¿Cómo ser fieles a la
tradición e incorporar los valores de la modernidad?. ¿Cómo poder ser europeo
pero sin dejar de ser español?.
Es lo que se propone Unamuno
en sus primeros ensayos, posteriormente recogidos en forma de libro: “En torno
al casticismo”.
“Castizo” deriva de “casta”,
como “casta” deriva de “casto” “puro”.
“Castizo es todo aquello que
es fiel y representativo de la “casta” propia, de la pura casta, raza pura,
íntegra, sin mezcla alguna de elemento extraño.
Lo “castizo” se estima como
una cualidad excelente y ventajosa, de ahí el prejuicio que se enquista, fuente
de errores y engaños al creer que las razas puras son superiores a las razas
mixtas, cuando está demostrado, en animales y personas, que el cruzamiento de
razas diferentes es fuente de nuevo vigor y de progreso.
A Unamuno le preocupa la
opinión de muchos de que la invasión de elementos culturales extraños que van
extranjerizando nuestra cultura y “zapando nuestra personalidad nacional”.
Hay, pues, un peligro de
adulteración para nuestros valores castizos, lo que les lleva a defender un
exclusivismo cultural.
Unamuno se opone a esta
opinión, porque sólo puede conducir a una endogamia involutiva y les dice:
“querer enquistar a la patria y que se haga una cultura lo más exclusiva
posible, calafateándose y embreándose a los aires colados de fuera parte del
error de creer más perfecto el indio que en su selva caza comida, la prepara,
fabrica sus armas, construye su cabaña, que al relojero parisiense que, puesto
en la selva, moriría acaso de hambre y de frío”.
Pero la postura de Unamuno no
es un simple rechazo del exclusivismo casticista.
Se pronuncia sobre la
polémica expresión “ciencia nacional” (polémica entre Menéndez Pelayo y los
krausistas) rechazándola de modo tajante: “la ciencia no tiene nacionalidad”
pero como cada pueblo o nación es como es, uno da preferencia a una rama de la
ciencia mientras que otro pueblo o nación tiene preferencia por otra rama o por
otro método científico.
“La ciencia no se da nunca
pura” pues siempre lleva en sí algo de pre-científico, sub-científico o
intra-científico y “este algo va teñido de materia nacional. Y es en ese algo
donde tiene sentido insertar una reflexión sobre el casticismo.
Distingue entre “historia” e
“intrahistoria”, siendo la primera los sucesos y acontecimientos del diario
vivir, su acontecer superficial y la segunda el fondo misterioso, profundo e
inconsciente del que brota lo anterior.
Las olas con su rumor y su
espuma, la superficie del mar y, por otro lado, el fondo del mar, silencioso y
continuo, éste es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la
tradición eterna, la vida intra-histórica, frente a la que aparece en los
periódicos y en los libros, en los monumentos y en las piedras.
Tradición eterna o
intra-histórica versus tradición temporal o histórica.
Es en el fondo del presente
donde hay que buscar la tradición eterna, en las entrañas del mar. Y ésta debe
ser la misión de los intelectuales y guías de los pueblos.
En el fondo del presente vivo
no en el pasado muerto.
La individualidad que se ve
frente a la personalidad que se es, su exterior frente a su interior, lo
español y diferencial frente a lo humano y general.
“La humanidad es la casta
eterna, sustancia de las castas históricas, que se hacen y se deshacen como las
olas del mar; sólo lo humano es eternamente castizo”.
Pero para hallar lo
humano-eterno hay que romper lo castizo temporal y ver cómo se hacen y se
deshacen las castas, cómo se ha hecho la nuestra y qué indicios nos da de un
provenir su presente.
Su punto de partida es la
lengua, la lengua castellana y, desde aquí a España.
“Castilla es la verdadera
forjadora de la unidad y de la monarquía española”.
Una vez más, el mito de
Castilla, que sirve de aglutinante a la generación del 98.
Y si lo castellano es lo
castizo habrá que ir a buscar en la literatura castellana las posibilidades de
la regeneración nacional.
Y ahí está el teatro de
Calderón, la filosofía castellana, la mística, el humanismo renacentista.
Y a la presión exterior
oponen la voluntad desnuda, la de Schopenhauer.
El determinismo geográfico de
Castilla, la tierra como una inmensa plancha seca y todo el amplio cielo azul
sobre ella.
