espantado, aterrorizado! Había encarnado de pronto, en su cerebro, la Hipótesis de la Vuelta Eterna…que no es más que la continuación indefinida, repetida, de la danza humana….Los átomos forman mundos y mundos…sus combinaciones son innumerables, pero puesto que son los mismos porque “en la naturaleza nada se crea…” ha de llegar –habrá llegado quizá –el momento en que las combinaciones se repitan, entonces….este mismo mundo en que vivimos vuelva a surgir de nuevo, y con todos los seres, idénticos, que al presente lo habitan”

“Todos los estados que este mundo puede alcanzar los ha alcanzado ya, y no sólo una vez, sino un número infinito de veces…”

Pero, en oposición a Nietzsche, dice: “yo no siento la angustia que Nietzsche sentía ante la Vuelta Eterna”.

En “Las Nubes” lo expresa así: “Las nubes nos dan una sensación de estabilidad y de eternidad. Las nubes son –como el mar –siempre varias y siempre las mismas….Ellas, tan fugitivas, permanecen eternas. A estas nubes que ahora miramos las miraron hace doscientos, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros….Las nubes son siempre distintas en todo momento, todos los días van caminando por el cielo”….”Las nubes nos ofrecen el espectáculo de la vida. La existencia ¿qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son “ideas que el tiempo ha condensado”….”Vivir es ver pasar”

“Ver pasar y ver volver en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo –angustias, alegría, esperanzas –como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables”

De la angustia nietzscheana Azorín pasa a una serena contemplación de todas las cosas.

“La imagen es la realidad única, la única fuente de vida y de sabiduría…y así, este perro, que no ha leído a Troyano, este perro sin noción del tiempo, sin sospechas de la inmanencia o trascendencia de la causa primera, es más sabio que Aristóteles, Spinoza y Kant…los tres juntos”

Y poco después, en una café toledano, medio borracho, exclamará: “¡Viva la imagen¡”, que no es un grito caprichoso.



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