.- VITACENTRISMO.
Se puede querer la vida, y
quererla tanto que te fascine hasta enloquecer.
¿Pero qué vida tenemos y
debemos querer?
No la "otra vida",
sino ésta, la única que hay, la de la finitud, individualidad, cambio y
contradicción; la vida que, junto con el placer, la plenitud y la
salud, acoge el sufrimiento, la vulgaridad, la monotonía, la enfermedad
y la muerte.
Nietzsche, inspirado por
la visión dionisíaca griega, quiso esta vida y la embelleció y
dignificó con sus propuestas/invenciones del superhombre, la voluntad
de poder y la incitante hipótesis del eterno retorno.
En la médula de su filosofía,
Nietzsche sitúa la vida, y tras enfrentarse a las distintas formas
de platonismo que encuentra en la cultura occidental, hace de lo
finito lo absoluto.
A diferencia de otras
propuestas (el budismo zen, por ejemplo) que comparten esta mirada de la
realidad (paradójicamente, hacer de lo finito lo absoluto) y que la transmutan
psicológica y existencialmente en dicha y reconciliación, Nietzsche no lo
consiguió, nunca alcanzó la felicidad y siempre le acompañó el dolor y la
soledad; sin embargo, amó la vida.
Y es que la vida, cualquier
vida, aunque sea sufriente, es preferible a cualquier muerte, aunque ésta sea
felicitante.
La vida es el mayor bien y el
valor máximo.
El VITA-CENTRISMO es la
teoría a defender.
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