“!Ancha es Castilla¡ -dice ¡Y
qué hermosa la tristeza reposada de ese mar petrificado y lleno de cielo¡
“Esos hombres castellanos,
esa casta tostada por el sol y curtida la piel por el frío, producto de una
larga selección por las heladas de crudísimos inviernos y una serie de penurias
periódicas, hechos a la inclemencia del cielo y a la pobreza de la vida…esa
castiza alma castellana…con su única filosofía: la mística, en que alma y Dios
se funden en una unidad indisoluble”.
Esta mística que no es
ciencia sino…ansia de sabiduría divina.
Castellanos, “conquistadores,
mal avenidos al trabajo”
“No hay idea más satánica que
la de la auto-redención; los hombres y los pueblos se redimen unos por otros”.
A España le ocurrió lo que a
todos los pueblos, que “en sus encerronas y aislamientos hipertrofian en su
espíritu colectivo la conciencia histórica a expensas de la vida difusa
intra-histórica que languidece por falta de ventilación….hay pueblos que, de
puro mirarse el ombligo nacional caen en sueño hipnótico y contemplan la nada”.
Esto es lo que le ha ocurrido
a España. Por lo tanto la solución es: “abrir de par en par las ventanas al
campo europeo para que se oree la patria. Tenemos que europeizarnos y
chapuzarnos en pueblo. El hondo pueblo, el que vive bajo la historia, es la
masa común a todas las castas, es su materia protoplasmática; lo diferenciante
y excluyente son las clases e instituciones históricas, y éstas sólo se remozan
zambulléndose en aquél… fe en que siempre seremos nosotros, y venga la
inundación de fuera, la ducha”.
Todos los pertenecientes a la Generación del 98 están
de acuerdo con el casticismo de Unamuno (aunque sólo éste lo ha expuesto
expresamente). Todos quieren ser castizos. Todos quieren mantener los valores
más valiosos de la tradición española, pero todos son críticos respecto a la
decadencia nacional y respecto al pasado que trajo esta decadencia.
No les gusta esta España y
desean, quieren cambiarla.
“Amamos a España porque no
nos gusta” es una especie de enseña generacional que identifica a todos y viene
a resultar una peculiar forma de nacionalismo.
El fenómeno “casticista” es
una forma de nacionalismo.
El empujón napoleónico de
comienzos del XIX arrumba el aparato de las monarquías europeas tradicionales y
pone en marcha el principio de la soberanía nacional sobre el que se construirá
el edificio de las nuevas naciones europeas.
España fue una adelantada
PERO le faltaba el estrato social apropiado: una burguesía liberal sólida que
le permitiera consolidarlo, primaban, todavía, los intereses teocráticos,
señoriales y autoritarios del Antiguo Régimen.
Sólo al final del siglo,
cuando el crecimiento burgués empieza a ser menos precario en el seno de la
sociedad española parecen afirmarse las posibilidades de una España nueva, una
España moderna.
El hecho de que el
nacionalismo español fuese muy tardío respecto a los demás nacionalismo
europeos es lo que le va a dar el carácter casticista con que se peculiariza.
La influencia de Nietzsche,
Schopenhauer y demás irracionalistas son lo que llevan a los del 98 a declarar que “la vida es
superior e irreductible a la razón, el
sentimiento, superior a la lógica, la sinceridad, más valiosa que la
consecuencia”.
En todo ellos se repiten
palabras como: pasión, voluntad, sentimiento, sensibilidad inefable,
emoción,…aunque sea la que prime sobre las demás.
Pero es una voluntad desnuda,
del “porque sí”, “porque me da la real gana”, “porque me sale de los
testículos”…
“Amor a España”, pero un amor
amargo porque “esa España no les gusta”.
La insatisfacción de esa
España que no les gusta los lanza a predicar el aislamiento; hay que concentrar
las energías nacionales en el interior para promover el cambio y la renovación.
“Echemos siete llaves al
sepulcro del Cid” –dice Costa y “no vayamos fuera en el interior de España está
la verdad” –había dicho Ganivet.
Unamuno gritará: “Adentro,
adentro”.
Posteriormente Ortega y
Gasset empleará la palabra “raza”, en un sentido muy similar al de “casta”
Lo normal –dice Ortega –es
que las clases inferiores, los plebeyos, imiten a las clases aristocráticas,
pero no fue eso lo que ocurrió en España.
Y ahí están: el chulismo, el
flamenquismo, la bravuconería, la exageración, el retruécano, la gitanería, el
majismo, los toros,… formas dieciochescas de lo que después va a ser
“casticismo”
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